Desde que era un muchacho —diría que desde los 14 años, cuando sentí palpitar dentro de mí la sensibilidad social—, me considero de izquierdas. Pues bien, tal y como yo la concibo (dentro, siempre, de un marco democrático), esa ideología fue descrita estupendamente por el poeta portugués Eugénio de Andrade:
"La izquierda a la que pertenezco rechazará siempre la iniquidad y todas las formas de represión: tendrá en cuenta las nuevas realidades, no sólo del hombre con el hombre, sino también del hombre con las cosas; redistribuirá con mano justa no sólo los bienes de la tierra, sino también las verdades y los poderes. La izquierda a la que pertenezco sabrá que una de esas verdades es el cuerpo, que uno de esos poderes es el deseo. Y nunca olvidará que el hombre tiene derecho al placer"
Estas palabras —justas, creo yo, en el contenido y en la forma— se las leí a Andrade en una entrevista concedida, allá por 2001, a El País. No he dejado de creer nunca en la izquierda democrática y avanzada que describe el admirable poeta luso.
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