Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
-Correo: acebobello@gmail.com
-Instagram: @hectoracebo
-Twitter: @HectorAcebo

martes, 31 de julio de 2007

Paradoja


Vargas Llosa publicó el domingo en El País un artículo interesante titulado “Intimidad de los príncipes”. Al hilo de lo que escribíamos en este blog, el escritor cuestiona la libertad de expresión que sufre España con estos tristes atentados. La paradoja es que la censura de la portada de El Jueves ha traído consigo el despertar de infinidad de “negras miradas”. Y es que, si lo que pretendían los jueces es que la población no llegase a ver la famosa caricatura, ha sucedido todo lo contrario: la minoría asidua a la revista se ha multiplicado (por lo menos a la hora de observar los desnudos cuerpos de nuestros principitos). La red está abierta: juzguen ustedes mismos…

_______

Imagen: portada de El Jueves publicada una semana después de la polémica.

domingo, 29 de julio de 2007

Vertientes de la mirada


EUGÉNIO DE ANDRADE

Historia del sur


Anocheció, me acuerdo, era un perro pequeño y blanco, en una ciudad del sur, con limoneros también y el escalofrío de la sombra al fondo de los patios. Un perro, hace muchos años, le veía acercarse de lejos, ciertamente tenía un destino, magro destino de can, ya se sabe, pero a pesar de todo destino. En la noche desierta, con un hueso en la boca, iba a su vida, quizás una perra le esperase en uno de aquellos callejos que desaguaban en las tinieblas del puerto, pero él también me vio, no era difícil, en la calle desierta sólo yo esperaba, y casi alborozado se acercó, se paro frente a mí, soltó el hueso, se alzó en las patas traseras y sus ojos decían que a partir de entonces, hueso, perra, destino, todo aquello era yo. Me incliné para hacerle una fiesta, le dije también de mi ternura, de aquella herida breve que acababa de abrirse, pero mi destino era todavía más precario, apenas llegado no tardaría en partir, sólo el tiempo de respirar la cal de la sombra. Di unos pasos, sabía que iba siguiéndome, me paré, se paró, volví a caminar, volvió a seguirme, de nuevo le acaricié, allí estaban aquellos ojos húmedos, eran por así decirlo los ojos de mi madre, le hablé otra vez, le pedí perdón por no poder llevarle, por no poder quedarme, viajar con amigos no era andar con el hatillo al hombro, debía comprender. No, no comprendía, ni siquiera podía entender aquella clase de razones, la tierra era lo que había de más desierto, del amor no quedaba más que un hilillo de sangre, menos todavía, la baba de limaza en la hierba, y de repente sonó una bocina, nos vimos rodeados de gente, el desierto crecía, él continuaba delante de mí, aquellos ojos a los que subían las aguas más hondas, ¿cómo olvidarlos? Los amigos estaban allí, se dieron cuenta, los inteligentes, de aquel embeleso, dieron también razones, el perrillo tenía dueño, se veía bien que no era realengo, aunque careciese de raza, si yo quería no me faltarían perros, en todas partes había miles de ellos mucho más bonitos, y luego las fronteras, tanto trabajo para un can vulgarísimo, como ves no entienden, ninguno de ellos ha visto en tus ojos la raíz del rocío, entraron en el coche, le hice otra fiesta, desde la ventanilla trasera le veía en el sitio que el automóvil había dejado, olfateaba el suelo inquieto, después levantó la cabeza desorientado, no entendía cómo un soplo me había llevado, imposible amor, hijo mío, pasaré el resto de mi vida arrullándote, la gente continuaba dispersándose, las últimas luces del cine se apagaban, la calle se oscureció, no tardaría en quedarse desierta.

_______

- Texto de EUGÉNIO DE ANDRADE extraído de Vertientes de la mirada y otros poemas en prosa (1987).

- Imagen: W. KANDINSKY, Vista de Murnau con ferrocarril y castillo, 1909.

jueves, 26 de julio de 2007

Desnudos

Desnudos. Como Dios los trajo el mundo. O como aquellos versos del señor Juan Ramón: ¡Oh, en el sol nacido, / tus sienes doradas, / los ojos inmensos / de tu cara maga, / evitando ardientes / mis negras miradas!”. Ahí está la verdadera preocupación: evitar, bajo cualquier pretexto, nuestras negras miradas. Esto es lo que ha pasado con la revista satírica El Jueves, que, con la excusa de abordar el notición de los 2500 euros, se atrevió (¡bendita inocencia!) a dibujar desnudos en la portada a los príncipes de Asturias. Y la fiscalía, por obra del Espíritu Santo, ha ordenado el secuestro de la revista, retirando de todos los kioscos el famoso número. O, lo que es lo mismo, privando al pueblo de cantar al compás de la danza de sus principitos. Esto es, también, lo que anticipaba Juan Ramón en aquel bello poema que antes os cantaba: “Hoy, te diré yo tocándote el alma. Y tú me dirás huyendo: Mañana”. Qué lamentable que, a día de hoy, no nos permitan dibujar a cualquier famoso (¡cuidado con desnudar a aquéllos que tienen el privilegio de vigilar nuestro mañana!). Lo mismo pasó, no sé si recuerdan, con la muerte de la hermana de la Leti (¡cómo me recuerda esto a Acebes en el caso 11-M!): se intentó silenciar, alargar o prolongar el amargo suceso. Amargo, sí, pero no deja de ser una muerte como la de tu tía o la de mi bisabuela (que en paz descanse). Y tan desnudos deben estar los príncipes como nuestra libertad de expresión, que sufre un retraso de cuarenta años cuando salen a la luz estos atentados. Lo mismo ocurre con el Gobierno, que se contradice (está claro que no todos somos iguales, por una vez doy la razón al PP) al justificar el secuestro de El Jueves. En fin, que de nada sirve proclamar la libertad de volar, como decía Unamuno, si no se dan alas, ni la de pensar si no se da pensamiento. No estaría de más recordar, en tiempos revueltos, a otro profeta, don Antonio Machado, que hace casi un siglo (¡qué poco hemos avanzado!) sostuvo la idea definitiva y definitoria de “la España de charanga y pandereta”, que ha de tener su mármol y su día… Pero que no trata de buscar su infalible mañana ni su poeta.

HÉCTOR ACEBO BELLO

_____

Imágenes: 1) MATISSE: La danza, 1919; 2) portada secuestrada de El Jueves.

domingo, 22 de julio de 2007

Romancero



FEDERICO GARCÍA LORCA

La casada infiel


Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

*
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quién soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

____

Imagen: CHAGALL, Birthday

martes, 10 de julio de 2007

Normalidad




Hablemos de normalidad... De que los medios de comunicación refrendan las normas. De que sólo se produce el conflicto cuando el sistema comunicativo no comparte las reglas del sistema social (por ejemplo, en una dictadura, cuando los medios de comunicación suelen estar en contra del poder). De que estos desajustes tienden a normalizarse con el paso del tiempo. Y de que, en nuestro caso, tendemos a evolucionar dentro de lo que consideramos “normal”: esto es, cuestiones que hacen que haya un colectivo más igualitario.


A propósito de “lo normal”, se me ocurre reproducir un artículo del escrito y periodista gallego Manuel Rivas, publicado hace unos días en El País:

Lo Normal

MANUEL RIVAS

El País - 21-04-2007


El doctor Freud, disfrazado de mujer joven, le hizo a Mariano Rajoy el jueves, en La Primera, la pregunta más pertinente de nuestra historia contemporánea: ¿qué es ser normal? Me recordó la insuperable interpelación que un día le hizo un periodista deportivo a un entrenador después del partido: "Mister, ¿qué?". Y es que el qué de la derecha española, desde hace muchos años, ha sido eso, Lo Normal. Ése es el programa, el núcleo doctrinal. Lo Normal de la Gente Normal. Nada dado a aventuras intelectuales, sobre todo después de la desgraciada incursión en lecturas peligrosas, arrastrado por el "supremacista" Fernández de la Mora, el notario Rajoy ensayó una elevación discursiva: el Elogio del Sentido Común. Pero la chica freudiana lo desestabilizó. ¿Qué es ser normal? Podría haber ido más allá: a ver, dígame ejemplos de personas normales. ¿Es normal Fraga Iribarne? ¿Es normal José María Aznar, que ha saltado en un plis-plas del dominó al circuito internacional de Fórmula 1 y de la gasolinera de Onésimo a la sede rusa de Gazprom? Los dos han sido referentes políticos fundamentales para nuestro hombre. En cuanto a los personajes que conforman con él el triunviro dirigente, ¿son Zaplana y Acebes paradigmas de normalidad? En su comparecencia televisiva, Rajoy dio un ejemplo magnífico de normalidad cuando desafió Lo Normal ante la hipótesis de un hijo homosexual: tendría su "apoyo incondicional", incluso en el caso de querer contraer matrimonio con otro hombre. En el territorio real de la vida no gobierna Terminus, el dios de las fronteras. Si uno camina por Castro Laboreiro, en la raya con Portugal, se encontrará con una encrucijada. Un indicador lleva al paisaje del valle, de una belleza áspera y cósmica. El otro dice: Depósito de Monstros. A veces, una extraña hipnosis mueve al caminante hacia esa segunda ruta, que no es una senda mitológica, sino el lugar donde se arrojan los cachivaches. Lo Normal ha sido un Depósito de Trastos. ¿Es normal no condenar de forma consecuente la dictadura? ¿Es normal la sádica manipulación durante tres años del 11-M? ¿Es normal declarar el boicot a un grupo de comunicación que tiene por seña de identidad la defensa del Estado democrático? A Rajoy le falta el coraje freudiano de decir: ¡Abajo Lo Normal! Otra normalidad es posible.



Si leemos los artículos de algunos colaboradores de El País o o ABC, hallaremos, claro está, opiniones totalmente opuestas, es decir, a favor o en contra del discurso moral de Mariano Rajoy. Es a partir de la satisfacción de necesidades individuales y colectivas cuando se produce esa perpetración de “Lo Normal” que propone rechazar Manuel Rivas. Y es que, a día de hoy, algunas cabezas visibles del PP parecen no entender que las necesidades se van haciendo más complejas a medida que evoluciona la sociedad. En el régimen franquista, cuando la Iglesia y el ejército jugaban papeles de control social, Aznar posiblemente sería un taxista castizo: valiente, duro... En fin, toda una gloria nacional. ¡Pero ahora, señores míos, contamos con otras formas de organización que responden de manera más coherente a nuestras necesidades! Me pregunto cómo se habrán sentido tantas familias que han perdido a hijos, padres o abuelos en las carreteras al escuchar las barbaridades de un tipo que gobernó nuestro país durante ocho años... Con dos huevos, José Mari, di que sí... Razón tenía William Blake cuando dijo que los niños, los locos y los borrachos siempre dicen lo que piensan... Lo trágico, como dice Manuel Rivas, es que, según los actuales líderes del PP, ¡Aznar es "lo normal"!

En fin, que no nos adormezcan con cascabeles. Que no nos den clases de normalidad. Para Rajoy y compañía: "Aprende a gobernarte a ti mismo antes de gobernar a los demás" (Solón).

H. A. B.

_______

Imagen: RICHARD FRANKLIN: The decision



lunes, 9 de julio de 2007

Acerca de un texto de Castells

KOKOSCHKA, Murderer, Hope of Women (1910)

Es bien sabido que la mayoría de las desigualdades de nuestra sociedad se deben al desarrollo tecnológico de la información (o, mejor dicho, a la incapacidad de adaptación).
Por otra parte, los medios de comunicación de masas y la política se encargan de desarrollar el discurso anti-solidaridad. Se necesita, así pues, más que nunca una actitud crítica ante los estudios informativos.

Desde esta perspectiva, voy a tratar de analizar nuestra sociedad basándome en "Entender nuestro mundo", un artículo de Manuel Castells.

Según Castells, los cambios sociales que revolucionaron los años sesenta y la transformación de las tecnologías de la información nos han conducido a una nueva era basada en una estructura social dominante, la sociedad red; una nueva economía, la economía información-global; y una nueva cultura, la cultura de la virtualidad real.

La revolución de la tecnología trajo consigo la aparición del informacionalismo, un modelo social en donde la generación de riqueza y la creación de códigos culturales dependen de la capacidad tecnológica de la sociedad. Las nuevas tecnologías de la información facilitaron el surgimiento de un capitalismo duro (hablando de fines y valores) y flexible (si nos referimos a medios), que genera una riqueza inimaginable, a la vez que excluye de sus redes a grupos sociales y territorios que no entran dentro de los planes de la dinámica del capitalismo global.

Como es lógico, con el surgimiento de la nueva sociedad, se han transformado estructuralmente las relaciones de producción, las relaciones de poder y las relaciones de experiencia, apareciendo una nueva cultura y la consiguiente modificación de las formas sociales del espacio y el tiempo.

Respecto a las relaciones de producción, Castells distingue entre trabajador genérico (prescindible; convive con máquinas) frente a trabajador autoprogramable (muy productivo); hay una barrera entre ambos: el nivel de educación y, sobre todo, la capacidad de acceder a niveles superiores de educación o, en otras palabras, de “reprogramarse” de cara al cambio constante que exigen las tareas del proceso de producción.

En cuanto a las relaciones de clase, el nuevo sistema se caracteriza por el aumento de desigualdad en cuanto a renta y posición social. Castells achaca la culpabilidad a una serie de factores: la diferenciación fundamental entre un trabajo autoprogramable y un trabajo genérico; la individualización del trabajo, que repercute en la desaparición gradual del Estado de bienestar (aunque otros factores, como la globalización de la economía y la deslegitimación del Estado, que provoca inseguridad en el ciudadano, también tienen su parte de culpa). Por otra parte, las relaciones de clase también acusan la exclusión social; esto es debido a que a la mayoría de trabajadores genéricos se les asigna trabajos temporales (circulan por muchos puestos de trabajo, con discontinuidad). Así pues, la pérdida de una estabilidad laboral conduce a muchos trabajadores, que se ven totalmente inseguros, a crisis personales. Castells ha denominado a esta espiral descendente de exclusión social “los agujeros negros del capitalismo informacional”, que no sólo afecta a los “miserables”, sino también a la clase media.

Hay que tener en cuenta que en esta sociedad la educación es la clave del trabajo; actualmente los generadores de información y conocimiento no son otros que los nuevos productores del capitalismo informacional. Quienes controlan los medios de producción abusan y explotan a los productores individuales y a los trabajadores genéricos. La fragmentación de la mano de obra entre los productores informacionales y los trabajadores genéricos y la exclusión social de trabajadores o consumidores que ya no se consideran válidos conforman las divisiones sociales fundamentales de la era de la información.

Respecto a las relaciones de poder, la principal transformación la acusa el pueblo en su grado de incertidumbre ante la crisis del Estado Nación como entidad soberana y la consiguiente crisis de la democracia política. Esta multilateralización de las instituciones del poder produce una nueva estructura de poder -el Estado red-, en la que las relaciones de poder son siempre específicas para determinados actores o instituciones. En este mundo de constantes cambios de poder, el liderazgo individual substituye a los agrupamientos de clase. El poder como tal se plasma en los medios de comunicación y en la manipulación de símbolos. Hay un paralelismo entre la cultura y el poder: la primera es fuente de poder, y éste, a su vez, constituye la nueva jerarquía social de la era de la información.

En cuanto a las relaciones de experiencia, esta sociedad caracterizada por las relaciones individualizadas del trabajo ha afectado sobre todo a la estructura familiar, en concreto a la autoridad patriarcal, que actualmente sólo puede vivir bajo la tutela de estados religiosos o autoritarios y no en sociedades tan abiertas y tan poco igualitarias. Las redes de personas cada vez substituyen más a la estructura familiar común.

Todos estos cambios en las relaciones de producción, poder y experiencia afectan a las configuraciones espaciotemporales que conforman la cultura de la virtualidad real (sistema en el cual la propia realidad está inmersa en un mundo de símbolos que no sólo son metáforas, sino que constituyen la realidad): el tiempo se ha convertido en el tiempo atemporal de las redes electrónicas y el espacio de flujos sustituye a los lugares de la realidad.

* * *

“Las formas fugaces de asociación son más útiles que las conexiones a largo plazo, y en parte, también que los lazos sociales sólidos –como la lealtad han dejado de ser convincentes”, escribe Richard Sennet en La corrosión del carácter. Y es cierto: el nuevo sistema aboga cada vez más por los trabajadores a corto plazo, lo cual afecta –qué contradicción- a todos los niveles: tanto a los jefes –los obreros no rinden al máximo- como a los trabajadores, que viven un clima de inseguridad y no pueden desarrollar una trayectoria coherente. La estructura piramidal se está substituyendo por una estructura de red en donde nadie asume ningún compromiso, pues todos están sujetos a los posibles recortes de la empresa.

La implicación psicológica con el trabajo es mucho mayor, pero no hay demasiadas críticas hacia el sistema porque, con la estructura de red, nos sentimos partícipes del trabajo, cuando, en realidad, sacrificamos la mayor parte de nuestro preciado tiempo para que el trabajo salga adelante. Y es que, como dijo Karl Marx, “el obrero es un apéndice de la máquina”: se exige al trabajador una rutina extremadamente peligrosa que lo conduce, en muchos casos, a la alienación (Tiempos modernos de Chaplin da fe de ello). La individualización que propaga el capitalismo destruye núcleos familiares, quita las ansias de vivir. Por eso escribió Pablo Neruda: “Sucede que me canso de ser hombre”.

Siguiendo el ejemplo de Sennet, “La rutina pude degradar, pero también puede proteger; puede descomponer el trabajo, pero también componer la vida”. Ante este panorama de incertidumbre, debemos hacernos la siguiente reflexión: ¿Cómo vamos a inculcar ciertos valores a nuestros hijos si las relaciones labores nos destrozan, nos esclavizan, nos individualizan…? De nada sirve vivir en democracia si no tenemos tiempo libre. No hay pecado más grande que arrebatarle al obrero el derecho a amar y a soñar. Sin duda, estamos ante la verdadera dictadura capitalista cuyo único objetivo es el lucro, sin ninguna finalidad moral.

Por otra parte, el texto de Manuel Castells nos da pie a reflexionar acerca de la insumisión que presentamos frente a las leyes del actual paradigma social: que todos tengamos la “obligación” de comulgar con un pensamiento único que no tiene porque ser válido, sino que está ahí posiblemente porque, como dijo Foucault, “la verdad científica no tiene que ver con el conocimiento, sino con el poder”. Y el poder, como todos sabemos, lo representan aquéllos que se dedican a explotar al trabajador, que buscan su máximo beneficio: así pues, yo me pregunto: ¿será apropiada la cultura que recibimos si procede del abuso? ¿Existe ética en el poder? Me avergüenzo al pensar lo evidente: que el conocimiento se considera una mera mercancía, pues la economía de mercado rige las pautas de nuestra cultura. Esto explica la exclusión de seres “no funcionales”: la lamentable brecha que divide al mundo entre los seres válidos o no válidos para trabajar con la información.

En fin, tanta palabra intenta justificar el hallazgo, por cierta, sorpresivo, de que la Verdad es inútil: sólo sirve para al poder. Hay que tener paciencia, observar distintos puntos de vista y aprender a contrastar, ya que, en palabras de Virginia Woolf, “cuando un tema se presta mucho a controversia (…) uno no puede esperar decir la verdad. Sólo puede explicar cómo llegó a profesar tal o cual opinión”. No creo que el poder acepte dudas…

Para terminar, pediré un deseo: espero que los “ricos” tengan la suficiente voluntad, no olvidemos que ellos conocen la Verdad, y expliquen a sus hijos por qué los obreros realizan el mismo trabajo que las máquinas, si es más persona el jefe que el explotado…

Yo, por mi parte, he elegido estos versos de Eugénio de Andrade para acunar a mi futuro hijo –pongamos que se llama Miguel–:

Te miro desde aquí, Miguel, te veo jugar con los cubillos, juntándolos y empujándolos, tren que viaja hacia cualquier parte a donde no se llegue dilacerado o amputado de la alegría de sentirse el hombre nacer para un amor nuevo, una imaginación nueva, distante ya, y vamos a decirlo con las tremendas de palabras de Nietzsche, de este asilo de enajenados que ha sido la tierra.



HÉCTOR ACEBO BELLO

_______

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:


  • CASTELLS, M., "Entender nuestro mundo", en Revista de Occidente, nº 205,1998.

n
n

  • nSENNET, R., La corrosión de carácter, Barcelona, Anagrama, 2001.

domingo, 8 de julio de 2007

Vida y obra (comentario de un artículo de Eduardo Mendoza)

Escritores

EDUARDO MENDOZA

El País - 05-06-2006

Los desvaríos intelectuales de algunos escritores afloran de tanto en tanto, y últimamente por partida doble. En Alemania se ha armado un pequeño alboroto porque le han dado un premio a Peter Handke, a quien en París acababan de darle con la puerta de un teatro en las narices por sus simpatías manifiestas por el difunto y siniestro Milosevic. Ahora la cuestión está en determinar si las adhesiones personales han de interferir o no en el reconocimiento de los méritos literarios.

Desde siempre, la sociedad exige determinadas normas de comportamiento a personas que ocupan una posición emblemática. Pero los criterios de aplicación de esta norma no son coherentes. A un profesional distinguido se le pide que haga bien su trabajo; en su vida privada o con sus ideas nadie se mete. Un deportista puede pensar cualquier cosa, o ninguna, pero ha de guardar una conducta intachable en lo del alcohol, el fumar y las drogas para no dar un ejemplo pernicioso a la juventud, aunque la mayoría de aficionados al deporte son hombres talludos, de copa y puro. En cambio, a los roqueros, que están muy próximos a los adolescentes, se les presume y jalea el consumo y el abuso de sustancias tóxicas. Luego los chicos los imitan y la palman.

Los escritores, como los roqueros, no han de ser un modelo de continencia. Al contrario: un escritor morigerado infunde sospecha. Un novelista cabal ha de beber en exceso y ser un poco golfo. En cambio, sus opiniones sobre asuntos sociales, políticos o éticos cuentan mucho porque para la gente los escritores son un referente moral.

No debería serlo, porque su función no consiste en proponer pautas de conducta, sino en crear espacios coherentes de ficción que se puedan extrapolar a la imaginación del lector. Si hacen esto, es natural que unos sean buenas personas, otros malas, todos inconsecuentes, porque abarcan todos los rincones del ser y del pensar. Pero la dimensión didáctica está ahí y, contra eso, nada se puede hacer.

De modo que yo no veo mal que un jurado premie la obra aunque repruebe las opiniones del autor. Pero lo contrario tampoco me parece mal. También los jurados literarios y los directores de teatro representan sectores de la sociedad y posturas divergentes. Y que la función no pare.


Siempre he partidario de separar, por un lado, la vida; y, por otro, la obra (o lo que es lo mismo, la persona del artista). A fin de cuentas, como dice Mendoza, la función del escritor no debe ser otra que conducirnos a mundos a los que difícilmente tendríamos acceso en la vida real. Por eso escribió Borges: "La literatura no es más que un sueño dirigido".

Una compañera de clase me comentaba hace unos días que autores malditos como Pound o D'Annunzio tienen su hueco en la literatura universal, pero me gustaría subrayar lo siguiente: cuando un autor arisco o retraído (es decir, algo que se escape de "lo normal") vive y crea, la sociedad, bajo mi punto de vista, intenta ignorarle porque las mentes críticas, ya se sabe, suponen un peligro cuando cuestionan las decisiones del poder. Ahí está el caso de Pessoa, el poeta portugués más grande de todos los tiempos, que murió en el más triste de los anonimatos... Ch. Baudelaire, que sufrió para sobrevivir (un dato: varios de los poemas de Las flores del mal estuvieron prohibidos hasta bien entrado el siglo pasado)... Y lo mismo está pasando ahora con autores como Leopoldo María Panero o Juan Goytisolo. Eso sí, cuando un artista fallece, le construyen un monumento (tal vez por la idea errónea de que el pensamiento muere con el autor).

Sea lo que fuere, soy partidario de absorber una obra sin prejuicios: lo que menos me importa es la vida del artista siempre y cuando cumpla con efectividad su trabajo. Es por eso que leo a Gottfried Benn sin pensar en su pasado filonazi. Y me emociono con Neruda sin tener en cuenta su pasión por Stalin.

En fin, "que la función no pare". Salud.

____

Imagen: RENÉ MAGRITTE, Calcomanía