Reconozco su talento, pero Robin Williams (que en paz descanse) no era santo de mi devoción. A menudo me parecía poco contenido, excesivamente dramático para el cine. Hablo de un arte que potencia el rostro gracias al montaje (su código principal), y en este terreno a mí me emocionan los actores que parecen no actuar, que no se notan. Los abundantes aderezos, generalmente, me distancian de una historia, de un planteamiento poético e, incluso, del humor. Cinematográficamente, y cito a cuatro iconos versátiles y sobrios, mis referentes interpretativos serían Cary Grant, Henry Fonda, William Holden y Jean Seberg. Y, por supuesto, los modelos (actores no profesionales pero muy creíbles) de Robert Bresson. Cuestión de gustos...
El actor Robin Williams, recientemente fallecido.
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