Adoro esta secuencia de Besos robados (François Truffaut, 1968). El joven romántico trata de superar sus problemas de timidez y de seguridad frente al espejo, pronunciando de forma reiterada y compulsiva (como una cantinela) su propio nombre y los nombres de las dos mujeres por las que se siente atraído: el fulgoroso amor (no correspondido) de su vida y la elegante señora que llama, obstinada, a sus puertas. Christine Darbon, Fabienne Tabard y Antoine Doinel. Por este orden.
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