Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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viernes, 28 de mayo de 2010

La casa y los libros

A uno lo que le tranquiliza de veras es el regreso, aunque haya ido sólo hasta la esquina. Esto de la casa es una superchería, seguramente, como la de defenderse con tantos libros. Pero funciona. Y, aunque no lo parezca, digo de los libros lo que al final de su vida decía el poeta Claudio Rodríguez del vino: Nunca me han gustado como se supone que me gustan. Se los ha bebido uno casi todos, claro. Pero por otras causas.
(A. TRAPIELLO)

miércoles, 26 de mayo de 2010

19.- "Suelta las riendas de mi corazón" (Mikel Erentxun)



Canción extraída de El abrazo del erizo (1995). En este atractivo álbum, la banda de Erentxun estaba formada por músicos de la talla de Pete Thomas (batería de los Attractions de Elvis Costello), Robert Quine (guitarrista de Lou Reed) y Phil Spalding (bajista de Mick Jagger). Marc Ribot y Mark Gardener aportaron sus agudas (a veces, parecen coros) cuerdas.

domingo, 23 de mayo de 2010

Sorolla creía que toda hora era alba


Hace tiempo que no visito el madrileño Museo de Prado. La algarabía urbana nos aleja a menudo del placer, de la reflexión, de la charla, de la contemplación, y, en suma, del impresionismo. ¡Pero cómo disfruté el verano pasado en una antología de la obra de Joaquín Sorolla (Valencia, 1863-Madrid, 1923)!

El magistral uso de la luz de este pintor hace vibrar sugestivamente los colores, marca –lejos de cualquier academicismo aséptico– el movimiento de las figuras, haciendo carne aquel verso del enigmático Pessoa: “Tengo una gran distracción animada”, que para mí es una de las más bellas declaraciones amorosas (espero dedicársela algún día a una chica merecedora de tal alabanza: las palabras y las imágenes son de quien las necesita).

La luz de Sorolla hiere, esconde –en la aparente calma del horizonte– vidas golpeadas por el mar, margaritas que se vieron forzadas a matar a sus vástagos para ocultar tantos amores pendencieros, infantes tullidos (por obra y gracia del Señor) que se sumergen en el mar bajo la vigilancia de un fraile… Aquella mañana la luz hería, pero, como no me bastaba con mirar, intenté asirla, condensarla en la mente y en los sentidos… Al final, caí en la tentación: y me traje del Prado una prueba tangible, a fin de compartir con mis seres queridos esa “espontaneidad saludable” (incluso las tragedias sorollistas desprenden calidez), como escribió en el lejano 1908 el crítico Ángel Vegue y Goldoni en las páginas de La Lectura (una revista “de las artes y de las ciencias” en la que colaboraron no pocos personajes adscritos o cercanos a la Generación del 98).

La prueba espontánea es una lámina que lleva por título “La siesta”. Fechada en 1911, no reproduce la obra más representativa o dolorosa de Sorolla. Poco me importa. Como si se tratase de una foto en picado (lo que distinguía a Sorolla de otros maestros de la época era, principalmente, el encuadre), cuatro figuras femeninas descansan, indolentes, bajo el sol. Apenas hay aire en esta visión, dando una sensación de reposo, de pereza, de pesadumbre, de frondosidad… Sin embargo, a pesar de todos los calificativos (propios de una hora tan bucólicamente mundana como la siesta) empleados en la oración anterior, la perspectiva del cuadro es absolutamente dinámica y sirve de contrapunto. ¿El resultado? Fíjense en esas telas tan luminosas (desperdigadas por el cuadro) o en la vivísima hierba: ¡una sensualidad desbordante!

A propósito, tal vez debería (deberíamos, compañeros de viaje) plasmar más movimientos. Quienes estamos divinamente condenados (como la mayor parte de los artistas, insumisos y soñadores) a convivir con ese estado emocional llamado melancolía, recurrimos a menudo al arte para construir un universo paralelo que resucite a aquellas personas, estancias o sensaciones perdidas…

El problema estriba en cómo hallar el equilibrio. Porque esa “bilis negra” (que dirían los griegos clásicos) a veces nos abaja –y denunciamos, rabiosos, tantas injusticias cometidas por un capitalismo salvaje que, pese a que hoy hace aguas, todavía es dignificado por Aznar y otros señores de la guerra–, pero en otras ocasiones esa melancolía visionaria también nos eleva al olimpo –y bebemos, extasiados, los vientres más diáfanos de las musas– sin premeditar horario alguno…

Intuyo que Sorolla supo convivir (al menos así lo atestigua su obra) perfectamente entre esos extremos. Independientemente de la hora o del estado, su protagonista absoluta SIEMPRE fue la luz. Y eso es admirable. ¿Mujeres con geranios, espumosas playas mediterráneas o pescadores desangrados? Qué importa: son todos trabajos del artista. Condenados (poetas, pintores y cineastas) a ver sin ser vistos.

Mi maestro Álvaro Cunqueiro, el señor de Mondoñedo (villa lucense y sede episcopal), prodigioso periodista y novelista, escribió –en una de sus columnas para el Faro de Vigo– unas líneas que le irían perfectamente a Sorolla: “El gibelino y yo vamos, al borde la tiniebla, creyendo que toda hora es alba”.

Por HÉCTOR ACEBO (Diario de Ávila, 23/05/2010)

viernes, 14 de mayo de 2010

Abuela

¿Cómo voy yo a almorzar sin tu jugosísima tortilla de patatas, abuela? ¿Cómo voy yo a saber quién soy, si apenas hemos hablado de vuestro sacrificio? No tuviste tiempo para leer, ni para viajar, ni para el descanso... ¡Limpísima ama de casa, auténtica cocinera, resignada labriega…! Las arrugas de tus manos revelan los sueños sin cumplir, las noches en vela, los rosados partos, la salvación de tu nieto...

¿Recuerdas aquella escena de 1992, cuando me quedé encerrado en el baño? Supiste mejor que nadie enfrentarte al peligro, subir por la escalera, romper el cristal... Cortaste a todos aquellos señoritos que te veían como una simple chacha. ¿Y qué hay de eso en una señora como tú? Fuiste siempre fiel a tu familia, a tu trabajo, a tus tierras... Siempre fiel a tu marido, que te trata –lo sabes mejor que nadie– como a una princesa.

¿Cómo voy yo a almorzar sin tu jugosísima tortilla de patatas, abuela? Mi árbol es un sauce, donde tú eres la vaina que envuelve al tojo. Mi silencio es posmoderno, el tuyo de posguerra. Tus caricias están tan desnudas como una vena, las mías llevan guante. Tus arrugas las forjó el viento, las mías los anteojos. Tu llanto es sincero, el mío ensayado. En tu bosque, hay cortezas; en el mío, desechos, química, heces… En tu película, hay vaqueros que son incapaces de traicionar a un amigo; en la mía, hay tan sólo bisbales que serían capaces de matar a su hermano para salir en la tele.

No podría compararme a ti, abuela. Ni a tu jugosísima tortilla de patatas, que me da fuerzas para seguir viviendo en este mundo de extraños.



Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 14/05/2010)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Cunqueiro recrea el tema de Tristán e Isolda

Tristán García
Por ÁLVARO CUNQUEIRO*



Este Tristán del que cuento, nunca supo por qué le habían puesto Tristán en el sacramento del bautismo, ni conocía a nadie que se llamara como él. Un tío suyo de Soutomaior, que trabajaba como camarero en un restaurante muy famoso de Lisboa, le decía que en Portugal conocía a dos o tres Tristanes, y todos ellos eran de la aristocracia. Tristán fue a cumplir el servicio militar a León, y allí, en un quisco compró La verdadera historia de Tristán e Isolda con los amantes muy abrazados en la portada, por una peseta y cincuenta céntimos. Al fin iba a saber quién era aquel Tristán cuyo nombre llevaba. Cuando llegó al terrible final de la historia, con la muerte de ambos enamorados, Tristán García no pudo evitar las lágrimas. Y dio en imaginar que andando por el mundo encontraba una mujer llamada Isolda, y ambos se gustaban, se hacían novios, se casaban, y vivían muy felices en la aldea cercana a Viana do Bolo de donde Tristán era natural. A todos sus compañeros del Regimiento de Burgos 38 les preguntaba si había en sus pueblos una muchacha que se llamase Isolda. No la había. Había alguna Isolina suelta, pero Isolina no era lo mismo que Isolda. Tristán se lamentaba consigo mismo de no dar con una Isolda, porque si no la encontraba en León, donde había tanta familia, ya no la encontraría nunca, dedicado a la labranza en su aldea de Viana do Bolo.
Un día lo mandó llamar un sargento que se llamaba Recuero.
-¿Tú eres el que anda buscando una Isolda? Pues en Venta de Baños hay una viuda de este nombre.
-¿Joven o vieja? –preguntó Tristán emocionado.
-¡No lo sé! ¡Es churrera! –le contestó el sargento.
Tanto tenía metida en su magín la novela famosa nuestro Tristán, que no pudo dudar un instante de que aquella Isolda de Venta de Baños fuese joven y hermosa, y si era churrera, podía seguir con el negocio en Viana, o en Orense capital, donde servían chocolate con churros en los cafés. También consideraba Tristán que si la viuda era vieja, lo más seguro era que tuviese una hija o sobrina joven que se llamase como ella. Tuvo un permiso, y con veinte duros que tenía ahorrados, tomó en León el tren para Venta de Baños. Ya en aquel empalme, preguntó por la churrería de la señora Isolda. Estaba allí al lado, y la señora Isolda despachando churros a un señor cura. Era la señora Isolda una anciana con el pelo blanco, con hermosos ojos negros, la piel tersa, las manos muy graciosas echando azúcar y envolviendo los churros en papel de estraza. Tristán vaciló en dirigirse a ella, pero ya había gastado cincuenta y cuatro pesetas en el billete de ida y vuelta.
-¡Buenos días! ¿Es usted la señora Isolda?
-¡Servidora! –respondió la amable viejecita sonriendo-. ¿Cuántos le pongo?
-¡Es que yo soy Tristán! ¡Venía a conocerla!
La viejecita cerró los ojos, y se agarró al mostrador para no caer. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.
-¡Tristán! ¡Tristán querido! –pudo decir al fin-. ¡Toda mi juventud esperando a conocer a un mozo que se llamase Tristán, como el de Isolda! ¡Y como no venía me casé con un tal Ismael!
Tristán saludó militarmente y se retiró hacia la estación, a esperar el primer tren para León. Cuando llegó y subía al vagón de tercera, apareció la señora Isolda, quien le entregó un paquete de churros. No se dijeron nada. Cosas así sólo pasan en los grandes amores.

*CUNQUEIRO, Álvaro (2009), Las historias gallegas, Ed. Paréntesis, Sevilla.

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Un nuevo orden mundial?

Acaso estemos asistiendo, en esta sociedad global, al desmantelamiento de la unipolaridad personificada por EEUU, país que campa a sus anchas desde el suicidio de la URSS en 1989-1991. Esta desaparición propició que EEUU desviase su atención hacia Latinoamérica: la destrucción del marxismo-leninismo (la principal preocupación estadounidense durante la Guerra Fría) se consideró, a partir de ese momento, una batalla ganada. Porque, si bien es cierto que algunos países (como Cuba) siguieron –y siguen– anclados en esos ideales comunistas, el efecto dominó ha sido, desde entonces, inexistente: no ha surgido ninguna gran potencia –en la línea de la URSS– que deteriorase el realismo político yanqui, su indiscutible liderazgo…

No obstante, pese a ese vacío, decíamos antes que quizás estemos asistiendo al desmantelamiento de la unipolaridad estadounidense. Y es cierto: el nuevo club de naciones, BRIC, formado por Brasil, Rusia, India y China, que acapara el 40% de la población mundial, rebasando el 15% del PIB global, cuestiona –en cierta manera, como veremos– el orden mundial. Pero, ¿qué anima a estos países a coordinarse, a unir sus esfuerzos? Según Miguel Ángel Bastenier, los cuatro del BRIC “piensan que les ha llegado la hora de aprovechar la globalización, el consumo, la gestión de una nueva riqueza y de una exaltada soberanía en el mundo”. Asimismo, este club de países se opone firmemente a la intervención norteamericana en el mundo islámico.

Pero vayamos por partes. Toca ahora hablar de Rusia. Medvédev, el actual presidente de tal país, inició en noviembre de 2008 una gira por la región Latinoamérica que lo condujo a Perú, Brasil, Venezuela y Cuba. En una histórica visita a Lima, Medvédev recordó un hecho significativo: en los 80, el comercio entre Perú y la extinta URSS estaba en torno a los 300 millones de dólares anuales, mientras que en 2008 las exportaciones peruanas a Rusia no superaban los 15 millones. Este dato curioso –perfectamente extrapolable a otros países latinoamericanos– da cuenta de que, como sostiene Salim Lamrani, “el hemisferio está viviendo una revolución política con la llegada al poder de numerosos líderes progresistas, particularmente en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Paraguay, sin olvidar la presencia histórica de Cuba, donde los procesos sociales se siguen desarrollando bajo la amenaza de la injerencia de Washington”.

En efecto, la cooperación de Rusia con Sudamérica es a la vez política (con el fin de fundar un mundo multipolar), económica (transporte, turismo, energía…) y militar (ahí están los acuerdos firmados con Nicaragua o Venezuela). En este último punto, Medvédev llegó a admitir que Venezuela era el principal socio estratégico para Rusia en Suramérica (no hay que olvidar que ambos países realizaron en 2008, de manera conjunta, operaciones navales en el Caribe: un hecho inusual en la historia venezolana), lo cual debió de agradar especialmente a Hugo Chávez, firme opositor de EEUU, país que en los tiempos de Bush intentó reiteradamente desestabilizar a Venezuela.

Por su parte, Rusia, en su afán de ampliar las relaciones con los países latinoamericanos, pretende –según el citado Lamrani– recuperar “su influencia en una región que abandonó hacia 1991, al final de la Guerra Fría, y contrarrestar el intervencionismo de Washington en el Este de Europa y en el Cáucaso, marcado especialmente por la instalación del escudo antimisil erigido contra Rusia en Polonia y República Checa, el desencadenamiento de la guerra de Georgia durante el verano 2008 y el proyecto de ampliación de la OTAN a Ucrania”.

Hablemos ahora del otro país que abarca (excepto China y Rusia, el resto de países del BRIC representan al Sur) todos los paralelos: China, que en noviembre de 2008 anunció su integración –como país donante– en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ¿Qué objetivos aproximan al país presidido por Hu Jintao a la región suramericana? Sin duda, económicos (búsqueda de materias primas, impulso del desarrollo bilateral…), pero también políticos (que se traducen en la búsqueda del aumento de su influencia en el mundo global). No en vano, la inclusión de China en el BRIC significa, según Bastenier, “volver a ser el imperio del centro”.

Pekín sintetiza, en el Libro Blanco sobre la política de China, su estrategia política en Suramérica. Tal estrategia, basada en el fomento de una equilibrada relación, se plasma, por ejemplo, en la firma de Tratados de Libre Comercio o en el estímulo de las inversiones.

Pese a que Rusia y China no sienten –por el momento– la necesidad de luchar por la hegemonía mundial, a EEUU (que, como dijimos, desde 1991 campa a sus anchas por la geografía mundial) le preocupa la creciente relación de estos países con Suramérica. Y no es extraño: recordemos que los países del BRIC acaparan el 40% de la población mundial, rebasando el 15% del PIB global. Por tanto, aunque la hegemonía no cambie (los BRIC ni siquiera son una confederación, carecen de vínculos institucionales y engloban culturas demasiado heterogéneas –China no es una democracia–: el cristianismo, el budismo, el islamismo…), quizás sí lo haga la realidad geopolítica. Los hasta ahora temibles Estados Unidos pueden dejar de perder protagonismo económico… y, lo que es fundamental, el respeto de sus vecinos.

Fuentes de la información:
BASTENIER, M. Á, “El Eje Sur-Sur”, El País, 21/04/2010.
BASTENIER, M. Á.: “El muro que cayó en América Latina”, El País, 18/11/2009.
CORDERO, Jaime, “Rusia añade con éxito a Perú en su estrategia para Latinoamérica”, El País, 25/11/2008.
LAMRANI, Salim: “Nueva alianza entre Rusia y Suramérica”, Le Monde Diplomatique (edición española), nº 6, junio de 2009.
RÍOS, Xulio: “China y América Latina”, Le Monde Diplomatique (edición española), nº 6, junio de 2009.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 7/5/2010)

martes, 4 de mayo de 2010

La conquistadora


Dices: “Si los chicos no quieren
que escriba sobre ellos,
deben portarse bien conmigo”.

Ya no te pones las botas de cowgirl,
porque “el estilo bohemio
queda mejor con el buen tiempo”.

Y prefieres no hablar de sexo:
“En cuanto empiezas, la gente
te imagina desnuda”.

¡Caray, para haber jurado
voto de castidad, eres toda
una conquistadora, niña!

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 4/5/2010)