No me gustaría insistir, pero la belleza de los jóvenes que se aman es melancólica. No saben todavía que el deseo de muerte es el más perverso, que sólo una cosa los tornaría puros: robar el fuego e incendiar la ciudad.
EUGÉNIO DE ANDRADE, Vertientes de la mirada y otros poemas en prosa
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