Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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lunes, 25 de enero de 2010

El economista de izquierdas

Si uno tuviera la oportunidad de presentar en sociedad a cuantas personas admira, respeta o aprecia, José Manuel Muñoz Puigcerver (Tarragona, 1982) sería, sin duda, una de ellas. Este economista impropio (tan riguroso como sensible, tan joven –en edad y en ideas– como curtido: no en vano, es máster en Relaciones Internacionales por la Universidad CEU-San Pablo, de Madrid, donde actualmente realiza sus estudios de doctorado e imparte clases ocasionales) comenzará a escribir artículos de opinión y análisis de rabiosa actualidad en LA HUELLA DIGITAL. En este espacio, Muñoz Puigcerver espera aportar “un punto de vista que fomente el debate en temas económicos y políticos de actualidad”. Pues, según él, en tales materias existe hoy “una falta de coherencia muy acusada”. Lo que a continuación van a leer es sólo una piedra de toque: una de las muchas conversaciones que mantenemos a lo largo de la semana, una declaración de intenciones, un cuestionamiento absoluto de la realidad…
-Agradezco al equipo editorial de LA HUELLA DIGITAL la oportunidad que me ofrece de poder participar en vuestro proyecto. Por cierto, ¡ésta es la tercera vez que me presentas en sociedad!

-Así es. Y espero no sea la última. Recordarás que el pasado verano, en las páginas del diario asturiano La Nueva España (yo era el entrevistador), te autodefiniste como un economista de izquierdas. El que escribe insinuaba, de manera socarrona, que tal axioma era una contradicción en sus términos…
-(Risas). Sí, lo recuerdo muy bien. Mi respuesta fue contundente: un economista de izquierdas es más completo que uno de derechas. Esto es así no porque tenga una mejor formación ni una mayor capacidad intelectual (eso, al fin y al cabo, depende de las habilidades de cada uno y no de pertenecer a una ideología determinada). Sin embargo, un economista de izquierdas se atreve a abordar problemas que la economía clásica no considera. Estoy convencido que esto se debe a dos motivos: el primero es la enorme complejidad de analizar desde un punto de vista científico temas como el reparto de la riqueza o el desarrollo sostenible, y los economistas clásicos se sienten mucho más cómodos abordando los temas que han tratado toda la vida (tales como el crecimiento sin importarles quién se beneficia del mismo). Este hecho es de una represión intelectual abrumadora. El segundo es la conveniencia de las clases altas, quienes intentan autoconvencernos de que el sistema económico actual es el mejor posible y que no cabe la posibilidad siquiera de cuestionárselo. Sobre esto hay mucho que decir y espero tener la oportunidad de hacerlo próximamente.

-Zambullámonos en la actualidad. El economista Roberto Centeno, en el programa “El gato al agua” (Intereconomía), afirmó recientemente que los desanimados en la España de Zapatero no son parados. ¿Irresponsabilidad intelectual, manipulación partidista o ganas de marear la perdiz?
-Desconozco el motivo que impulsan a un ilustre catedrático de Economía a realizar este tipo de declaraciones. Lo que sí te puedo afirmar es que estoy en total desacuerdo con sus palabras. Y no porque lo diga yo, sino porque es lo que reflejan la práctica totalidad de los manuales básicos de Economía utilizados hoy día en las Facultades. Un parado, para ser calificado como tal, ha de cumplir dos condiciones: en primer lugar, tiene que estar buscando trabajo de manera activa, si no, ya no forma parte del mercado laboral; el caso de las amas de casa y los jubilados es el más evidente, pero no son los únicos. Los desanimados (aquellas personas que han dejado de buscar trabajo porque después de haberlo hecho de manera activa no lo han encontrado) formarían parte de este colectivo, ya que no entran en el mercado de trabajo. La segunda condición es que, habiendo buscado empleo activamente, no lo hayan encontrado. En fin, no me parece nada descabellado suprimir a los desanimados de las estadísticas de desempleo. Si nos atenemos a la definición académica, deberían haber sido suprimidos mucho antes.

-El poeta Hölderlin escribió: “La crisis puede ser la salvación”. Una crisis económica como la actual debería servir para que la izquierda se posicionase y, en cierta manera, se regenerase. Sin embargo, muchos pensadores achacan hoy la falta de propuestas de los políticos que encarnan a tal ideología…
-Esto tiene mucha relación con lo que he comentado anteriormente. Toda crisis implica un período de sufrimiento, pero también es una oportunidad. Si la propia crisis es un indicador de que las cosas no se han hecho como debían, también es el primer paso para empezar a hacerlas correctamente. Y ahí es justamente donde la izquierda ha de decir mucho, ya que tiene la base histórica apropiada para hacerlo. Es vital incluir en los análisis económicos temas como los que he citado antes (la justicia económica y el ecologismo): de ahí se derivan muchos de los problemas que adolecemos hoy. Siempre nos preocupamos mucho de las cifras, sin reparar en cómo éstas afectan realmente a la sociedad. No me imagino a un médico que, tras haber soltado al paciente toda una retahíla de parámetros y datos médicos, al final no le recete ninguna medicina. Es inútil preocuparse sólo de los datos sin conocer qué impacto real tienen los mismos. Este paso adelante le corresponde a la izquierda hacerlo.

-Una frase que podemos escuchar habitualmente entre las gentes de nuestra generación (la de los 80 y 90) es la siguiente: “Yo paso de política”. ¿No se contribuye, de esa manera, a que triunfe un colectivo peligroso?
-Existe una desafección con nuestra clase política, lo cual no es nada saludable para el normal funcionamiento democrático de una sociedad. Hay una frase demoledora que dirigiría a aquellas personas con este pensamiento, y que fue uno de los detonantes para que yo entrase en la vida política activa [Muñoz Puigcerver actualmente colabora en la secretaría de economía, comercio y turismo del PSM-PSOE, partido al cual está afiliado]: “Lo peor de que no te interese la política es que serás gobernado por personas a quienes sí les interesa”. Creo que habla por sí sola y que huelgan más comentarios al respecto.

-Leo en un perfil del Facebook: “¿Ideología política? Da igual: todos mienten”. ¿No habría aquí, en todo caso, que añadir aquella sabia idea: Las ideologías no tienen la culpa de que los gobernantes las perviertan?
-Totalmente de acuerdo. Muchos de los que pertenecemos a partidos políticos lo hacemos no por los aciertos o desaciertos de los líderes de cada momento, sino por los ideales y valores que representan los partidos en cuestión. No siempre estás de acuerdo con todo lo que se cuece en el partido internamente ni con todas las medidas que se toman. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los líderes pasan, pero las ideas permanecen.

-A un chaval con formación universitaria y científica, de clase media (e ideología conservadora), le escuché recientemente decir algo así: “Tenemos el mismo nivel de paro que en EEUU, pero con diez veces menos habitantes”. Me quedé atónito, y anoté rápidamente en un papel tal astracanada…
-No entiendo a qué podría referirse exactamente ya que en lo que denomina nivel de paro (es decir, la tasa de paro) ya viene incluida la población. Supongo que se deberá a un total desconocimiento de las cifras y los datos económicos. Un poco más de pedagogía desde los medios y los estamentos políticos sería deseable.

-Remontémonos al pasado noviembre. A ese mismo chico le incomodaba comprobar que en su comunidad, Extremadura, las adolescentes tuviesen la oportunidad (al igual que los muchachos) de asistir a un taller de educación sexual, en el cual se enseñaba, entre otras cosas (hábitos saludables, autoestima, identidad de género, no aceptación de la violencia, afectividad…), a disfrutar el sexo de forma autónoma. No sé si eres consciente de ello, pero aún hoy –en pleno s. XXI– son muchos los veinteañeros que ven a la mujer como un mero objeto, siempre al servicio del hombre (y, por tanto, sin la necesaria posibilidad de realizarse), haciendo honor a aquel irritante refrán que decía: “La mujer y la sartén, en la cocina están bien”.
-El movimiento feminista ha llevado a cabo un largo camino y todavía le queda mucho por recorrer. El taller de sexualidad al que haces referencia fue muy polémico en su momento, especialmente por parte de sectores conservadores [el PP habló de un “atentado a la inteligencia de los jóvenes y despilfarro”], y no es de extrañar que personas afines a ese pensamiento expresen su desaprobación. Este tipo de iniciativas tratan de romper algunos de los tabúes más vidriosos del género femenino (el sexual en este caso) y las considero completamente adecuadas. En efecto, soy consciente de que muchos chicos de nuestra edad, e incluso más jóvenes, tienen una concepción de la mujer bastante anticuada. La educación en estos temas es básica. Algunos todavía creen que la asignatura de Educación para la Ciudadanía no sirve para nada. Con ejemplos como el que acabas de traer a colación, queda claro que nos estamos quedando cortos en la enseñanza de los valores sociales básicos.

-En ese sentido, como dice mi querido Martínez Sarrión (para quien “no hay cosa más desconsoladora que un pobre de derechas”) en uno de sus dietarios, no podemos salvar un punto a aquellas personas doctas que mantienen en tal “grado subzoológico” al “populacho”
-Por eso he hecho alusión directa a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Es evidente la responsabilidad personal de cada uno de nosotros. De hecho, ya que citas a Sarrión, me viene a la mente otra frase suya (extraída del mismo dietario, Esquirlas) muy propia para lo que estamos hablando: “Es preciso tomarse la política relativamente en serio, si no queremos que ella nos tome, a la gente del común, absolutamente en broma”. Sarrión refleja perfectamente la necesidad individual de adquirir conciencia social, cada uno desde su punto de vista, pero siempre posicionándote e intentando aportar tu grano de arena. Las personas doctas –como tú dices– tienen el total deber moral de poner medios a nuestro alcance para intentar erradicar el “grado subzoológico”.

-Munilla (el obispo de San Sebastián) afirma que “nuestra pobreza espiritual” es “un mal mayor” que la actual tragedia de Haití. ¿No te asusta esa comparación escabrosa?
-Son unas declaraciones muy poco afortunadas. Supongo que con estas palabras lo que pretende reclamar es la acuciante falta de valores que caracteriza a nuestra sociedad, algo en lo que incluso puedo estar de acuerdo. Sin embargo, comparar esa “pobre situación espiritual” con una de las desgracias naturales más importantes de los últimos años, en la que tanta gente ha resultado muerta, herida o afectada de uno u otro modo, es muy desesperanzador, y, desde luego, dista mucho de la manera idónea de hacerlo. La Iglesia se ha mostrado muy dolida con la actual ley del aborto, llegándola a asimilar –en gravedad– con un asesinato. El clero ha llevado a cabo una acérrima defensa de la vida, y, sin embargo, cuando un desastre de estas dimensiones acaba con la vida de decenas de miles de personas, hay cosas más importantes –según dicen– por las que preocuparse. ¡La contradicción cae por su propio peso!

-La Iglesia, que en nuestro país todavía no ha sido capaz de pedir perdón, tras haber apoyado una dictadura fascista durante casi 40 años…
-El régimen franquista concedió muchos privilegios y distinciones a la Iglesia en esos 40 años desgraciados y lamentables de nuestra historia reciente. Sería deseable una evolución en el pensamiento de algunas de las personas que ocupan cargos jerárquicos importantes dentro de la organización eclesiástica.

-La misma irresponsabilidad (o incluso mayor, porque ahora hablamos de representantes elegidos por el pueblo) la encuentro en ciertos dirigentes derechistas. Y pienso, por ejemplo, en Mayor Oreja, quien en 2007 se negó a condenar a la dictadura franquista, argumentando que en aquella época hubo “muchas familias” que vivieron “con naturalidad y normalidad”. Una falta de respeto hacia todas aquellas personas que se partieron la cara en busca de la libertad, que murieron asesinadas por pensar de forma distinta, que tuvieron que exiliarse, que (sobre)vivieron muertas de miedo…
-La Ley de Memoria Histórica pretende precisamente eso: realizar un reconocimiento público de todas aquellas personas que pagaron tan cara su osadía de enarbolar la bandera de la libertad. Evidentemente, hubo familias que vivieron muy bien, como ocurre en todas las dictaduras. Precisamente ahí está la razón de ser de las dictaduras: el beneficio de unos pocos (muy pocos) en detrimento de otros muchos. Y parece que en España, desgraciadamente, estas heridas están cicatrizando a un ritmo muy inferior del que sería deseable. Aún hay muchas personas que piensan en términos guerracivilistas (si me permites la expresión), y en algunas regiones –como Madrid– la distinción de clases está todavía muy marcada. Recuerdo, por ejemplo, una ocasión (yo me encontraba en la Facultad) en la que una compañera de clase se refería (al tiempo que torcía el rostro) a un famoso personaje televisivo de la siguiente manera: “¡Ese es un obrero!”. Comentarios de este tipo (por desgracia, demasiado frecuentes) son muy poco saludables.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 25/01/2010)

domingo, 24 de enero de 2010

sábado, 23 de enero de 2010

Mina, un nombre de mujer

Acaso la principal preocupación del retratista radique (todavía hoy, cuando la tecnología más avanzada deconstruye infinitud de poses y flequillos) en confluir su particular visión del sujeto con la propia realidad de éste. Algo así pienso al ver en la madrileña sala Alcalá 31, dentro de la exposición Tierra de nadie (la entrada es gratuita), los 19 retratos que Pierre Gonnord realizó a algunos mineros asturianos y leoneses. El fotógrafo francés bajó a la mina para inmortalizar (tras una durísima jornada de trabajo) el rostro de los honrados trabajadores. O –como él mismo reconoció– para transmitirnos un “sentimiento de pertenencia a un mundo aparte, un mundo muy distinto al existente seiscientos metros más arriba”.

Esos rostros sucios con la mirada limpia y ensangrentada, esas barbas lasas, esos cabellos prematuramente encanecidos, esos amores rudos, confluyen –en la Tierra de nadie– con Basilia, Teodoro, Filomena o Senén: nombres de otra época, campesinos que exigen reparación, que esconden el incomparable secreto del tiempo (¡con qué mimo eligió Gonnord los rasgos y el carisma!), que contemplan –desafiantes– nuestro andar por el reluciente pasillo. Que no entienden de arte, y, sin embargo, son más expresivos (incluso vestidos de luto riguroso) que el artefacto de muchos literatos…


Un incendio que calienta
Como contrapunto (no como contradicción) a los recovecos de las carnes, Gonnord debió de tener clara desde un principio la creación (inaudita en él, entregado por completo hasta entonces al noble ejercicio del retrato) de un universo paisajístico (que conforma las restantes 18 fotografías) paralelo. Y es admirable la capacidad que ha tenido el pintor francés para fragmentar (acercando, en efecto, bastante el objetivo) desastres naturales o abrasivas rocas. A la manera del pintor Magritte, en estos paisajes surge un manifiesto distanciamiento entre el título o idea y el objeto mismo. La representación ha llegado muy lejos, la mirada se ha encendido tanto que el fuego, las más de las veces, no quema: calienta.

Dicho de otro modo: la idea, al expresarse, sirve no sólo para que nosotros (el público, la crítica) conozcamos el mundo cambiante, sino para que –como en todo el arte perdurable– ese mundo se conozca. Tal proceso surge, claro es, del cuestionamiento de la realidad, del deseo de abrir una inmensa veta de interpretaciones y significados. Un enfoque que podría resumirse perfectamente en la frase que al minero gonnordiano Teo González le dijo un colega polaco: “Mina es nombre de mujer y es tan astuta que enamora”. La dulcificación de las tinieblas. Un mundo aparte…

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 23/01/2010)

martes, 19 de enero de 2010

Conoce a… Javier Neira, periodista de investigación: “Es preciso chequear a todos esos ‘bloggers’ que publican noticias falsas”

“Pese a que esto no va sobre el Watergate, es periodismo de investigación”. Así reza la carta de presentación del incombustible Javier Neira, Jefe de Investigación y Reportajes de La Nueva España, el diario más influyente de Asturias. Con veinte años de experiencia en tal especialidad periodística, Neira (acaso más conocido en el Principado por sus liberales columnas sobre actualidad política, que publica a diario) disfruta cultivando reportajes de contenido histórico con repercusión en el presente. La Historia: una materia ineludible que él alimenta reescribiendo las noticias publicadas originalmente hace 25 y 50 años en la portada de La Nueva España (fundada en 1936), hoy en manos –como Faro de Vigo o La Opinión-El Correo de Zamora– del grupo Editorial Prensa Ibérica.
-Esa esa una tarea que hago desde hace no mucho tiempo. Parece una cosa menor (ciertamente, dentro del periódico lo es), y, sin embargo, es muy interesante. Me roba, eso sí, bastantes horas, porque supone leer críticamente dos periódicos. Claro que el cotejo de datos y de citas me permite demostrar muchas afirmaciones. Por otra parte, al llevar a cabo esta tarea, pretendo que mis compañeros tengan unas ciertas referencias vitales. A veces, te das cuenta de que muchas de esas noticias antiguas podrían ser perfectamente trasladables a nuestros días…

-¿Qué elementos del periodista de investigación le parecen diferenciales respecto del periodista común?
-Hay un elemento diferencial al que el periodista de investigación no suele estar sometido: la urgencia. Éste puede dedicar varios días o semanas al contraste de unos datos, todo lo contrario de lo que ocurre generalmente en el periodismo de información (que vive tan pendiente de la competencia).

-¿Exagera Gabriel García Márquez al afirmar que “la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo periodismo tiene que ser investigativo por definición” (El Tiempo, 03/12/1995)?
-Pese a la antipatía que siento hacía García Márquez por cuestiones ideológicas (aprovecho también para meterme con su literatura: no creo que escriba tan bien como se dice), reconozco la certeza de su frase. Verdad que el periodista traslada al papel lo que pasa, pero lo cuenta todo a partir de una mirada. Una mirada pasiva y neutral no es necesariamente la mejor…

-¿Sólo se fía de lo que ha investigado por su cuenta?
-¡No, al revés! (Risas). Si sólo nos fiáramos de nuestra opinión, no se vería ningún telediario, ni se leería la prensa…

-¿Qué validez pueden tener para el lector aquellas frases que, refiriéndose a una fuente anónima, arrancan de la siguiente manera: “Una persona conocedora del asunto dijo…”?
-Una frase que empiece diciendo algo así, no vale nada. Pues el periodista pudo habérsela inventado sin salir de la redacción. ¡Es impensable hacer un reportaje de citas entrecomilladas de no se sabe quién! El anonimato ayuda al periodista; sin embargo, para el lector es conveniente que se usen poco esas fuentes. Lo que más importa en esta labor son las relaciones, que se van forjando con el paso del tiempo. De manera que acabas teniendo un montón de gente conocida o amiga que te facilita las cosas. Que te cuenta cualquier tema con naturalidad, que se fía de ti. Y esa confianza (la promesa de que no vas a revelar una fuente determinada) a veces puede sentar mal al periódico para el que trabajas. Pero es preferible estar a bien con la fuente: si ésta ve que el texto se ajusta a lo que ella te contó, a lo que sucedió, estás acreditado. Pues te contará, a partir de ese momento, muchas más cosas. E, incluso, es probable que corra la voz en su círculo: “A ese periodista se le pueden contar cosas, porque no manipula, no se va de la lengua, ni hace chapuzas”. Esa acreditación, en fin, vale para el periodismo o para la medicina.

-¿Abusan las publicaciones españolas del uso de citas entrecomilladas anónimas?
-Fijémonos en el caso de Interviú: a veces, creo que se siente forzada (lo cual ha contaminado a casi todas las otras revistas españolas) a sacar cada semana algún reportaje que rompa moldes. Y lo intentan. Pero luego, al abrir la revista, compruebas que la información desprendida del titular no está comprobada tangencialmente. En un periodo tan corto de tiempo, es muy difícil hacer un reportaje de fuste.

-¿Ve algún rasgo positivo en el periodismo de investigación practicado en España?
-El Mundo es, en este país, el diario que más hace periodismo de investigación a fondo: esa es una constante que mantiene desde su creación. Ahí se la juega tanto el director como el editor o el corresponsal, porque es un trabajo muy duro, y un patinazo puede acabar con todo el medio. Evidentemente, la desgracia que subyace tras el contenido de una noticia tiende a convertirse en calidad, si la información está elaborada. Y esto se comprueba al palpar la carga de investigación o documentación.

-En nuestro oficio, ¿es más importante la ética o la verdad?
-Lo que cuenta no es tanto la verdad como la veracidad. Es decir, la voluntad de decir la verdad, de poner todos los medios a tu alcance para conseguir tal objetivo. ¿Ética o verdad? Son dos cosas distintas. La ética es una actitud imprescindible: sin ella, no podrías ejercer el periodismo. Y la verdad es una meta.

-El cineasta John Ford abogaba por publicar la leyenda, en el caso de que ésta superase a la verdad…
-(Risas). Eso está muy bien. Se puede dar la vuelta a la frase: “La verdad es una leyenda”. El periodismo, diríamos, es –como la Historia– una creación literaria sobre la que hay consenso. Si hoy el Presidente del Gobierno hace un discurso no muy convincente, y todos los periódicos dicen que ha sido brillante, queda impresa la leyenda. Porque la verdad se construye entre todos.

-¿Dejó de publicar alguna información que pudiese herir a ciertas personas queridas?
-No: de ahí que en Oviedo ya me hayan retirado no pocas personas el saludo. Pienso que lo importante es dejar claro tu punto de vista. Lo que no se debe hacer es pretender ir de imparcial y no serlo. Todos tenemos una ideología o punto de vista; otra cosa distinta es que, siendo periodista, pretendas neutralizar esa mirada cuando escribes, pongamos, un reportaje. Lo más noble y ético es llevar puesta una camiseta de un conjunto de valores. Y no es preciso negarlos. ¿Por qué avergonzarse de tener una opinión definida? ¿No ha de fluir ésta naturalmente? Verdad que es conveniente no tener, a priori, afinidades u odios. Pero si vas a hacer un reportaje sobre un violador de niñas, no puedes pretender escribir de la misma manera que cuando te encargan una crónica deportiva. Evidentemente, la antipatía te sale por todos los sitios.

-¿Se ofendería si le llamo “rastrillador de estiércol”? Theodore Roosvelt (ex presidente de EEUU) acuñó este terminó para criticar a aquellos periodistas de denuncia que escrutaban el trasfondo de los hechos hasta encontrar elementos no revelados de los mismos.
-No, no, ¡cómo me voy a ofender: el estiércol es abono! De todas formas, los periodistas estamos sometidos constantemente a la crítica . Si nos ponen verdes, lo tenemos que asumir: no pasa nada.

-¿Favorece el desarrollo (y la normalización) de la Red al periodismo de investigación?
-Sin duda. Internet ya está cambiando la estructura de las empresas periodísticas: tú, yo y otros tres periodistas podemos montar un diario relativamente solvente. No me extrañaría que próximamente saliesen en cada comunidad autónoma más de veinte periódicos… De igual modo, creo que el futuro de la prensa escrita radica en el cultivo del periodismo de investigación.

-Pese a todas sus ventajas, en la Red el problema periodístico actual es evidente: cualquier blogger puede publicar falsedades o noticias que no han sido comprobadas…
-Claro. Y hay que chequear a esos individuos. Razón por la cual surgirán los metablogs, compuestos por gente que se dedica a analizar lo que se publica. Por otra parte, en la Red también nacerán multitud de microempresas que vivirán casi del aire. Y que, al no establecer compromisos con los anunciantes o con las instituciones, gozarán de una independencia (el músculo de cualquier medio) mucho mayor que la de cualquier medio convencional. Ciertamente, si tienes una vinculación estrecha con un medio potente, estarás mucho más protegido y apoyado. Pero los medios no convencionales, al no entrar en ningún tipo de colisión, podrán rajar todo lo que no se está rajando ahora.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 19/01/2010)

domingo, 17 de enero de 2010

Un conocimiento emocionado

Ensimismados en su oficio, los poetas escuchan el silencio (incluso antes que las palabras, como quería Valente, para incentivar el misterio y la sugestión), acentúan la tensión existente entre la voz y el texto, y rompen, en suma, el lenguaje. O, mejor dicho, lo erotizan Octavio Paz dixit– a través del ritmo, de las metonimias o de las metáforas.

Paradójicamente, como es sabido, esos altos poetas son incluidos, con el paso del tiempo, en los planes de estudio (y, por extensión, en los libros de texto). Habría que felicitar, de entrada, a los sesudos docentes: pocas más cosas ansiamos los poetas –creo– que llegar a ser leídos por una muchacha ágil y pasional (o por un garzón, si están pensando en una poetisa o en uno de tantos delicados hacedores homosexuales). Pocas cosas…

Lamentablemente, hoy los alumnos de secundaria y bachillerato apenas olisquean la generación del 50 –tras haber visto por encima la del 27–, y, en lugar de leer (de sentir) cualquier suerte de texto, memorizan –aleccionados por el docto profesor y por todos los jerifaltes de éste– las características que –en forma de viñetas– ilustran (nunca mejor dicho) las páginas del libro académico. Y ahí se consume la magia, si es que ha llegado alguna vez a encenderse…

¡Cómo le duele al poeta que las personas eruditas conviertan su obra en esa escabrosa antítesis llamada panfleto! Que repitan, cual papagayo, vidas y títulos: no el eco crítico que el propio creador, al desbrozar (tras la previa exploración) la selva del lenguaje, engendró en una página paralela. ¡Cómo le duele al poeta que su personaje (real, supongamos) no se emocione con el conocimiento (el gran Claudio Rodríguez dijo, acertadamente, que la poesía es un conocimiento emocionado) artístico y vital! Si no vislumbra su reflejo (el poema), si no se pone a la altura de sus propias piernas, aquella niña morena y ágil nunca llegará a saber quién es: la compadezco.

Si algún día, en fin, publico el poemario que estoy preparando, si a algún profesor tedioso se le ocurre incluirlo (por amistad, por cercanía, por ideología, por nacionalidad…: no hablo de intensidad y altura) en los planes de estudio, sufragaré –si es preciso– una segunda edición que incluya (a modo de prefacio) estos versos del mentado Octavio Paz: “hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras”. Confío en que alguna de mis melifluas protagonistas le pregunte al docente el significado de la cita. De esta forma, si no surge la magia, por lo menos sí lo hará el ridículo. Y el profesor se conocerá, por fin, a sí mismo.

No quisiera concluir esta suerte de columna sin citar, por enésima vez, a Claudio Rodríguez, quien en una sesuda jornada del Congreso de Las Palmas de 1978 se refirió (él, que era tan lúcido como candoroso) a los otros ponentes de la siguiente forma:

“Vosotros, hablando y hablando de literatura, pero de la vida de la gente ni sabéis ni os interesa. Porque, vamos a ver, ¿hay alguien que me pueda decir cómo se llama y qué piensa el municipal que ha estado sentado a la puerta de este edificio y a nuestro servicio, desde hace dos días?”.

El público y los conferenciantes aplaudieron espontáneamente al autor de El vuelo de la celebración. También se escucharon risas. ¿Vergüenza ajena? ¿O reivindicación de un comportamiento injustamente vedado? Ah, se me olvidaba: Claudio ejerció la enseñanza universitaria.



Claudio Rodríguez recita uno de sus poemas. “El soñar es sencillo, pero no el contemplar”.



Octavio Paz lee un fragmento de su obra Piedra de sol: “voy por tu cuerpo como por el mundo, / tu vientre es una plaza soleada, / tus pechos dos iglesias donde oficia / la sangre sus misterios paralelos (…)”.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 17/01/2010)

martes, 12 de enero de 2010

Un poema de Valente, extraído de Mandorla (1982)

Cuello

Por JOSÉ ÁNGEL VALENTE


La blanca anatomía de tu cuello.

Subí a la transparencia.
Tallo
de soberana luz,
tu cuello.

Podría estar exento,
ser sólo así en la naturaleza,
tallo de una cabeza no existente.

Cuello.
Tallo de luz.
Exento.
Para inventar de nuevo
tu mirada y tu irrealidad.

Para soñar de nuevo el mismo sueño.