Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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sábado, 7 de noviembre de 2020

LA POLARIZACIÓN EN BOLIVIA

Según la filósofa alemana y judía Hannah Arendt, “La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres”. La esencia de la política sería, por ende, resolver las diferencias mediante el diálogo. Me temo que los dos últimos mandatarios de Bolivia no tuvieron en cuenta la enseñanza de la autora de 'La banalidad del mal'. Amparados en retóricas extremadamente polarizantes, el socialista Evo Morales y la ultraconservadora Jeanine Áñez fomentaron la división entre los bolivianos, olvidando que un gobierno representa a todo un país, no sólo a los votantes de un partido político concreto.


Comencemos hablando de Morales. Indudablemente, durante su mandato, entre 2006 y 2019, el político del MAS (Movimiento al Socialismo) le dio un giro sociocultural al país andino. Morales no sólo invirtió generosamente en programas sociales, reduciendo la pobreza extrema a la mitad, sino que también brindó un reconocimiento sin parangón a los grupos indígenas de Bolivia, oficializando, verbigracia, 34 lenguas vernáculas. En un tuit publicado el 26 de abril de 2019, Morales citaba a Mandela: “Debemos actuar en conjunto, como un pueblo unido, para lograr la reconciliación nacional y la construcción de la nación, para alentar el nacimiento de un nuevo mundo”. Pero, paradójicamente, en los últimos tiempos, el dirigente del MAS no predicó con el ejemplo del expresidente de Sudáfrica; su retórica excluyente (racismo a la inversa) caldeó el ambiente. Morales habló —y lo sigue haciendo— de “blancos sanos de las ciudades” bolivianas, refiriéndose a los políticos de esa etnia que en algún momento se aliaron con los indígenas. ¿Acaso no es una forma de supremacismo considerar enfermos (moralmente) a aquellos blancones andinos que se alejan de los postulados izquierdistas e indigenistas? En fin, durante el último gobierno de Morales, la gente de la ciudad se sintió desplazada: ‘raleada’ —me encanta el término—, como dicen coloquialmente en Cochabamba, donde vivo, o Tarija.
Por otro lado, Morales, durante su mandato, utilizó despectivamente el calificativo ‘derechista’, asociándolo con los maleantes y los fracasados. Pero el discurso de nuestro protagonista tuvo un efecto boomerang: los habitantes de las urbes protagonizaron las movilizaciones acontecidas el año pasado tras el proceso electoral truncado, en el que, según la OEA (Organización de Estados Americanos), hubo una “manipulación dolosa” e “irregularidades graves”. Como es sabido, dichas movilizaciones trajeron consigo la renuncia y el exilio de Morales.
Con respecto a Jeanine Áñez, recordemos que el 12 de noviembre de 2019, dos días después de la renuncia de Morales, la Asamblea Legislativa Plurinacional eligió por sucesión constitucional a esta presidenta interina, con el fin de ‘pacificar’ el país y administrar la transición hacia unas nuevas elecciones. Dije entonces, en un artículo, que Bolivia no se pacificará plenamente si una parte se impone sobre la otra. Pues bien, Áñez, desde el comienzo de su corto mandato, hizo todo lo contrario a apaciguar los ánimos; alentó al odio contra el MAS y, por extensión, contra muchos bolivianos (indígenas, fundamentalmente) que comparten el ideario de ese partido, al margen de que apoyen o no a Morales. ¿No debería una presidenta transitoria procurar la neutralidad política?
En enero, aprovechando el escaparate que le brindaba la presidencia (y extralimitándose, por consiguiente, en sus funciones), Áñez se posicionó como candidata a las elecciones; pero ocho meses después dio un paso atrás al ver que las encuestas la situaban en un triste cuarto lugar. Su justificación deja a las claras la visión disgregadora y elitista que tiene de Bolivia: “Hoy dejo mi candidatura a la presidencia de Bolivia para cuidar la democracia. No es un sacrificio, es un honor, porque lo hago ante el riesgo de que se divida el voto democrático entre varios candidatos y que a consecuencia de esta división el MAS acabe ganando la elección. Lo hago por la unidad de los que amamos la democracia”. Señora Áñez, la democracia está por encima de las ideologías políticas, precisamente porque, gracias a dicho sistema, podemos expresar nuestros pensamientos, nuestras convicciones, y votar a un partido u otro. Le guste o no, el MAS forma parte del tablero político; y usted utilizó su poder para cercenar la pluralidad y saciar sus intereses personales.
Ya con Áñez en el poder, durante los conflictos sociopolíticos del pasado año, en Sacaba (Cochabamba) y Senkata (La Paz), se produjeron episodios de cruenta violencia entre los seguidores del MAS y las fuerzas del orden, cuyas actuaciones represivas ya fueron tildadas entonces de “desproporcionadas” por la ONU, causando 20 muertos. La comisión legislativa que ha investigado esos hechos, acaba de desvelar que las muertes fueron ocasionadas por armas de las fuerzas del orden. Un capítulo negro que involucra al Gobierno interino. Esas actuaciones encierran, a mi modo de ver, un odio enconado a las etnias indígenas (el racismo en Bolivia sigue siendo estructural). No parece casual que, durante la primera de esas fortísimas represiones —la sucedida en Sacaba—, las Fuerzas Armadas y la Policía actuaran amparadas por un decreto presidencial que los eximía de responsabilidades penales.
Cabe resaltar también que el Gobierno de México les otorgó el derecho de asilo a siete dirigentes del MAS que, desde la renuncia de Morales, se encuentran refugiados en la embajada del país nortemaricano ubicada en La Paz. Sin embargo, el Gobierno de Áñez se negó en rotundo a conceder salvoconductos a esas autoridades masistas: una actitud, tristemente, revanchista.
El MAS ganó de forma rotunda —y sin ningún atisbo de fraude— las últimas elecciones de Bolivia. Luis Arce (ministro de Economía durante 12 de los casi 14 años que gobernó el mencionado partido político) tomará posesión de su cargo de presidente el 8 de noviembre. Su mayor reto, además de levantar económicamente a un país vapuleado por los efectos de la pandemia, es, sin duda, tender puentes entre los bolivianos, derribando prejuicios y contemplando la diversidad —Bolivia es muy plural— como una fuente de riqueza. Arce debe tratar de superar los discursos dogmáticos imperantes hasta la fecha, promovidos desde un bando u otro. Pero el MAS no ha comenzado con buen pie su nueva etapa; pese a las protestas de los senadores de otros grupos, el 27 de octubre modificó a su favor el reglamento de la Asamblea Legislativa Plurinacional, eliminando el requisito de los dos tercios para la aprobación de ciertas competencias. Así, los socialistas no necesitarán hacer consenso con las otras fuerzas políticas en once decisiones, incluyendo la ratificación de ascensos militares y policiales. Esa muestra de autoritarismo no transmite confianza, y ha provocado que algunos ciudadanos bloqueen las calles de diferentes ciudades como medida de protesta.
Para lograr la reconciliación nacional, creo que Arce debería distanciarse lo máximo posible de Morales, quien ha anunciado que retornará a Bolivia el 9 de noviembre —se encuentra exiliado en la Argentina—, después de que la justicia de su país haya anulado una orden de aprehensión en su contra por motivos de sedición y terrorismo, la cual había sido interpuesta por el Gobierno de Áñez. El discurso del expresidente —aún hoy radicalmente polarizante y revanchista— no ayuda a que cicatricen las heridas. Buena parte del pueblo boliviano no olvida el personalismo, la borrachera de poder de sus últimos años como mandatario. De hecho, la crisis sociopolítica del país andino surge cuando el entonces presidente boliviano modificó la Constitución para postularse por cuarta vez consecutiva a unos comicios, pasando por alto los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, cuando un 51,30% de bolivianos rechazó que se tocase la Carta Magna. Parafraseando al Woody Allen de ‘Annie Hall’, Morales es ya un tiburón incapaz de nadar. Pero un tiburón, a fin de cuentas, que en la distancia corta podría devorar a Arce, su delfín. Tengamos en cuenta que Morales, aunque no vaya a cumplir ningún papel en el Gobierno, sigue siendo el presidente del MAS.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 06/11/2020)

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