Una sensación impagable: Contemplar a mis protagonistas literarias, ¡esas muchachas ágiles y de piel nacarada!, mientras bailan una canción del genial
Sam Cooke. Es un trabajo arduo (hoy los más jóvenes, acostumbrados a la muestra explícita, a la evidencia, no suelen emocionarse con las melodiosas y arañantes voces de los
soulmen), es un trabajo arduo, digo, pero excitante. Evidentemente, esta imaginería –tan lúdica, vibrante, sutil, voluptuosa y salvífica– tiene mucho que ver con los filmes del primer
Godard (
Vivir su vida, Banda aparte, El soldadito...).
Para leer un artículo que escribí hace no mucho acerca de las musas (de mis musas), pinchad
aquí.
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