En la última clase de Expresión Oral y Corporal, con motivo
de la muerte de Pau Donés, les explicaba a mis jovencísimos estudiantes que ‘La
flaca’ —como ‘El lado oscuro’— es un blues-rock
que puede bailarse a ritmo de chachachá.
Inevitablemente, durante esa clase virtual, regresé al verano
del 97. Me vi conversando con un amiguito durante las fiestas patronales de
nuestro Santiso natal: escena nocturna en plano medio. “¿Has escuchado la
canción del anuncio del disco ‘Carácter latino’?”. “Sí, es buenísima. ¿Quién la
canta?”. “No sé, pero creo que se titula ‘La flaca’… Me recuerda a Juan Perro”.
Lo cierto es que —subyugado— tardé pocos días en comprarme el
mencionado recopilatorio colectivo, detrás del cual estaba la marca de cigarrillos
Ducados; y, en los estertores del verano, adquirí también el entonces único disco
del grupo liderado por Pau Donés, Jarabe de Palo, al que daba título
precisamente el tema ‘La flaca’. Con sólo 9 años, yo ya era un enfermo de la
música, y este arte me condujo a la poesía. Del primer éxito de Jarabe de Palo,
diría que me impresionó la ajustada mezcla de sabores: lo coloquial y lo
sofisticado, la punzante añoranza y la tórrida sensualidad…
En ‘La flaca’, Pau Donés cantó —metafóricamente— a un “coral negro de La Habana”, con “dos soles” en la cara “que, sin palabras, hablan”. Más de veinte años después, yo sigo buscando a la Flaca. Pero no hablo de una chica en particular, sino de la belleza en todas sus formas: pasión, misterio, aventura, verdad, conocimiento…
Si no me hubiera adentrado en la poesía y en la música a una
edad tan temprana, sería alguien distinto, porque, inevitablemente, las artes
modelan nuestro carácter. Tal vez ni siquiera hubiera emigrado a Bolivia… Pero
las letras, las melodías, las armonías y los ritmos me impulsaron a escoger
siempre el camino menos transitado.
[Artículo publicado en El Progreso de Lugo, 12/06/2020]
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