Alta
Gracia (Argentina), 12 de noviembre de 1946. Antes de retornar a España,
Conchita Badía se despide de su gran amigo, colaborador y compatriota Manuel de
Falla. «Debe de ser el destino», le dice la soprano al compositor. «Al destino
no hay que provocarlo», le replica Falla. Y añade: «Yo seguiré viviendo aquí o
en cualquier parte de América. Adiós, Conchita. Hasta que volvamos a vernos. Y
si no, en lo eterno». El autor de ‘El amor brujo’ moriría tan solo dos días más
tarde.
Desde
América Latina, me preguntan si pedí deseos de Año Nuevo. Rara vez como uvas y
nunca pido deseos, pero esta Nochevieja recordé la emotiva despedida entre
Falla y Badía, porque representa los valores que echo a faltar en la era de la
posverdad: el agradecimiento, la responsabilidad afectiva, la paciencia y, por
supuesto, la veracidad. Bauman acuñó la metáfora ‘modernidad líquida’ para
expresar que todo es cada vez más inestable e incierto, desde la amistad al
trabajo, pasando por los vínculos sentimentales. Según el filósofo polaco, ese
cambio constante propicia la tendencia a olvidar y el culto a la satisfacción
inmediata. De ese modo, el egoísmo se reproduce como un hongo. Y así nos va.
Ao
despuntar a aurora, o paporrubio póusase na rama máis alta da carballeira,
dende onde proxecta a súa melodiosa voz. "É coma unha frauta en
miniatura", dime unha amiga. Non deixa de sorprenderme como un paxaro tan
pequeno pode sobrepoñerse ao ruído. O canto é unha das ferramentas coas que o
paporrubio delimita e defende o seu territorio. A inconfundible mancha do seu
peito —que dá nome á especie— tamén constitúe un sinal de alerta para os seus
competidores. É unha bandeira vermella, nunca mellor dito. Se o intruso
persiste en quedar, o dominador do territorio iniciará unha loita encarnizada.
Teñamos en conta que, como explicou Félix Rodríguez de la Fuente no seu
programa 'El planeta azul' (TVE), o paporrubio é unha das aves máis agresivas
cos exemplares da súa mesma especie. Como carece dun instinto gregario, os seus
conxéneres son para el competidores na procura de alimentos. Se o paporrubio
non presenta unha conduta agresiva co carrizo, o ferreiriño ou o reiseñor, é
porque eses paxaros ocupan un nicho ecolóxico diferente.
Ao
paporrubio gústalle a compañía do ser humano: adoita aparecer cando retiramos a
terra do xardín, e non é raro que se atreva a comer da nosa man unha miñoca ou
unhas migas de biscoito. Resulta conmovedor como constrúe os seus niños nas
potas refugadas, nas regadeiras ou nas macetas; calquera cavidade lle serve a
este paxariño, que é, por certo, un eficaz controlador de pragas.
Por
mor do seu carácter confiado e da beleza do seu canto, o paporrubio goza dunha
simpatía especial entre os británicos; de feito, en 2015 escollérono como 'ave
nacional', por diante da curuxa e do merlo. Un ano despois, o paporrubio
protagonizou o anuncio de Nadal de Waitrose, a cadea de supermercados que
abastece ao rei Carlos III ou aos duques de Cambridge. Nesta adaptación
audiovisual do conto 'Volvendo a casa', debido a Michael Morpurgo, o paxaro
viaxa desde Suecia ata o Reino Unido, pero antes de reencontrarse coa súa
parella e cunha nena que o adora, deberá enfrontarse a diversos perigos
(tormentas, neve, depredadores...). Trátase dun fermoso vídeo no que a linguaxe
simbólica non anula as denotacións, senón que as complementa.
"O
paporrubio é o meu criterio para a melodía", escribiu Emily Dickinson no
século XIX. Cando corro polo bosque e escoito os chíos do paxariño, lémbrome da
poeta estadounidense. Poderíase preparar unha antoloxía cos textos que lle
inspirou a súa ave favorita. Sería unha exquisita 'plaquette'. Eu titularíaa
'Cando os paporrubios veñan', a partir dun verso da propia Dickinson.
Hace 25 años, el cuerpo de Enrique Urquijo era encontrado sin vida en un portal del madrileño barrio de Malasaña. El cantautor tenía solamente 39 años y había salido antes de tiempo de una clínica de desintoxicación. Le habían devuelto una parte del dinero por no haber terminado el tratamiento. Esas circunstancias, un tanto sórdidas, fueron carnaza para muchos medios de comunicación, que si no lo fabricaron contribuyeron a expandir el bulo de que el líder de Los Secretos había muerto debido a una sobredosis de heroína.
Enrique Urquijo tenía tendencia a la depresión y, aunque en los últimos años no estaba enganchado, recurría a las drogas para aliviar sus síntomas emocionales y psicológicos. Pero el cantautor madrileño no había consumido heroína la noche de su muerte.
Así lo revela el informe forense que el hermano pequeño del fallecido, el también músico Álvaro, dio a conocer en 2021, con motivo de la publicación de sus memorias, 'Siempre hay un precio'. "Fue una combinación de barbitúricos —legales— y de coca base la que le causó una parada cardiorrespiratoria", resume Álvaro Urquijo. Agrega el actual líder de Los Secretos que después del subidón provocado por la coca, Enrique, como otras veces, "debió de tomar unas nueve o diez pastillas, para volver a bajar y quedarse dormido". Fue una muerte involuntaria, en fin, y sin jeringuillas de por medio. Una sobredosis de calmantes, no de heroína.
Muchos de los comunicadores de entonces, más pendientes del morbo que de la reflexión, pasaron por alto el quid de la cuestión: la depresión crónica de Enrique Urquijo, que, según Álvaro, modelaba su carácter. El autor de 'Déjame' era un tipo cariñoso, atento y con un fino sentido del humor. Pero también era temeroso y melancólico. Y en sus bajadas al infierno de la depresión, cuando las drogas lo dominaban, se comportaba de manera muy cínica con su círculo íntimo.
Warner acaba de reeditar el primer disco de Enrique Urquijo y Los Problemas (1993). Al álbum original —nuevamente mezclado y masterizado— se le han añadido algunas grabaciones inéditas, como la versión de 'Se fuerza la máquina', el clásico de Gato Pérez.
Entre ese material brilla con fuerza 'Amor se escribe con llanto', un tema del colombiano Álvaro Dalmar que María Dolores Pradera ya había popularizado en España, en clave de ranchera, a finales de los 60, y que el propio Enrique Urquijo volvería a grabar para su segundo y último disco junto a Los Problemas, 'Desde que no nos vemos' (1998). No olvidemos que nuestro protagonista fue uno de los primeros rockeros españoles que se acercó sin complejos al fecundo género de la ranchera. Con 'La calle del olvido' (1989), al frente de Los Secretos, abrió una senda que luego recorrerían Joaquín Sabina, Los Rodríguez, Danza Invisible, Revólver o La Quinta Estación. A mediados de los 90, en una entrevista para el añorado Canal +, Enrique Urquijo le confesaba a Fernando Schwartz: "Siempre me han gustado las rancheras. Ya las escuchaba en casa siendo niño. Son temas muy bonitos que, sin embargo, solo se encuentran en versiones antiguas, con muchos mariachis. Me gusta sacarlas de ese contexto y grabarlas en un estilo más actual".
Cuando era un muchacho de 12 o 13 años, me encantaba charlar con María, una entrañable vecina de mis abuelos. Sabedor de sus gustos musicales, le grabé un casete con las incursiones de Enrique Urquijo en el folclore mexicano. A la anciana señora le fascinó "el chico de la voz triste y profunda", como yo suelo llamar al maestro. Y a eso quería llegar. Tanto es el brillo del autor ('Quiero beber hasta perder el control', 'No me imagino', 'Ojos de gata', 'Cambio de planes') que la crítica suele dejar en la penumbra la expresividad del intérprete. Es injusto. Enrique Urquijo no tenía una técnica virtuosa, pero traspasaba como pocos el alma del oyente. Siempre será ese artista intergeneracional con la sensibilidad a flor de piel.
Lémbroa absorta, na redacción
central de 𝘌𝘭𝘗𝘳𝘰𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰, transcribindo as declaracións do
entrevistado. Aquela ollada lánguida ocultaba un forte carácter. Malia que era un
pouco reservada, María López Viñas e eu conectamos axiña. Axudou o feito de que
compartísemos moitos referentes musicais e literarios. Por riba, ámbolos dous
tiveramos como mentor ―en diferentes épocas― ao xornalista Javier Rivera.
Se un tema non lle motivaba, María
redactaba a nota con certa desgana, para cumprir; pero cando lle impactaban a obra,
a dialéctica ou a vida interior dos entrevistados, despregaba todo o seu
arsenal expresivo. Así, moitas das conversas firmadas pola naronesa están cheas
de matices. Vexamos dous exemplos. En 2018, Javier Urra explicáballe a María que algúns
pais educan a clientes, non a cidadáns. “El
cliente tiene la razón, el cliente exige... Y eso es un problemón”,
engadía o psicólogo clínico.Tirando do fío, a miña
compañeira, moi sagaz, preguntáballe a Urra se son eses os nenos tiranos. A
intervención da redactora dáballe pé ao autor de 𝘔𝘢𝘱𝘢𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘭para
que detallase o conflito que sofren pais e cativos.
María entrevistoume en 2011, cando saíu do
prelo a miña ópera prima, e titulou a peza xornalística deste xeito:
“Héctor Acebo soña con fermosas raparigas en 𝘊𝘢𝘮𝘢𝘴𝘥𝘦𝘩𝘪𝘦𝘳𝘣𝘢”. Esa liña, que xoga co título do
meu poemario, paréceme aínda hoxe un achado moi suxestivo; ademais, condensa admirablemente
a parte final da reportaxe publicada en 𝘌𝘭𝘗𝘳𝘰𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰. Relendo ese titular, véuseme á
mente aquel aforismo de Elias Canetti: “A rapariga que só se desviste baixo un
cometa”.
María López Viñas ―Nela, como lle dicían no seu
círculo íntimo― faleceu recentemente en Ferrol, vítima do maldito cancro. Tiña só 51 anos. Un queda coas
ganas de coñecela a fondo.
Solo España e Irlanda han tenido el acierto de
votar en contra de la propuesta de la Comisión Europea consistente en
flexibilizar la protección del lobo, lo que conllevaría cambiar su estatus de
“estrictamente protegido” a únicamente “protegido”. Esto abriría la posibilidad
de recurrir a la caza para controlar las poblaciones de los cánidos salvajes.
De todas formas, aunque el Comité Permanente
del Convenio de Berna apruebe esa modificación en la norma —habrá que esperar a diciembre para saberlo—, el lobo español seguirá blindado. Su pertenencia al Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección
Especial (Lespre) le hace contar con un marco jurídico propio.
En Europa, durante el siglo XIX y buena
parte del XX, el lobo sufrió la persecución obstinada del ser humano, que lo
consideraba una reencarnación del mal. Ello conllevó una drástica disminución
del animal salvaje (e incluso su extinción) en varios países. El Roto denunció toda aquella irracionalidad en una de sus
memorables viñetas: “La escopeta creó al lobo” (El País, 19/05/2019). Lo más
triste es que, en pleno siglo XXI, la derecha europea —y particularmente la española— utilice al cánido como munición política. Frente
a lo que sostiene el diputado Ángel López Maraver (VOX), los lobos no matan “por placer”; lo hacen para sobrevivir. Su
dieta la constituyen principalmente corzos, ciervos y jabalíes. Obviamente, atacan
a ovejas o cabras cuando se les complica encontrar presas en sus territorios.
Pero, como dijo Félix Rodríguez de la Fuente, “El lobo es la antítesis de la crueldad o la maldad gratuita. Representa
la más alta expresión entre los seres vivos del cooperativismo comunitario, la
fidelidad monolítica, la ternura, la protección a los cachorros y la defensa de
los más débiles”. ¿Recuerdan el caso de Marcos Rodríguez Pantoja, quien fue
criado por una manada de lobos en Sierra Morena? ¿Cómo es posible que unos
animales ‘tan nocivos’ tengan ese grado de empatía?
A pesar de su actitud actual, la UE ha sido
parte activa de la recuperación del lobo, una especie que no solo forma parte de
nuestro patrimonio cultural, sino que también resulta
indispensable para el equilibrio del ecosistema. El cánido —cima de la pirámide ecológica— controla las poblaciones
de jabalíes o corzos. Además, la presencia del lobo propicia que los ungulados silvestres se
estén desplazando continuamente; y de ese modo, el pasto se regenera para el
ganado. Cabe resaltar que los lobos son sanitarios de la naturaleza: por
ejemplo, cuando eliminan a jabalíes enfermos de tuberculosis, evitan que esa
grave enfermedad se expanda entre las vacas de pastoreo.
Actualmente
existen unos 20.300 lobos en toda la UE, de los cuales aproximadamente 2.800
habitan en España. La especie se encuentra lejos de un estado favorable de
conservación; por ende, el posible levantamiento de la veda de caza no responde
a criterios científicos o técnicos,sino
populistas. Vayamos a la almendra del problema. En los países europeos más
afectados, la queja generalizada de los ganaderoses que las reses domésticas a las que ataca el lobo se pagan
tarde e, incluso, por debajo de su valor real. La entidad competente —la comunidad autónoma, en el caso de España— deberá destinar más guardas forestales a las zonas
perjudicadas para agilizar la tasación de daños y el cobro de indemnizaciones. Además,
es fundamental que esos profesionales reciban formación acorde al contexto
rural en que actúan. Y para evitar que las indemnizaciones se tasen a la baja, la
entidad correspondiente tendrá que modificar los baremos. Huelga decir que el
conocimiento y la ética de los guardas resultarán determinantes para que no se sigan
produciendo fraudes en los cobros.
Hasta ahora hemos hablado de lo más urgente, pero conviene poner de
relieve que las políticas vinculadas a la coexistencia entre el lobo y los
ganaderos no pueden centrarse únicamente en
las compensaciones por daños o en acciones preventivas cortoplacistas, como proteger
el ganado con mastines, implementar pastores eléctricos o construir cercados. Se
necesita, además, que las entidades competentes lleven a cabo estrategias
rigurosas para cuidar y regenerar la biodiversidad, pues, como subraya el
biólogo vigués Pedro Alonso, el primer factor que provoca el aumento de los
ataques del lobo al ganado es el deterioro de sus hábitats (a los incendios se
unen las plantaciones masivas de eucaliptos). Primero dejamos al cánido sin
presas silvestres, y luego nos quejamos de que vaya en busca de ovejas, cuando
nosotros mismos lo estamos empujando a bajar a las aldeas.
Estes días lembreime de que devecías polas rosquillas que nos
preparaban a miña nai e a miña avoa. Comiámolas nos recreos da escola, cando
Gloria Crecente era a nosa mestra. Evoquei tamén as longas tardes que pasabamos
en Eilale, á sombra da figueira, xunto a Amadito e á túa irmá Elisa. E na
primavera, Rosa de Capelas ofrecíanos as nésperas máis deliciosas da contorna.
Tamén se me viñeron á mente os contos que eu escribía na
materia de Castelán, nos que o teu personaxe era o máis divertido, o máis chaplinesco. Relativizabas cun sorriso
todas as cousas que che sucedían, por moi duras que fosen. “Non hai problema,
ho!”. Así de tranquilo fuches sempre. Na ficción e na vida real.
A noite da túa morte esperteime destemperado, pero seguín
durmindo, pois ignoraba o ocurrido. Foi ás nove da mañá cando mamá me anunciou
a traxedia automobilística, e quedei petrificado. Tres días antes reencontrámonos.
Viñeches axiña darme unha aperta. Preguntáchesme se estaría por moitos días en
Santiso. Puxémonos ao día, pero xa sabía que no estaleiro da Veiga te valoraban
moito, como operario e como persoa; e a ti contárache meu pai que eu recentemente
retornara de Bolivia, tras máis de seis anos vivindo acolá. Despois de falar
dos teus sobriños Mateo e Tomás (que te adoraban), pregunteiche irónicamente se
ti tiveras algún bebé nos últimos tempos. Sorrindo, respondiches: “Ser pais non
entra nas nosas prioridades”.
Caía unha chuvia fina, desganada, o día que che demos
sepultura. Ese barruzo semellaba o azucre derretido das rosquillas que tanto che
gustaban. De volta a casa, faltoume valor para abrir os meus cadernos de
terceiro de primaria, que conteñen os contos onde sobresalía o teu personaxe, aquel
heroe novísimo, ameno, despistado, pleno de fazañas traxicómicas. Aínda hoxe me
costa crer que nos deixaras con só 36 anos, que non poideras erguerte despois
da caída, como tería feito o teu propio personaxe literario. Ata sempre,
querido Tino.
De esquerda a dereita, na fila de arriba, servidor, Merche Freije, Jairo Corveiras, Amadito Molejòn e Sonia Lanzós. Na fila de abaixo, Jenny Pérez, Pablo Labrada, Antonio Díaz e o falecido, Tino García.
Cando
era cativo, encantábame visitar a oficina de papá. Presidía o ambiente unha
enorme fotocopiadora, que, para min, era unha máquina de facer maxia: o
trasunto do mundo. Os segundos previos á saída da fotocopia vivíaos con gran
emoción, imaxinando con que nitidez se reproducirían a imaxe e o texto (as
letras románicas, cos seus adornos, presentaban un maior nivel de dificultade).
Moito me gustaba aquel olor metálico e picante que desprendía a fotocopiadora!
Amontóanseme os recordos con motivo da xubilación do meu pai, Fernando Acebo. Durante as últimas tres décadas, papá desempeñouse como auxiliar administrativo no concello do noso Santiso de Abres natal. Non me cega a paixón filial ó dicir que foi un funcionario exemplar. Incontables veces vino atender fóra do seu horario laboral os veciños. Chamábano ao móbil mentres ía conducindo ("Fer, poderías facerme un favor?"), tocaban o timbre da nosa casa, espertábano da sesta —que para el é sacra—, e sempre respondía cun sorriso. Facía todo o que estaba na súa man para orientar ós santiseiros e facilitarlles os trámites burocráticos.
Non tardei en darme conta de que
papá, no seu ambiente de traballo, representaba todo o contrario a un
arribista, o cal é moito dicir, tal e como están as cousas. Trataba da mesma
maneira a un bolseiro, a un concelleiro, a un alcalde ou a un presidente
autonómico. Era disciplinado pero non severo, por iso fixo grandes amigos nas
oficinas. Lémbrome de cando Isabel Lastra pechou un exitoso ciclo como
secretaria do concello de Santiso. Aquela tarde, ó volver do traballo, papá
sentou nas escaleiras da nosa casa e rompeu a chorar. "Vou botar moito en
falta a Isabel; xa nada será o mesmo sen ela", confesoulle a mamá. Nos
anos 90 e nun contexto eminentemente rural, onde o machismo contaminábao todo,
non era habitual que un home dese renda solta ás súas emocións, por iso esa
escena impactoume e influíume moito.
Dicía papá, referíndose a Isabel,
que unha excelente profesional é insubstituíble, pois o factor humano marca a
diferenza no traballo. Esa tese podemos aplicala hoxe á figura do propio
Fernando, quen xa goza dun merecido descanso. Poderán vir outros que o fagan
igual de ben que el, pero non coma el. Papá fai honra ó noso apelido: é tan
nobre coma a madeira do acevo. Estou seguro de que concordarán comigo os seus
infatigables compañeiros (Isabel Lastra, Javier Corveiras, Asun Barthe ou
Sheila Amor), os seus admirados alcaldes (Jesús Ferreiro, Tirso Miranda e
Clemente Martínez) e, por suposto, os veciños máis agradecidos.
El presidente de la Argentina, Javier Milei, asegura, con todo el tupé del mundo, que tiene en 'match point' a Pedro Sánchez. Un gobernante que se toma a risa la crisis diplomática entre dos países se descalifica a sí mismo, máxime teniendo en cuenta que la Argentina y España comparten importantes flujos migratorios desde el final del s. XIX. Milei ha entrado de lleno en la campaña orquestada por la ultraderecha española para desprestigiar de la forma más rastrera al Gobierno de Sánchez, y no está dispuesto a pedir perdón por llamar "corrupta" a Begoña Gómez, la esposa de su homólogo. Esa negativa ha supuesto que España retire definitivamente a su embajadora de Buenos Aires, María Jesús Alonso, una medida bastante oportunista.
Milei se autodefine como "el máximo exponente de la libertad a nivel mundial". Se le olvida al histrión argentino el principio básico de la convivencia democrática: la libertad de uno termina donde comienza la libertad del otro, parafraseando a Albert Camus. Indudablemente, Milei se ha excedido en el uso de su libertad de expresión. Al llamar "corrupta" a Gómez la ha calumniado, porque no existen indicios de delitos de tráfico de influencias por parte de esta señora, como ha concluido en un informe la UCO (órgano central de la Policía Judicial), tras la denuncia del sindicato Manos Limpias. Incluso el presidente argentino ha llegado a afirmar que Sánchez "se ensucia" por culpa de su esposa. La calumnia no tiene espacio en el tablero democrático, porque atenta contra la integridad de una persona, en tanto que mancha su reputación.
La ética de Milei se encuentra en el cajón del olvido, como todo aquello que no está orientado al espectáculo grotesco y al rendimiento económico.
Algunos futboleros le llamaban, despectivamente, «el filósofo», y eran ellos los que quedaban a la altura del betún con esas palabras. En un ámbito donde nunca ha abundado la lucidez, el entrenador argentino César Luis Menotti —recientemente fallecido— nos enseñó a distinguir los matices del juego, yendo a contrapelo del fanatismo. Incluso aunque no siguieses el fútbol, te subyugaba con su riquísima retórica. Melómano absoluto, más de una vez lo escuché comparar un equipo con una orquesta sinfónica. Ciertamente, la selección argentina que ganó el Mundial ‘78 se movía al son que marcaba su director, el propio Menotti, pero jamás sacrificaba la improvisación. El entrenador rosarino siempre tuvo claro que los jugadores excelsos —los solistas— necesitan libertad para marcar la diferencia, pero cuando terminan de elaborar una jugada, deben ajustarse al ritmo de la orquesta. Menotti, parafraseando a Borges, definía el fútbol como «orden y aventura».
En una ocasión, un periodista le preguntó si su sistema de juego era el 4-4-2. «¡Esos son números de teléfono!», respondió Menotti con una sonrisa maliciosa. Esa réplica puede parecer una boutade, pero lo cierto es que, para nuestro protagonista, la única verdad futbolística estaba en el campo y en el balón. Por eso no se enfocaba en la pizarra, sino en acciones concretas que ensayaba mucho durante los entrenamientos.
En 1983, Menotti fue contratado por el Barcelona, donde descollaba su compatriota Maradona, que ya había estado a sus órdenes en la selección y que se lesionaría gravemente aquella temporada. El técnico rosarino siempre se refería a él como Diego, en un tono muy afectivo. Un año después, el Flaco renunciaría a su cargo por problemas personales. No logró conquistar la Liga, pero sumó a la vitrina culé tres títulos (una Copa del Rey, una Supercopa de España y una Copa de la Liga). Sin embargo, su mayor aportación a Can Barça fue el rescate del estilo preciosista de ataque, que hoy es innegociable en el club. En ese sentido, Menotti ejerció de gozne entre otros dos tótems del juego posicional: Michels (1971-1975 y 1976-1978) y Cruyff (1988-1996). El argentino solo creía en el contragolpe como un recurso, como un efecto sorpresa, no como algo planificado. No es de extrañar que el máximo exponente del fútbol ofensivo de este siglo, Guardiola, lo admirase tanto. De acuerdo con el entrenador del Manchester City, «César era todo: ingenio, educación, inteligencia. Hacía de su palabra poesía y siempre fue fiel a sus convicciones».
Menotti le otorgaba mucha importancia al factor psicológico y empoderaba a sus jugadores. En el marco del Mundial Juvenil de Toulón (1975), el entonces seleccionador de Argentina llevó a sus muchachos a ver un partido en el que Alemania Occidental se salió. Al término del encuentro, uno de los jugadores más humildes y enjutos del conjunto albiceleste exclamó con preocupación: «¡César, los alemanes son fortísimos!». Menotti, con una agilidad mental admirable, le respondió: «¿Fuertes? ¡No diga bobadas! Si a cualquiera de esos rubios lo llevamos a la casa donde usted creció, a los tres días lo sacan en camilla. Fuerte es usted, que sobrevivió a toda esa pobreza y juega al fútbol diez mil veces mejor que estos tipos». Conocemos esa brillante anécdota gracias a Valdano, quien fue convocado por el Flaco para disputar aquel Mundial Juvenil que Argentina terminaría ganando.
De Menotti hasta resultaba atractivo su aspecto. A mí siempre me pareció un dandy revolucionario. Vestía de traje y corbata, pero a la vez tenía un toque callejero, con aquella media melena y aquella delgadez que acentuaban sus más de 190 centímetros de estatura. Algún necio lo criticó por ser un izquierdista que conducía grandes cupés. ¡Como si fuesen incompatibles la sensibilidad social y el buen gusto…! Resulta fácil imaginar al Flaco en un restaurante sofisticado de Buenos Aires, tomando whisky y lanzando diatribas contra los «poderes infames». Brindamos a tu memoria, maestro Menotti.
Cuatro secuencias podrían condensar mi último viaje a Galicia. Traigo aquí ese material para hacerle un corte de mangas al tiempo y al espacio, a la manera de los montadores cinematográficos.
1. Al volver de un grato almuerzo con mi amigo Alfonso Riveiro, director de El Progreso, me reuní con papá en el lucense parque Rosalía de Castro. Allí vimos un mirlo muy robusto. Devoraba con fruición los frutos de un acebo e intercalaba sutilmente algunas notas. Vino a mi mente la poética forma en que Cipriano Arribas Sánchez describió a esa especie: «Es músico si le enseñan». Paralelamente, me acordé del mirlo que, durante años, acudió cada día al jardín de mis padres. Lo alimentábamos con migas de pan y de galletas; a cambio, él nos saneaba la tierra y nos regalaba hermosísimas serenatas. Anidaba en el cementerio, y cuando enterramos a mi abuelo, su silbido se escuchaba más claro y rasgado que nunca. Pensándolo bien, no necesitó que nadie le enseñase a ser músico; él me enseñó a mí; no en vano, le llamaba ‘Mestre’. Y ahora, en mis clases de Expresión Oral y Corporal, pongo como ejemplo sus inflexiones vocales, ricas en matices.
2. Mi tía Elvira emigró a Buenos Aires en los años 50 del siglo pasado. Ella me enseñó aquellos americanismos —‘pileta’, ‘vereda’, ‘boliche’, ‘pibe’…— que tanta gracia me hacían de niño y que ahora también empleo, pues vivo en Bolivia desde hace seis años. Pese a que solo disfruté su compañía durante dos veranos, la tía y yo estábamos muy unidos. Lisa de Mediante me cuidó durante la infancia, haciendo gala de una paciencia infinita. Cuando veíamos pasar un avión, Lisa siempre me decía en tono cariñoso: «Mira, Hectorín, aí vai a tía Elvira! Vai nese avión, camín da Arxentina». De esa forma, mezclando fantasía y realidad, recordábamos a la hermana de mi abuelo Paco. Ahora, en nuestro Santiso natal, cuando vemos el rastro de un avión, mi madre y yo evocamos a Lisa de Mediante y a Elvira de Robaín. Les hubiera gustado saber que comparten protagonismo en esa escena, pues se tenían mucho aprecio. A ellas sea la gloria.
3. Hubiera repetido con mis padres la caminata por las medievales calles de Mondoñedo, hubiera seguido analizando con mis viejos amigos el binomio política-religión, hubiera vuelto a quedar con mi audaz amiga en el aeropuerto, donde ni siquiera nos terminamos las hamburguesas (lo importante era la charla y disponíamos de poco tiempo), hubiera concluido la lectura de la autobiografía de Woody Allen que me compré en Ribadeo, pero, como dicen aquí, ‘ni modo’, debo retornar al trabajo.
4. Ya en Cochabamba, le dije al taxista que mi casa estaba ‘a dos cuadras del surtidor’. Inexplicablemente, pasamos por tres o cuatro surtidores. La ciudad olía a soledad y a deseo insatisfecho.