Ni efectismos, ni gritos, ni ambages. Planos y contraplanos. Y miradas. Y oscuras fantasías que se acaban fundiendo con la interminable posguerra. La escena en que la niña
Ana Torrent ofrece la manzana al desesperado maquis (la pistola en mano) es antológica. Una misma realidad queda conformada por dos dimensiones interrelacionadas, por dos condenados a (sobre)vivir.
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