Sara Khadem es una ajedrecista iraní
premiada internacionalmente. El 26 de
diciembre esta chica de 25 años se presentó con la cabeza descubierta —un
delito según la ley islámica— en el Mundial de Ajedrez Rápido, que tuvo lugar en Kazajistán. «Antes del Mundial, cuando viajaba a los torneos solo me
ponía el velo si había cámaras, porque representaba a Irán. Pero con el velo no
soy yo, no me siento bien, y quería terminar con esa situación. Y decidí no
ponérmelo más», confesó recientemente a Leontxo García, periodista de El País. Por supuesto, jugar
sin el hiyab fue una muestra de apoyo a las protestas que comenzaron en su país
el pasado 14 de septiembre, cuando Mahsa Amini falleció a los 22 años tras ser
golpeada y detenida por
la policía de la moral en Teherán, so pretexto de llevar mal colocado el velo. Una
vez concluido el campeonato internacional, Sara Khadem decidió exiliarse en
España, para evitar posibles represalias.
Me parece muy expresiva la fotografía
que encabeza la mencionada entrevista de El País. Ximena y Sergio captaron a
una chica risueña, valiente, segura de sí misma, ante un tablero de ajedrez. Su
mirada mantiene el brillo de aquella niña prodigio del juego de mesa. Enfundada
en una chaqueta de cuero, Sara Khadem muestra sus brazos y la palma de su mano
izquierda: son símbolos de verdad, de libertad, de rebeldía. La kinésica de la
iraní nos sugiere esta pregunta: ¿por qué ha de ser incompatible que una mujer
profese amor a Alá y vista con ropa ceñida, orgullosa de su cuerpo? Vuelvo a ver la foto y me acuerdo de Dodo, el personaje más carismático
del filme ‘Rompiendo las olas’, que Lars von Trier ambientó en la Escocia de
los años 70 del siglo pasado. Dodo, mirlo blanco, era forastera en una villa costera
de fuerte raigambre calvinista, donde trabajaba de enfermera. Durante una
discusión con su amiga Bess, Dodo resaltó la actitud radicalmente patriarcal de
la mayor parte de los vecinos. «Pero vives aquí. Y vas a la iglesia», le reprochaba Bess. «Pero yo
veo las cosas desde mi punto de vista», le respondía, contundente, Dodo.
No está de más tener presente que, durante la Edad Media,
Europa era aún más represora que los actuales regímenes talibanes. Entonces, la
Iglesia católica castigaba sistemáticamente las herejías con una brutalidad inusitada.
Por ejemplo, en 1600, la Santa Inquisición envió a la hoguera al insigne
filósofo y astrónomo Giordano Bruno por expresar teorías que hoy son
irrebatibles, como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol o que la materia
del universo está compuesta por átomos. Desde la perspectiva de género, cabe
recordar el asesinato, en el s. V., de Hipatia de Alejandría. La gran
pensadora y matemática, que se oponía firmemente a los abusos del poder
religioso, fue desnudada en público y descuartizada por una caterva de
fanáticos.
Afortunadamente, a partir de la Revolución Francesa,
Europa construyó los cimientos de la secularización. Así, las diferentes
esferas de la acción humana (política, derecho, economía, arte, vida íntima…)
comenzaron a emanciparse de la tutela del poder religioso. Pese a algunos
hiatos —guerras,
dictaduras—, los musulmanes, los judíos o los ateos
pasaron a tener los mismos derechos que los católicos. Ese es el espejo en el que actualmente se miran tantos
iraníes. Desde hace más de cuatro meses, hombres y mujeres de diferentes clases
sociales —jóvenes,
sobre todo—
exigen el desmantelamiento de la república islámica
de su país. Están hartos de que el Talibán,
debido a su interpretación literal y extrema del Corán, degrade a las
musulmanas. Para ellos, el velo es una metáfora de ese ostracismo, que se traduce en
prohibiciones sexistas como acudir a eventos deportivos, cantar y bailar fuera
de la casa, sacarse el pasaporte sin la autorización del marido, sentarse en el transporte público al lado de un
varón que no sea su esposo... Por no hablar de que en el
Parlamento las mujeres solo ocupan 16 escaños de 290.
Ni siquiera la fuerte represión ayatolá, que
ya deja más de 300 civiles muertos, aparta de su
lucha por la democracia a tantos iraníes. Se está empezando a cumplir el deseo que Adonis, poeta sirio, expresó en 2014: «Repensar el islam a la luz de la modernidad».
(Publicado en El Progreso, 01/02/2023).
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