Recordando a
Élodie Bouchez —la piel nívea, la mirada espesa— montada en una moto. Aquello ocurrió, ¡ay!, en el mágico verano del 94. La película se llamaba
Les roseaux sauvages (
Los juncos salvajes). Y las sensaciones —el deseo, el amor, la rebeldía...— permanecen inalterables.
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