En el supermercado. Me dispongo a pagar unas latas de cerveza, y la cajera me sonríe. Es una extraña sonrisa que se prolonga, incluso cuando no me mira... Yo permanezco impasible, y cuando me dispongo a pagar, sin abandonar la sonrisa, me pregunta: "¿Mayor de edad?". "Claro; ¿es necesario que te muestre el DNI? ¿De verdad aparento unos 16 años?", le respondo sorprendido. Una agradable señora, riéndose, me dice: "¡Oye, eso que te acaba de decir la cajera, es un piropo". ¿Lo es? Si tuviera 40 años, no lo dudaría. En cualquier caso, la cajera es la primera persona en muchos años (desde el ocaso de la adolescencia, creo) que me recorta la edad: de ahí mi sorpresa. Por cierto, el pago, más allá del mencionado diálogo, lo efectúo sin ninguna interferencia.
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