Alba María ha irrumpido con fuerza en el panorama musical gallego. La novísima cantautora viguesa viene de publicar Aínda, donde impregna de imaginación poética y rebeldía diversos géneros populares, como la habanera, el jazz o la bossa nova. Un debut espléndido.
La cantautora Alba María. |
Dentro de mi generación, Alba María —sagaz
cantautora viguesa de 20 primaveras— es una de las artistas con la que más
conecto ética y estéticamente. En abril del pasado año, Alba resultó vencedora
del “I Certame de Canción de Autor en Galego ‘Concello de Teo’”. Dicho premio
le permitió publicar, en diciembre, su preciosa ópera prima, Aínda (aCentral Folque),
compuesta por ocho piezas. Es un disco enérgico y, al mismo tiempo,
delicado, situado en ese punto crucial donde la sugerencia y la afirmación no
sólo confluyen, sino que se retroalimentan. Hace falta un notable dominio del
lenguaje escrito y musical para transitar sin titubeos —como es el caso— por
tan resbaladizo punto. Sí, estamos asistiendo a las primeras e inspiradas
manifestaciones de una creadora de fuste.
La temática de Aínda es, en gran medida,
realista; desde una perspectiva crítica, Alba María toca problemas de
actualidad como la emigración juvenil (“Habaneira de Berlín”) o el paro
(“Levando a lúa na saia”), además de reflejar su conciencia de género
(“Cabaleira”, “Pretéritas perfectas”). Pero aunque parta de la realidad, esta
cantautora no descuida la dimensión imaginativa, dándoles así a los textos un
marchamo poético: “’Onde é que vai cabaleira? / Non sabe que é a
primeira / En perder?’ // Vencer vencer perdendo a guerra
/ Vencer contando as infeccións / Botando pus coiraza-costra / Vencer
comprendendo que loitamos / Por terra mar e papel / Vencer vencer
l’amour est un oiseau rebelle”.
En esas representativas
estrofas, Alba María, al cambiar de género un sustantivo originalmente
masculino (“cabaleira”), al emplear una valiosa paradoja (“Vencer vencer
perdendo a guerra”) y al intertextualizar con pericia a Georges Bizet (“L’amour est un oiseau rebelle”),
nos ofrece un universo tirante, complejo, pleno de matices. No podía ser de
otra forma: la viguesa sabe que renunciar al vuelo imaginativo significaría
empobrecer la realidad recreada. Desde luego, la mirada de esta chica
—combativa y soñadora— arroja esperanza sobre una generación (la nuestra)
desencantada ante la usura imperante: “Aínda non se vestiron de loito todas as
teclas dos pianos, e súan tinta aínda as páxinas dos cadernos”, leemos en el
libreto del álbum de la propia Alba María.
La portada de Aínda, el primer disco de Alba María. |
Me parecen indudables, en fin, el talento
y la eficacia de la escritora. Por supuesto, dentro de la integralidad
compositiva de Alba María, cabe señalar también su elevado sentido melódico —es
significativo el hecho de que a veces componga antes las músicas que las
letras: algo infrecuente en los cantautores al uso, para quienes las melodías
suelen ser elementos más bien funcionales—, así como su gran versatilidad —en Aínda nos
encontramos con una irónica habanera (“Habaneira de Berlín”), una envolvente morna (“Albas
perdidas”), un penetrante blues (“Rúa vella”), una magnética bossa
nova (“Levando a lúa na saia”), etcétera—.
Debido a esa
versatilidad, al cultivo de nuestra lengua vernácula, a sus dosis de
elegante irreverencia y a su predilección por una base rítmica de
aires jazz, Alba María entronca claramente con el grupo Marful. La influencia
es absolutamente directa: Alba recibió, en aCentral Folque (centro musical
gallego responsable de la edición de Aínda), el magisterio de Ugia
Pedreira, la carismática vocalista de Marful. Pero no acaba ahí la
conexión: otro de los miembros de la soberbia banda galaica, el acordeonista Pedro
Pascual, deja su impronta en el primer corte de Aínda, “Bandadas de horas”. Asimismo,
dos colaboradores de Marful —el contrabajista José Manuel Díaz y
el pianista Alejandro Vargas, cubanos ambos— son, en calidad de
precisos instrumentistas e ingeniosos arreglistas, piezas fundamentales del
disco de Alba María. Díaz se encarga, además, de la exquisita producción.
Aun sabiendo de su
madurez y perspicacia, no deja de asombrarme que, en sus primeras
composiciones editadas, Alba María ya haya casado plenamente músicas y
mensajes. El ejemplo máximo de ese matrimonio es, para mí, “Pretéritas
perfectas”. Desde luego, la forma decididamente jazzística —estamos
ante un género popular y a la vez experimental— resulta ideal para dialogar de
forma abierta e inteligente con la tradición gallega, concretamente con
las cantigas “A Carolina”
y “Ven bailar,
Carmiña”. Alba María parte de esos famosos temas para agitar los
estereotipos femeninos contenidos en ellos, a la par que celebra, en efecto, la
independencia de la mujer galaica. Canta la viguesa refiriéndose a las
Carolinas: “Din que aínda lles preguntan con que andan a bailar / Din
que xa non son Penélopes mirando para o mar / Din que xa quedaron fartas
de pintar lagartos / Que non teñen corazón / Din que aínda seguen
bailando… / Si señor!”.
En “Pretéritas
perfectas”, Alba María, catapultada por una melodía ondulante, despliega
todos los poderes de su tersa y resonante voz. Me entusiasman sus fraseos;
apasionados pero también deconstructores (gracias al uso del falsete),
clavan magníficamente el ritmo del jazz. Merece la pena detenerse
en el broche final del espléndido tema: un monólogo. Aquí Alba María extrae la
heterodoxia de los maestros del blues y del soul,
que, al recitar en determinados momentos, liberan a la canción de corsés
melódicos. Pero la novísima cantautora no se limita a mimetizar ese espíritu,
sino que lo hace suyo. Tengamos en cuenta que las partes habladas de B.B. King o Solomon Burke son
inflexiones tensas, declamaciones, por decirlo así; Alba María, sin embargo, en
su monólogo de “Pretéritas perfectas”, emplea una dicción que rezuma toda la
espontaneidad de la juventud. Por supuesto, ambos modos vocales, bien tratados
—como sucede en los ejemplos que he puesto—, cumplen idénticas funciones:
revitalizar un género popular, sorprender al oyente y profundizar en los
perfiles de los personajes o en unas sensaciones.
Alba María junto a su magnífica banda, formada por el contrabajista José Manuel Díaz, el batería Carlos Freire y el guitarrista Felipe Villar. |
Otra gema de Aínda es
“Albas perdidas”. Se trata de una composición subyugante, cuya melodía nos
trae —al igual que el rajão de José Luis do Pico—
el aroma del Atlántico. La letra probablemente sea la más sensorial y
abierta de todo el álbum: “Empurro os teitos da risa / Vólvome corda
pulsada ata fartar / Quero convertirte en onda / Que te mergulles
toda enteira no meu son”.
No quisiera concluir este artículo sin
volver a la excelsa producción de José Manuel Díaz. Este cubano ha
encontrado un sonido nítido y cálido, y ha logrado capturar el refinamiento
—alejado de la afectación— que Alba María imprime a la música popular. En Aínda, todo
está en su sitio. Sirva como ejemplo el tratamiento de las armonías vocales de
la artista gallega en “Retellando o ceo”. Esas voces parecen el eco de un
acordeón; dejan huella por su sutileza, sin necesidad de restar peso a la
estupenda guitarra de Felipe Villar, pujante a lo largo de todo el
tema.
Servidor, junto a Alba María, al término del concierto que ella ofreció en Lugo el mes pasado. |
[Artículo mío publicado ayer en La Huella Digital]
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