El pasado miércoles, en el preestreno de
Valor de ley (la adaptación que los hermanos
Coen hacen del entrañable
western de
Hathaway), no pude evitar el llanto, pues el veterano alguacil protagonista me recuerda a un hombre incomprendido que quise mucho. Un tipo borracho y malhablado, criado en un entorno brutal, que frente a mí se volvía manso, vulnerable y tierno: como la flor del tojo. ¡Cuántas enseñanzas le debo!
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