Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 28 de abril de 2009

A propósito del premio «Espiga de escanda de oro»


Hoy se ha publicado en La Nueva España (edición de las Cuencas) este reportaje sobre la asociación «San Tirso del Eo», a propósito de la concesión del premio «Espiga de escanda de oro» (la foto es de Tania Cascudo). Merece la pena recordar que la sociedad convocante (Los Humanitarios de San Martín, de Moreda) tiene más de un centenar de años de historia a sus espaldas… ¡y ha conseguido el premio «Pueblo ejemplar» de Asturias por su larga trayectoria solidaria!:

La asociación San Tirso del Eo recibe con «orgullo» el premio de los Humanitarios

El colectivo cuenta con 160 socios, trabaja por la recuperación de la cultura tradicional y tiene un coro, un grupo teatral y una escuela de música

San Tirso de Abres, Andrés VELASCO
(La Nueva España, 28/04/09)

Con la recuperación de la cultura tradicional en el occidente asturiano por bandera, la asociación cultural San Tirso del Eo, recibió el pasado sábado el galardón «Espiga de escanda de oro» que anualmente concede la Sociedad Los Humanitarios de San Martín, de Moreda. El presidente del colectivo occidental, Ángel Prieto Souto, afirmó ayer que toda la asociación está «muy contenta, a la par que sorprendida», por la concesión de este premio ya que «es un orgullo y debe de ser la primera vez que pasa que un colectivo de las Cuencas se haya fijado y haya valorado el trabajo de otro del occidente de Asturias, algo que es muy ilusionante».

La asociación San Tirso del Eo nació hace 21 años, cuando un grupo de habitantes del concejo decidió emprender una aventura para tratar de recuperar la cultura tradicional de la zona y organizar diversas actividades y talleres relacionadas con el mundo de la cultura. A día de hoy, el colectivo cuenta con 160 socios, que representan el 26 por ciento del total de la población del concejo. Además, la asociación tiene un grupo de teatro, que lleva 21 años representando funciones por Asturias y Galicia, un coro creado en 2006, y una escuela de música, que está dando sus primeros pasos, ya que empezó a funcionar en enero de este mismo año.

La junta directiva actual, que lleva 7 años al frente de San Tirso del Eo, centró desde un primer momento sus esfuerzos en llevar a cabo un plan de recuperación de la cultura tradicional. «Lo primero que intentamos recuperar, y que fue el ciclo del trigo, para después organizar una de nuestras actividades principales, como es la "Malla do trigo" que celebramos en el tercer fin de semana de agosto y que ya va por la séptima edición» explicó el presidente del colectivo, que añadió que «el trigo fue muy importante para el occidente de Asturias, y con esto pretendemos recuperar unos valores culturales que habíamos perdido». En esa misma línea, el colectivo San Tirso del Eo organiza este año, por quinta vez, la «Esfolla di Maíz».

En la concesión del premio por los Humanitarios de San Martín, el jurado destacó las actividades del proyecto de transmisión oral y Archivo de la palabra y el Encontro de portadores de tradición oral, que casualmente el colectivo celebra el próximo fin de semana. Ángel Prieto explica que «en el año 2005, dentro del Plan de recuperación de la cultural tradicional, la asociación San Tirso del Eo creó un grupo de portadores de tradición oral, que son personas que han adquirido sus conocimientos artesanales y artísticos de forma oral y los trasmiten de forma oral». «Este grupo está formado por una treintena de personas con dicho valor cultural, que representan sus oficios, costumbres, y tradiciones», comenta.

«Premios como el de los Humanitarios nos dan mucha moral para seguir trabajando como lo veníamos haciendo hasta ahora, de manera que podamos ofrecer un servicio a los vecinos y preservar en el tiempo nuestros valores culturales para evitar que se pierdan», finalizó Ángel Prieto.

Reconocimiento a toda una trayectoria cultural

¡Albricias! La Asociación Cultural «San Tirso del Eo», de San Tirso de Abres, ha sido reconocida, tras tantos años de reconocimiento y revitalización de la cultura tradicional, con el premio «Espiga de escanda de oro» que concede anualmente la Sociedad Los Humanitarios de San Martín, de Moreda, con el fin de reconocer la defensa cultural del Principado. Algo de culpa deben de tener aquellos críticos cítricos (no son pocos): el colectivo santirseño -en el cual tengo la suerte de colaborar desde hace tiempo- se ha hecho cada vez más fuerte, no cejando en su intento por absorber los valores más puros de la tradición del bajo Eo. Unos valores que son transmitidos a comunidades y generaciones bien diversas.
El pasado domingo La Nueva España (edición de las Cuencas) publicó esta noticia sobre el premio del que os hablo:

Los Humanitarios premia a los colectivos San Tirso del Eo y Aspace

La sociedad allerana distingue la defensa de la tradición oral y el cuidado de las personas con parálisis cerebral

Moreda (Aller), A. V. / J. A. O. - La Nueva España, 26/04/2009

El colectivo cultural San Tirso del Eo y la Asociación de Atención a Personas con Parálisis Cerebral (Aspace) han sido distinguidos con los premios que concede anualmente la Sociedad Los Humanitarios de San Martín, de Moreda. El fallo se hizo público a primera hora de la tarde de ayer, tras las deliberaciones de los jurados convocados por la organización para decidir ambos galardones.

Esperanza del Fueyo, presidenta de Los Humanitarios, fue la encargada de desvelar la identidad de los premiados. El denominado «Espiga de escanda de oro», centrado en la defensa de las tradiciones, fue para la asociación San Tirso del Eo. El jurado, que analizó otras diez candidaturas, resalta el trabajo de este colectivo en favor de la «recuperación de la cultura tradicional», incidiendo sobre todo en las distintas actividades que pone en marcha, «tales como el proyecto de transmisión oral y el archivo de la palabra, el día internacional de la lengua materna y el encuentro de portadores de tradición oral». Además, los encargados de valorar las propuestas para esta distinción también tuvieron muy en cuenta la intensa labor de la asociación del Eo para «potenciar la difusión de la cultura autóctona entre las generaciones más jóvenes», sin olvidar tampoco «un importante carácter dinamizador, que se plasma en la continua participación en la vida social y cultural de su zona de influencia».

Esperanza del Fueyo también anunció que el premio «Colmena de oro», destinado a personas o entidades que se hayan distinguido especialmente por su compromiso solidario, ha ido a parar a la Asociación de Atención a Personas con Parálisis Cerebral (Aspace), que se impuso a las otras nueve candidaturas presentadas. En el acta oficial emitida por el jurado se destaca que esta agrupación hace gala de «una dedicación solidaria al colectivo de personas que padecen parálisis cerebral en Asturias», así como «su capacidad de organización como sociedad civil, a través de un grupo de padres, para prestar servicios sociales, sanitarios y educativos a niños y adultos con necesidades específicas». La candidatura ganadora fue planteada a Los Humanitarios por la Fundación Alimerka.

La asociación Aspace se ha venido distinguiendo por su defensa de los derechos de las personas que sufren parálisis cerebral, con el objetivo de promover la igualdad de oportunidades para todos y seguir forjando la cultura de la solidaridad en la sociedad. Además, el colectivo apoya las investigaciones que hagan posible una mejora en las condiciones vitales de los enfermos. Aspace también trabaja por la permisividad de los servicios públicos en materia de educación y sanidad, estando considerada por los expertos en la materia como la mejor escuela de especialistas en parálisis cerebral.

La Sociedad Los Humanitarios de San Martín cerró la jornada de deliberaciones de ayer con un almuerzo de agradecimiento a las personas que integraron los jurados encargados de fallar ambos galardones.

viernes, 24 de abril de 2009

¿Dónde estaba yo en el 69?

Visionar Grupo salvaje en compañía de la persona deseada puede suponer un descubrimiento más intenso que el sexo, la amistad o la propia película.

Llega el buen tiempo, y a uno (que es de naturaleza irremediable- mente melancólica y ya ha sufrido bastante durante el largo invierno) le apetece más que nunca escrutar los níveos muslos de las muchachas, que en breves llegarán más desnudas que vestidas a las aulas. ¡Cuántas ganas de componer himnos (la verdad es que este curso he estado increíblemente inspirado) que hagan justicia a semejante venustez!

Es una pena –me dije muchas veces, y se lo sugerí también a ustedes en mi artículo titulado “¡Homérico!”– que la mayoría de esas universitarias ya no acepten (al contrario que en otras décadas más idealistas, según me cuenta Antonio Martínez Sarrión, amigo veterano, crítico y poeta admiradísimo), por parte de un espectador un poquito curtido, una recomendación musical, literaria o cinematográfica. ¿No sería maravilloso degustar, en compañía de una de esas muchachas que tanto te gusta, un western de Hawks, de Ford, de Boetticher, de Mann o de Peckinpah? ¿Hay algo más salvífico en el arte –y en la vida– que una confesión entre dos forajidos amigos? (¡Ah, ese huir de todo, salvo de los tuyos!). Saliendo de un poblado azteca, cualquier fémina nativa regala una flor al profesional de la violencia interpretado por Ernest Borgnine, quien, tras haberla cogido, no sabe qué hacer con ella encima de su caballo… Hay en el rostro de Borgnine una ternura desbocada, crepuscular, propia de unos seres nihilistas que están dispuestos a morir (y así lo hacen) cuando uno de los suyos está siendo torturado. “¡Queremos a Ángel!”.

“Nosotros no somos como él; somos ladrones, pero no ahorcamos a nadie”, dice el personaje de Borgnine, refiriéndose a un sanguinario general, en otra escena de Grupo salvaje (The wild bunch, la obra maestra de Sam Peckinpah, de 1969). Exactamente. Ellos (los forajidos) están al margen de ese poder que ahorca y tortura incluso en democracias tan consolidadas como EEUU. Nuestros héroes del Oeste matan para robar. Roban para sobrevivir. Y mueren matando. Es esa la única forma de vida que conocen. Una forma de vida que tal vez no sea la más indicada para un hombre… No obstante, lo que subyace tras la pandilla salvaje, liderada por un soberano William Holden, es un código moral (sentido de responsabilidad colectiva, amistad…, frente al dinero) que pone en tela de juicio a esas asquerosas gentes de orden que contratan a cazadores de recompensas para no mancharse las manos. Dicho de otro modo: Peckinpah, un cowboy tan romántico, salvaje y atemporal como sus personajes, redime en el ser humano (cruel por naturaleza) la capacidad de comportarse hasta el final de acuerdo con sus propias reglas. Esta idea la ejemplifica muy bien Kris Kristofersson en Pat Garrett y Billy the Kid (1973): “Los tiempos habrán cambiado, pero yo no”. ¡Toda una bomba de relojería para la modernísima sociedad norteamericana!

Una metapelícula

¡Cuántas veces te has emocionado con la matanza final de este western, que representa el ocaso de una mirada y de una manera honesta y solidaria de vivir, tanto en la pantalla (recordemos que por aquel entonces ya empezaban a hacer mella los entretenidos pero a menudo paupérrimos spaghetti westerns de Sergio Leone o Don Siegel) como en la vida! ¡Y cuántas veces volverías a emocionarte revisando el filme al lado de una esplendente chica! Sería como rodar un universo (la vida en su máximo apogeo: el cuerpo femenino) dentro de otro universo (el cine). Oirías los suspiros, el pulso acelerado, el vuelo del clínex…, en la butaca de al lado. Y asociarías para siempre esa escena real –miras de reojo– con el montaje vanguardista de Peckinpah (cámara lenta, planos cortos…), que nos permite apreciar muchos puntos de vista: alguien muere (ves cómo la bala atraviesa la carne: hay diminutas gotitas de sangre en el rostro; en el cine, la crueldad humana no se había manifestado hasta entonces de una manera tan impactante) y justo en ese momento dos niños se abrazan… y la chica –¿quién?– que tienes al lado se refugia en tu pecho.

¿Qué más, incluso tú, podrías pedir?

(Este artículo se lo dedico a mi gran amigo José Manuel Muñoz Puigcerver, con quien vi, por vez primera en el cine, Grupo salvaje).

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 24/04/09)



martes, 14 de abril de 2009

Carlos Ann, en su laboratorio de ideas


¿Recuerdan aquel proyecto musical llamado Bushido? Hagamos memoria: Bunbury, Morti (Skizoo), Shuarma y Carlos Ann se reunieron en 2004 para componer y grabar canciones que tal vez no tendrían cabida en sus respectivos discos como solistas o como cantantes de otras bandas. Bushido, en fin, es un experimento. Nada más allá de eso. Yo escuché el disco en su momento (recuerdo que me lo llevé a Madrid en un viaje que hice, cuando era un adolescente resueltamente onírico, en compañía de algunos de mis compañeros de entonces, hoy tan lejanos a mi forma de pensar y de vivir), pero, salvo alguna pieza escogida (“L’amour”, de Ann, que luego también incluiría Bunbury en su Freak show, 2005), nunca sentí la necesidad de rescatarlo…

Cierto es que Carlos Ann a partir de Bushido encontró (él, que venía de la electrónica de vanguardia) una vena arrabalera (tal vez por el influjo de Bunbury, y, por extensión, del maestro Tom Waits: los discos conjuntos, si se aprovechan, son una buena fábrica de ideas futuras) hasta entonces inédita en su obra y, asimismo, forjó los que para mí son sus mejores discos: Leopoldo María Panero, 2005 (en colaboración con Bunbury, el cineasta pornográfico José María Ponce y el gran periodista Bruno Galindo; un acercamiento muy original a los atormentados versos de Panero, en donde se acentúan las variopintas atmósferas musicales de Ann) y Descarado, del mismo año, un pop electrónico atrevido, directo y políticamente incorrecto –¿quién dijo que el pop debe ser blando?–, en donde llegaba a ironizar: “Si los controlamos desde los 20 y los sedamos hasta los 40, no nos darán muchos dolores de cabeza…”. ¿Alguien duda que el sistema –este sistema– nos ha timado? (Absténgase los politicuchos populares: “Quien justifica una guerra es un hijo de perra cabrón”, decía también Ann, ¡qué descaro!).


La misma canción
No es de extrañar, conociendo su trayectoria hiperactiva, que, tras otro par de discos en solitario –La nada, 2007, y Bala perdida, 2008, que a mí no me sorprendieron demasiado: he de darles otra oportunidad–, Carlos Ann haya vuelto a las andadas. Y ha tenido muy buen ojo al fijarse en esa “Mujer pez” que es Mariona Aupí (la voz del dúo de pop Fang, a quienes desconocía), pues, aparte de ser muy atractiva, canta de manera diferente (cuida tanto el sentimiento como la técnica, borda la tonalidad baja, ¡qué atemporal!) a sus contemporáneas españolas.

La idea de Santa N (así se llama el primer disco conjunto de los dos artistas, editado recientemente por Títere Records y compuesto musicalmente casi en su totalidad por Ann) es muy atractiva: fundir la limpísima canción francesa con la fanfarria, la fantasía con la realidad, la guitarra flamenca con la eléctrica, y fundar un universo propio (“Gracias a todos lo que vivís en un mundo poético”, reza la dedicatoria final del libreto, muy cuidado, de Santa N), que debe ser la máxima final de cualquier artista (sí, la del músico también) que se precie.

Y cuando las dos voces se funden (como en la positiva “No me quejo” o en “Todo para mí”, en donde la interpretación de Mariona, tan gamberra y sensual, recuerda un poco a la de Carlos), hay bastante dinamismo. Pero, tras la escucha de un par o tres de canciones, adivinas qué va a acontecer (y no por deformación profesional: los estribillos son muy parecidos musicalmente, y la voz de Ann –parca en matices pero efectiva– opta siempre por el mismo registro) a lo largo del disco. De dos artistas lúcidos, atemporales y complementarios hay que esperar más. Mucho más.

Tras una serie de conciertos de adelanto, Mariona Aupí y Carlos Ann presentarán próximamente Santa N en Barcelona (7 de mayo) y en la capital española (4 de junio).

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 14/04/2009)







martes, 7 de abril de 2009

Conoce a… Fernando Pardo, de Los Coronas: “Cuando estamos encima del escenario, el público no sabe si somos estadounidenses, chilenos o albaneses”


Hay canciones que invitan a pensar en escenas de películas que jamás hubiéramos asociado en un estado racional, que confunden la arena del desierto con la arena de la playa, y que piden a gritos descalzarse (¿o calzarse las espuelas?). No han podido Los Coronas (el grupo con más repercusión del surf instrumental en España) elegir mejor fecha para publicar su nuevo trabajo, El baile final (Bittersweet Recordings), que ya están presentando por toda la península… y al otro lado del charco. Nos lo cuenta Fernando Pardo, guitarrista de Los Coronas, todo un cinéfilo…

Pregunta: ¿Pensaron en algún filme concreto a la hora de elaborar El baile final?
Respuesta: En montones: desde El tercer hombre (Carol Reed, 1949) hasta Gran Torino (Clint Eastwood, 2008), con cientos de ellas en medio, incluyendo westerns –los italianos, sobre todo–, cine de karatekas de Hong Kong, de detectives, porno de los 70, documentales de surf… De todo, ¡hasta Bugsy Malone (Alan Parker, 1976)!

P.: ¿Les gustaría participar en la banda sonora de alguna película?
R.: Sería perfecto en la última película de la saga de Harry El Sucio, con Clint Eastwood (viejo y cansado) tratando de resolver un caso de tráfico de drogas y órganos en la frontera de Mexico-USA…

P.: Que yo sepa, Eastwood aún no ha pensado en hacerla…
R.: Lo sé, pero, si la hiciera, estaría muy bien que contara con nosotros para la banda sonora. Sería una especie de remake de Sed de mal (Orson Welles, 1958) mezclada con Harry El Sucio (Don Siegel, 1971)… y dirigida por el propio Eastwood.

P.: ¡Eso suena muy bien!
R.: Ya que imaginamos, lo hacemos a lo grande…

P.: A pesar de que el estilo de Los Coronas está catalogado como surf instrumental (en la línea de Los Shadows o Dick Dale), a veces, en El baile final, me da la sensación de que cabalgan por el desierto…
R.:
Si, tipo desierto de Sonora o alguno cuyo nombre tenga reminiscencias hispanas… Nos vale lo mismo uno del sur de EEUU que de México o Almería. El sonido de la música surf es muy reconocible y, a la vez, muy abierto a mezclar o añadir influencias y visiones musicales, especialmente las latinas o hispanas (que, de hecho, son parte de su raíz). Nosotros damos una vuelta de rosca a esta relación: y acabamos creando un camino que conecta las arenas de la playa con las del desierto.

P.: ¿El desierto de Sam Peckinpah? ¿O tal vez el de Sergio Leone?
R.: Los dos. Peckinpah me gusta ligeramente más, pero Leone tiene momentos brutales y aprovecha la música para dar emoción y dramatismo como nadie. La música de Morricone en las películas de Sergio Leone es una de nuestras mayores influencias.

P.: También hay ecos, en El baile final, del cine negro: ¿Torneur o Scorsese?
R.: ¡Torneur! Aunque sólo sea por El halcón y la flecha (1950), una de las películas favoritas de mi infancia. También prefiero su utilización de la música para crear tensión y ambiente (de forma, a veces, muy delicada y sugerente) frente a Scorsese, que juega más con la fuerza de las imágenes de una forma muy impactante. Dos grandes directores, dos épocas en el cine y dos formas de contar cosas: cualquiera vale.

P.: ¿Ha sido premeditado el inconfundible sabor hispano que late en algunas de las piezas del disco?
R.: Absolutamente premeditado: queríamos encontrar una voz propia dentro del genero surfero y del rock instrumental, así que forzamos la dirección (que en el fondo era la mas natural) para un grupo instrumental. Ya comenzaron este camino Los Pekenikes o Relámpagos antes. Nosotros lo hacemos de forma diferente, pero el espíritu es el mismo: tratar de integrar al máximo el rock mas puro y crudo con la mas profunda herencia hispana: el pasodoble, la rumba…

P.: ¿Siguen a algún grupo o cantante español?
R.: Por épocas; ahora mismo, no demasiado… Colaboramos con Depedro o con Josele Santiago. Estamos más en fase de colaboración que de admiración…

P.: Una curiosidad: ¿Nunca han sentido la necesidad de incorporar una letra a la melodía?
R.: No, eso lo hacemos con otras bandas con las que tocamos como Sex Museum, La Vacazul… Aunque estamos abiertos a colaborar con otros músicos, Los Coronas somos 100% instrumentales cuando se trata de nuestros discos o de nuestras canciones. La única voz que hemos tenido el placer de incluir últimamente en alguna de nuestras canciones es la del gran Fernando Fernán-Gómez.

P.: ¡Menudo vozarrón! Los Coronas se formó como grupo en 1991. ¿Qué recuerdos guarda de aquellos tiempos?
R.: Muy buenos, por la energía y las ganas que pusimos para empezar a crear algo tan distinto a lo que sonaba en la época… Pero, ¡qué complicado fue llamar la atención y conseguir tener algún tipo de público al principio! Tardamos muchos años en tener un mínimo de repercusión; no obstante, fue algo muy divertido y estimulante, un reto del que decidimos aprender en todos los niveles.

P.: Ya han actuado en León, en Ourense, en Barcelona, en Madrid… ¡y en Texas! ¿Qué tal el recibimiento? ¿Cómo se está desarrollando la gira?
R.: Muy bien; hemos tocado en los lugares más diversos… Cuando estás encima del escenario, el público no sabe si eres estadounidense, chileno o albanés. Lo bueno de la música instrumental es que no tiene los problemas del idioma: no todo iban a ser desventajas, ¿verdad?

Los Coronas actuarán este mes en Bilbao (Kafe Antzokia, día 17) y en el Coliseum, de Burgos, el día 24. En mayo, visitarán Madrid (La Casa Encendida, día 16), Gijón (Sala Acapulco, día 22), Vigo (La Fábrica de Chocolate, día 23) y Granada (La Telonera, día 29). En principio, Fernando Pardo y compañía seguirán girando hasta octubre.



Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 07/04/2009)

sábado, 4 de abril de 2009

Dos soledades juntas


¡Cuánto silencio se respira en Lost in translation (2003)! ¡Con qué detallismo y pasión nos dibuja Sofia Coppola (Nueva York, 1971) en su segundo filme la personalidad paralela de dos seres frustrados que, finalmente, acaban encontrándose! Muy pocas veces hallé en el séptimo arte una amistad (al borde del amor, siempre al borde) tan pletórica, tan auténtica, tan perseguida por la soledad, y, a la vez (o por eso), con no pocos anhelos de compartir sensaciones, dudas, temblores, fracasos…

Un espléndido Bill Murray (tiene tanto talento que parece hablar en lugar de actuar) se presenta en Lost in translation como una especie de pasado sostenido. Es un veterano actor norteamericano de reconocido prestigio –tal vez en el ocaso de su carrera–, casado y con hijos, que huye de su monótono hogar con la excusa de anunciar, en Tokyo, una marca de güisqui. También reside temporalmente en la misma ciudad su compatriota Scarlett Johansson, que me atrapa (y me desnuda) desde el primer plano, tumbada en la cama, símbolo de un presente mediocre. No es éste el lugar adecuado para hablar de sus atributos físicos, tan repetidos (boca para el infarto, busto incontrolable, curvas vertiginosas…), ni tampoco de sus defectos, tan olvidados (no es alta, evidencia cierta pesadez en la zona trasera, tiene los tobillos un poquito gruesos…: ya saben, en cualquier caso, que para mí la Belleza no está reñida con la imperfección), pero me veo en la obligación de abordar la pasión que siento por su personaje de Lost in translation…

En esta película, Scarlett aparece en muchas secuencias descalza y con las piernas desnudas, porque no hay pantalón o falda que haga justicia a tanto fulgor y a no menos fragilidad. Scarlett es aquí un mundo que huye de otro mundo, tan asfixiante. Es, en efecto, una veinteañera abstraída (como todas las chicas que me maravillan últimamente) que conecta con muy pocas personas de su generación. Dedica gran parte de su tiempo a observar, desde la ventana del hotel en donde se aloja, los pequeños detalles de la gran ciudad. ¿He dicho ya que vive con su marido? No importa: apenas comparten experiencias (él, fotógrafo de prensa, anda ajetreadísimo…). Al parecer, ella cursó estudios de Filosofía, pero no tiene claro a qué se dedicará en el futuro. Lo intentó con la escritura y con la fotografía, pero es consciente de su escaso talento… Si yo fuera su amigo –¡ese pazguato no la merece!–, le daría todo el tiempo del mundo (¡cuánto sabe Coppola!) para que se contemplase –como el poeta que revisa sus versos–, para que nos contemplase… Eso es precisamente lo que hace ella cuando descubre (recordemos que da el primer paso, en un local de copas) al personaje de Murray. Y viceversa, “porque esto es la poesía: dos soledades juntas / y una verdad que ordena tu vida con mi vida.”, según García Montero.


Revisen cada semana, si es preciso, Lost in translation: tal vez así limpien ese sentimiento tan incomparable y traicionado –al menos en mi caso, indirectamente– que es la amistad. Deténganse en aquella secuencia de la cama: Murray y Johansson acostados (no en el sentido sexual, aunque aquí hay mucho más fuerza y ternura que en tanta pornografía barata), dando voz al silencio. Y el final… qué decir del final: ¡es de un poder arrebatador, emociona a las piedras (discúlpenme si se sienten aludidos)!

Sofia Coppola –que apuntaba muchas maneras con la sorprendente e inocente Vírgenes suicidas, 1999– fraguó con Lost in translation un clásico del presente. Sus personajes no dejan de asombrarse, pese al evidente hermetismo (la Belleza ha de mirarse a sí misma), ante el arte y la vida. Son tan tremendamente reales e irónicos que crean, en un país ajeno, un nuevo lenguaje: ¿se han dado cuenta de que he otorgado el nombre real de la actriz (Scarlett) a su propio personaje desde el principio del artículo? ¡Cuántas ganas de cambiar, poco a poco, el mundo!

LOST IN TRANSLATION. Dirección: Sofia Coppola. Guión: Sofia Coppola. Intérpretes: Scarlett Johansson, Bill Murray, Akiko Takeshita, Kazuyoshi Minamimagoe. Género: comedia-drama. EE UU, 2003. Duración: 102 minutos.



Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 03/04/2009)

miércoles, 1 de abril de 2009

70 años después... (I)

"Muero tranquilo y orgulloso..."

Hijos y nietos de 'rojos' fusilados responden a las cartas que escribieron antes de morir

Por NATALIA JUNQUERA (El País, 28/03/2009)


En sus últimos instantes, pendientes sólo ya de escuchar a los asesinos cargar sus fusiles, decenas de hombres se agarraron a la vida, a los que les sobrevivirían, con un papel y un lápiz. "Queridos hijos, estoy viviendo las últimas horas de mi vida y pienso en la vuestra", escribió Germán Paredes; "Abel, hijo mío, cuando escribo estos renglones delante de tu foto...", se despedía Ricardo Zabalza. Con serenidad desarmante manifestaron sus últimos deseos -"No le des a mi nena un padre que sea malo"- e incluso se acordaron de lo de menos -"Te mando el monedero con seis pesetas"-. Sus esposas no pudieron ir a recoger sus cuerpos, escribir su nombre en una lápida o en muchos casos, y durante mucho tiempo, recordarles en voz alta. Pero guardaron como un tesoro aquellas cartas, que llegado el momento, leyeron a los hijos y después a los nietos. Aquellos últimos mensajes defendieron el hueco dejado por sus dueños y alimentaron durante años su recuerdo. Hasta hoy.
Los mensajes se leerán en la tapia donde fueron ejecutados
Hoy se cumplen 70 años de la entrada de las tropas de Franco en Madrid
Si no comulgaban antes, no les dejaban escribir su despedida
Antes de matarla, le dijeron que habían fusilado a sus hijos. Era mentira
En el 70 aniversario de la entrada de las tropas franquistas en Madrid, los destinatarios de aquellas cartas y los que las heredaron llevarán su respuesta a la tapia del cementerio donde sus padres y abuelos fueron ejecutados, La Almudena.
"Recuerdo como si fuera ahora mismo la última vez que te vi en la cárcel, sentado sobre tus rodillas, jugando con la cadena de tu llavero, que al final me diste", escribe hoy Pepe Carrizo, de 78 años, a su padre. Entonces tenía ocho y aquel día no sabía que estaba en una prisión. Pensaba que había ido a ver a su padre, el alcalde socialista de El Escorial Vicente Carrizo, a un castillo, porque ese era el lugar donde estaban datadas todas las cartas que le había enviado desde que dejó de verlo en casa.
"Queridos hijos Pepe, Felisín y Vicentín. Estoy en un castillo muy precioso. Por la noche pasean las princesitas por el patio. Cuando duermo se aparece mamá Pilar vestida de hada con el pelo suelto y muy guapa. Me cuenta todo lo que hacéis. Cuando sois buenos y aplicados me pongo muy contento. Cuando la hacéis rabiar, lloro mucho", escribía Carrizo, ya condenado a muerte. Pepe tenía 8 años, Felisín, 7 y Vicentín era un bebé de meses.
"Las he leído mil veces. Para mí son algo sagrado", explica Pepe. "Los niños no saben lo que es la cárcel, ni la muerte. Yo me fui enterando de lo que había pasado poco a poco, escuchando conversaciones en voz baja. Entrábamos en un sitio y alguien decía 'pobres niños'... Venían a casa, a hacer registros y se lo llevaban todo. Un falangista quiso darme un día aceite de ricino. Yo pensaba que aquella gente quería que nos muriésemos. Poco a poco fui comprendiendo", recuerda Pepe. "Mis padres se iban a ir a México, lo tenían todo preparado, pero en el último momento, mi madre le dijo: '¿Pero por qué nos vamos a ir si tú no has hecho nada?' Y él le dijo: 'Pues tienes razón'. Y nos quedamos". Vicente Carrizo fue fusilado el 17 de noviembre de 1939.
Isabel Huelgas no escribió carta de despedida porque el día antes de ejecutarla le aseguraron que no tenía a quién enviárselas. "Dos mujeres de la prisión cometieron la crueldad de decirle que sus dos hijos, también presos, habían sido fusilados. Isabel murió aquel día, aunque al día siguiente la ejecutaran", relata Teófila Herreruela, de 89 años, su nuera. Se casó con Antonio, uno de los hijos de Isabel Huelgas, seis años después de que aquellas dos mujeres le mintieran diciéndole que había muerto. Joaquín, su otro hijo, tampoco había sido fusilado. Murió en libertad aunque por una enfermedad contraída en prisión. 70 años después, Teófila ha ayudado a sus hijos, los nietos de Isabel, a escribirle una carta a aquella mujer que no conocieron aclarándole lo sucedido.
En capilla, esperando a ser ejecutados, los condenados todavía tenían que someterse a una última condición: para poder escribir a su familia debían comulgar antes. Sin comunión, no había carta. Probablemente porque se negó, Tomás Montero no pudo escribir la suya, aunque se las apañó para esconder una pequeña nota, un papel doblado en cuatro, en las rendijas de los muros de la cárcel, confiando en que otros presos que conocían el escondrijo la recuperaran y, cosida en el forro de la ropa que se llevaban para lavar las visitas, llegara finalmente a su destino. Y llegó. A Tomás Montero apenas le dio tiempo de escribir: "Adiós para siempre, que tengáis suerte todos, adiós".
Su mujer nunca reunió las fuerzas para contarle a su nieto la historia. "Cuando murió ella, encontré la carta y dos fotos de él en su armario. Y empecé a investigar", explica Tomás Montero. "Me llamo así por él, como muchos nietos de fusilados". Le ha escrito dos cartas a su abuelo. La primera arranca: "Dios murió antes de que yo naciera...".
"Este año, y sabiendo la esperanza de vida de quienes padecen la escasez de todo menos de ideales, cumplirías 100 años (...) hace más de cuatro años que rescatamos vuestros nombres de un listado casi perdido y los enganchamos al viento (así se llamaba la calle donde vivías en el pueblo) para lanzarlos al mundo entero y escribir vuestra noble historia arrebatada... Hoy puedo decirte que buscándote, me conozco más...".
También cumpliría 100 años el abuelo de Eva Bes, Felipe Sánchez. Tomás y Eva, coordinadores de Memoria y Libertad, son los promotores de este homenaje. Juntos han ayudado a muchos nietos a saber más de los autores de aquellas cartas-tesoro que habían heredado. Como Ana Elisa, que después de leer las últimas palabras de Germán Paredes -"Muero tranquilo y orgulloso de morir por lo que muero"- y desde Perú, comenzó a buscarle. O como Norma, que le escribe a su abuelo, Federico Pérez Díaz: "Eras un rostro joven en una foto antigua y el recuerdo impreciso de algunas cosas que mi padre contaba...".
Dicen que no les ha resultado extraño escribirles. No son cartas tristes. Maribel utiliza la suya para hablarle a su abuelo, Esteban Castelló, de su madre, Concepción: "No la llegaste a conocer, pero yo puedo hablarte de ella. Es una mujer noble y justa". Josué Lillo, para tratar de reconfortar a su padre, Pedro: "Siempre recordaré que unos días antes de asesinarte, cogiéndome en brazos, me dijiste: 'Hijo, lleva con orgullo mis apellidos porque yo no he hecho daño ni mal a nadie"; y Abel para confesarle a su padre, Ricardo Zabalza, que no se hizo maestro como le había aconsejado, sino ingeniero.
La despedida de los ejecutados y la contestación de sus familias 70 años después
- "Queridos hijos: estoy en un castillo precioso...". En prisión, condenado a muerte, Vicente Carrizo escribió a sus hijos, de ocho, siete y menos de un año, cartas como ésta: "Estoy en un castillo precioso (...) Cuando duermo se aparece mamá Pilar vestida de hada con el pelo suelto y me cuenta todo lo que hacéis...". 70 años después, Pepe (en la imagen con su padre, en un carrito) le responde: "He procurado que todos mis actos te hubieran hecho haber estado orgulloso de mí. Tú fuiste el último alcalde de la República [del Real Sitio de El Escorial, Madrid]. Yo concejal de la recién instaurada democracia".
- Sus hijos seguían vivos. Isabel Huelgas terminó sus días en la misma prisión donde había trabajado como funcionaria durante la República, Ventas. Fue ejecutada el 31 de julio de 1939 a los 62 años. La víspera, le dijeron que sus dos hijos habían sido fusilados. Su nuera y sus nietos le han escrito una carta aclarándole la mentira.
- "Dios murió antes de que yo naciera". Tomás Montero no pudo escribir una última carta, pero se las apañó para esconder en las rendijas de los muros de la prisión una pequeña nota en la que aprisionó su último pensamiento: "Adiós para siempre, que tengáis suerte todos, adiós". Su nieto, que se llama como él, le responde ahora: "Dios murió antes de que yo naciera...".
- "Me quedan dos horas escasas. ¡Adiós, hijos míos!". Estas líneas pertenecen a la última carta que Germán Paredes escribió antes de ser fusilado en Madrid, el 3 de julio de 1941. En ella le pedía a sus hijos: "Estudiar mucho y me honraréis con vuestra vida como yo os honré con mi muerte (...) muero tranquilo y orgulloso de morir por lo que muero". Sus nietos y sobrinos la leyeron muchos años después en Perú, país donde la familia se refugió de Franco y quisieron averiguar todo cuanto pudieran del autor de aquella carta serena y valiente. Hoy participan en un homenaje a Germán Paredes, respondiendo a su última carta: "Tu hija, mi tía Tilita, no habla mucho de aquellos días...", escribe su sobrina Ana Elisa. "Tu nieto, mi hermano, lleva tu nombre", le contesta su nieta Cecilia. "Hace unos meses me leyeron esa carta tan hermosa y tierna de despedida que nos dejaste horas antes de morir (...) Las vueltas que da la vida... ahora el nieto de un republicano es presidente del Gobierno...".

El instituto de Vegadeo celebrará mañana una jornada de escuela y sociedad

San Tirso de Abres,
Héctor ACEBO

El Grupo de Portadores de la Tradición Oral de San Tirso de Abres celebrará mañana, jueves, una jornada de convivencia con los alumnos del Instituto Elisa y Luis Villamil de Vegadeo. En el encuentro, los santirseños llevarán a cabo una representación de sus oficios tradicionales desde las 11 hasta las 14 horas.

El acto, organizado por la asociación cultural «San Tirso del Eo», se enmarca dentro de las III Jornadas de escuela y sociedad del instituto veigueño. El presidente del colectivo santirseño, Ángel Prieto Souto, considera que el conocimiento popular debe expandirse «para que las nuevas generaciones sean conscientes de dónde vienen y de lo mucho que se sacrificaron sus abuelos en tiempos de penuria: de esta forma, construiremos un futuro más justo».

El portavoz del colectivo explica que, a su juicio, «una formación adecuada debe combinar las nuevas tecnologías con la intrahistoria, que siempre servirá de fondo a la vida cambiante». San Tirso del Eo organiza diferentes actividades encaminadas a recuperar y transmitir la cultura del noroeste peninsular.

(La Nueva España -edición de Occidente-, 01/04/2009)