Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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jueves, 30 de mayo de 2024

ÉTICA PARA MILEI

El presidente de la Argentina, Javier Milei, asegura, con todo el tupé del mundo, que tiene en 'match point' a Pedro Sánchez. Un gobernante que se toma a risa la crisis diplomática entre dos países se descalifica a sí mismo, máxime teniendo en cuenta que la Argentina y España comparten importantes flujos migratorios desde el final del s. XIX. Milei ha entrado de lleno en la campaña orquestada por la ultraderecha española para desprestigiar de la forma más rastrera al Gobierno de Sánchez, y no está dispuesto a pedir perdón por llamar "corrupta" a Begoña Gómez, la esposa de su homólogo. Esa negativa ha supuesto que España retire definitivamente a su embajadora de Buenos Aires, María Jesús Alonso, una medida bastante oportunista.

Milei se autodefine como "el máximo exponente de la libertad a nivel mundial". Se le olvida al histrión argentino el principio básico de la convivencia democrática: la libertad de uno termina donde comienza la libertad del otro, parafraseando a Albert Camus. Indudablemente, Milei se ha excedido en el uso de su libertad de expresión. Al llamar "corrupta" a Gómez la ha calumniado, porque no existen indicios de delitos de tráfico de influencias por parte de esta señora, como ha concluido en un informe la UCO (órgano central de la Policía Judicial), tras la denuncia del sindicato Manos Limpias. Incluso el presidente argentino ha llegado a afirmar que Sánchez "se ensucia" por culpa de su esposa. La calumnia no tiene espacio en el tablero democrático, porque atenta contra la integridad de una persona, en tanto que mancha su reputación.

La ética de Milei se encuentra en el cajón del olvido, como todo aquello que no está orientado al espectáculo grotesco y al rendimiento económico.

(Publicado en El Progreso, 28/05/2024).

sábado, 11 de mayo de 2024

MENOTTI: EL FÚTBOL SINFÓNICO

    Algunos futboleros le llamaban, despectivamente, «el filósofo», y eran ellos los que quedaban a la altura del betún con esas palabras. En un ámbito donde nunca ha abundado la lucidez, el entrenador argentino César Luis Menotti —recientemente fallecido— nos enseñó a distinguir los matices del juego, yendo a contrapelo del fanatismo. Incluso aunque no siguieses el fútbol, te subyugaba con su riquísima retórica. Melómano absoluto, más de una vez lo escuché comparar un equipo con una orquesta sinfónica. Ciertamente, la selección argentina que ganó el Mundial ‘78 se movía al son que marcaba su director, el propio Menotti, pero jamás sacrificaba la improvisación. El entrenador rosarino siempre tuvo claro que los jugadores excelsos —los solistas— necesitan libertad para marcar la diferencia, pero cuando terminan de elaborar una jugada, deben ajustarse al ritmo de la orquesta. Menotti, parafraseando a Borges, definía el fútbol como «orden y aventura».



    En una ocasión, un periodista le preguntó si su sistema de juego era el 4-4-2. «¡Esos son números de teléfono!», respondió Menotti con una sonrisa maliciosa. Esa réplica puede parecer una boutade, pero lo cierto es que, para nuestro protagonista, la única verdad futbolística estaba en el campo y en el balón. Por eso no se enfocaba en la pizarra, sino en acciones concretas que ensayaba mucho durante los entrenamientos.

  En 1983, Menotti fue contratado por el Barcelona, donde descollaba su compatriota Maradona, que ya había estado a sus órdenes en la selección y que se lesionaría gravemente aquella temporada. El técnico rosarino siempre se refería a él como Diego, en un tono muy afectivo. Un año después, el Flaco renunciaría a su cargo por problemas personales. No logró conquistar la Liga, pero sumó a la vitrina culé tres títulos (una Copa del Rey, una Supercopa de España y una Copa de la Liga). Sin embargo, su mayor aportación a Can Barça fue el rescate del estilo preciosista de ataque, que hoy es innegociable en el club. En ese sentido, Menotti ejerció de gozne entre otros dos tótems del juego posicional: Michels (1971-1975 y 1976-1978) y Cruyff (1988-1996). El argentino solo creía en el contragolpe como un recurso, como un efecto sorpresa, no como algo planificado. No es de extrañar que el máximo exponente del fútbol ofensivo de este siglo, Guardiola, lo admirase tanto. De acuerdo con el entrenador del Manchester City, «César era todo: ingenio, educación, inteligencia. Hacía de su palabra poesía y siempre fue fiel a sus convicciones».

    Menotti le otorgaba mucha importancia al factor psicológico y empoderaba a sus jugadores. En el marco del Mundial Juvenil de Toulón (1975), el entonces seleccionador de Argentina llevó a sus muchachos a ver un partido en el que Alemania Occidental se salió. Al término del encuentro, uno de los jugadores más humildes y enjutos del conjunto albiceleste exclamó con preocupación: «¡César, los alemanes son fortísimos!». Menotti, con una agilidad mental admirable, le respondió: «¿Fuertes? ¡No diga bobadas! Si a cualquiera de esos rubios lo llevamos a la casa donde usted creció, a los tres días lo sacan en camilla. Fuerte es usted, que sobrevivió a toda esa pobreza y juega al fútbol diez mil veces mejor que estos tipos». Conocemos esa brillante anécdota gracias a Valdano, quien fue convocado por el Flaco para disputar aquel Mundial Juvenil que Argentina terminaría ganando.

    De Menotti hasta resultaba atractivo su aspecto. A mí siempre me pareció un dandy revolucionario. Vestía de traje y corbata, pero a la vez tenía un toque callejero, con aquella media melena y aquella delgadez que acentuaban sus más de 190 centímetros de estatura. Algún necio lo criticó por ser un izquierdista que conducía grandes cupés. ¡Como si fuesen incompatibles la sensibilidad social y el buen gusto…! Resulta fácil imaginar al Flaco en un restaurante sofisticado de Buenos Aires, tomando whisky y lanzando diatribas contra los «poderes infames». Brindamos a tu memoria, maestro Menotti.