Alta
Gracia (Argentina), 12 de noviembre de 1946. Antes de retornar a España,
Conchita Badía se despide de su gran amigo, colaborador y compatriota Manuel de
Falla. «Debe de ser el destino», le dice la soprano al compositor. «Al destino
no hay que provocarlo», le replica Falla. Y añade: «Yo seguiré viviendo aquí o
en cualquier parte de América. Adiós, Conchita. Hasta que volvamos a vernos. Y
si no, en lo eterno». El autor de ‘El amor brujo’ moriría tan solo dos días más
tarde.
Desde
América Latina, me preguntan si pedí deseos de Año Nuevo. Rara vez como uvas y
nunca pido deseos, pero esta Nochevieja recordé la emotiva despedida entre
Falla y Badía, porque representa los valores que echo a faltar en la era de la
posverdad: el agradecimiento, la responsabilidad afectiva, la paciencia y, por
supuesto, la veracidad. Bauman acuñó la metáfora ‘modernidad líquida’ para
expresar que todo es cada vez más inestable e incierto, desde la amistad al
trabajo, pasando por los vínculos sentimentales. Según el filósofo polaco, ese
cambio constante propicia la tendencia a olvidar y el culto a la satisfacción
inmediata. De ese modo, el egoísmo se reproduce como un hongo. Y así nos va.