Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 17 de enero de 2023

"RECORDA, MESTRE"

Para José Manuel Muñoz Puigcerver


No pudimos vernos en estas vacaciones, querido amigo. Realmente, desde que emigré a Bolivia en 2018, solo nos vimos una vez, el año pasado, cuando te acercaste al aeropuerto de Madrid, aprovechando que allí hacía escala antes de viajar a Galicia. En efecto, se complican nuestros reencuentros: yo solo puedo cruzar el charco en las navidades, no traigo muchos días, y tú ya sueles estar en Tarragona con tu familia. Pero qué extraño se me hace no poder darle un abrazo a mi mejor amigo al llegar a Madrid, máxime teniendo en cuenta que en esa ciudad vivimos juntos más de cinco años…

En la residencia universitaria —una representación en miniatura de la sociedad compartimos experiencias dulces y amargas. ¿Recuerdas cuando hicimos frente a un grupo de ultraderechistas que quería campar a sus anchas? Nosotros, antes de la medianoche, teníamos la costumbre de reunirnos en el salón para tomar una taza de Nesquick y charlar un rato. Aquellos niñatos comenzaron a quejarse de que no les dejábamos dormir. Lo paradójico es que ellos montaban fiestas bulliciosas hasta altas horas de la madrugada, incluso entre semana. Todas esas celebraciones las organizaban sin quorum ni previo aviso; y aun así, nosotros nunca les pusimos palos en las ruedas. Pero claro, sus reproches nacían del dogmatismo; el “volumen de nuestras voces” no fue más que un pretexto para tratar de poner cotos a la pluralidad ideológica y demostrar quiénes mandaban en la residencia. El caso es que, como recordarás, después de varias escaramuzas, nos vimos envueltos en una batalla dialéctica que duró más de dos horas; aquella noche tú oraste espléndido, poniendo al descubierto las contradicciones y las tergiversaciones de nuestros compañeros. No me sorprende que nos hubieran amenazado; como decía Sócrates, “Cuando el debate se pierde, el insulto se convierte en el arma del perdedor”.

Recuerdo cuando, en unas vacaciones veraniegas, viniste a verme a Santiso, y te descubrí la ría de Ribadeo, de la que tanto te había hablado uno de tus profesores: “Es uno de los lugares que tienes que visitar antes de morir”. Estabas muy emocionado. Para mí, fue proverbial el día en que me llevaste a Barcelona; tenía el afán de conocer las calles que pisaron mi padre y muchos de mis referentes artísticos e intelectuales. Más de diez años después, sigo pensando que el aroma del Mediterráneo no tiene parangón.

Contigo comencé a ir regularmente al cine, y la afición llegó a tal extremo que más de un sábado el alba nos sorprendió hablando sobre el lenguaje simbólico de Alfred Hitchcock, Sam Peckinpah o David Lynch. No es extraño que algunos de los filmes que vimos juntos como ‘Grupo salvaje’, ‘Obaba’ o ‘Vértigo’ los haya revisitado en múltiples ocasiones. Con respecto a la maravillosa película de Hitchcock, admiré tu perspicacia cuando descubriste un pequeño agujero en el guion. Te rechinaba que Galvin estuviese convencido de que su amigo Scottie detective privado al que había contratadono sería capaz de subir al campanario, donde supuestamente se suicidará la chica a la que ama, Madeleine, esposa a su vez de Galvin. Ciertamente, Scottie padecía vértigo, pero ello no fue óbice para que llegase hasta la torre en la última parte del filme, movido por un sentimiento fuerte como la ira. Además, un detective tiende siempre a buscar pruebas de las circunstancias de la muerte de una persona a la que está ligado afectivamente. Pero claro, si el protagonista subía al campanario antes (o justo después) del supuesto suicidio, descubriría el macabro plan urdido por su amigo, y toda la trama posterior media película con olor a necrofilia no tendría sentido. Te sorprenderá saber que hace unos meses Pedro García Cuartango explicó esta pequeña inconsistencia argumental en ‘Classics’, el programa que José Luis Garci dirige para Trece.

Todos estos recuerdos me ponen melancólico, pero también me hacen sonreír. Y es que conocerte fue como cuando se descubre una fuente de origen romano. Amigo, hagamos todo lo posible para que no pase otro año sin vernos. Es injusto que estén tan caros el abrazo y la frase “¿Qué pasa, chaval?” con los que nos saludamos decenas de veces. Tenemos pendientes muchos viajes (a Abel le gusta la idea de que visitemos con él París y Donosti), y ya sabes que en la Filmoteca Española siguen proyectando ciclos de eminentes cineastas. El tiempo me ha enseñado que hay pocas amistades verdaderas, y ninguna como la tuya. Hace unos días, hablábamos por WhatsApp de ‘Recorda, míster’, el entrañable programa de Barça TV. Parafraseando ese título, quisiera terminar el presente artículo diciéndote, casi en tono de consigna: “Recorda, mestre".

(Publicado en El Progreso de Lugo, 17/01/2023).