Me acuerdo de unos versos que escribí con 17 años y que forman parte de un poema transido de dolor:
Soy esa sardina que nadie devora
por miedo a atragantarse
con su esqueleto de porcelana.
Estos versos probablemente tengan muy poco valor lírico, pero creo que en ellos ya están presentes dos de mis constantes temáticas: el deseo y el desencanto (que el protagonista adolescente eleva al cubo, claro).
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