El amigo y colega David Briz, extremeño, me recuerda que anteayer se cumplieron diez años de nuestra entrada en la Universidad. Verdad que yo también esperaba más de ciertas asignaturas y de algunos profesores, pero el balance que hago es, desde luego, positivo. Además del necesario aprendizaje (teórico, mucho más que práctico, eso sí) adquirido en las aulas durante ese lustro, puedo decir —orgulloso— que conservo grandes amigos (alumnos y docentes) de entonces. Gente —como el propio Briz, tan íntegro— que, sin duda, me ha marcado, que me ha ayudado a ser mejor persona... Espero que ese influjo sea imborrable.
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Madrid, 3 de octubre de 2005: la urgencia de aprender, de conocer gente nueva, de escuchar muchas historias; la sed de belleza y libertad, de viajar física y mentalmente; el deseo de vivir en una ciudad grande (¡ah, Madrid!), de dinamitar dogmas y estereotipos... Huelga decir que ya no somos aquellos adolescentes, pero me consta que a algunos de nosotros nos siguen moviendo las pulsiones citadas, igual que otras de naturaleza parecida.
Gracias a todos los que me habéis enseñado algo en este viaje que, efectivamente, continúa. Gracias, también, por entenderme (o por intentarlo al menos).
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