Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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miércoles, 27 de junio de 2012

Mi público

Ayer, en la Facultad de Ciencias de la Información (UCM), ofrecí un recital poético con motivo del Acto de Clausura y Graduación de la II Promoción del Máster Universitario en Investigación en Periodismo: Discurso y Comunicación. Me arropó un público sensible, refinado, entusiasta y detallista. El público que todo creador desea. ¡Qué miradas encendidas! ¡Qué sonrisas caudalosas! Nunca olvidaré unos momentos tan emotivos.

lunes, 25 de junio de 2012

Mañana recitaré mis poemas en la Universidad Complutense

Mañana, martes, ofreceré un pequeño recital poético en la Sala de Conferencias del Nuevo Edificio de la Facultad de Ciencias de la Información (UCM). La lectura se enmarca dentro del Acto de Clausura y Graduación de la II Promoción del Máster Universitario en Investigación en Periodismo: Discurso y Comunicación. Esta ceremonia comenzará a partir de las 6 de la tarde. Estáis invitados. Pinchando aquí, encontraréis toda la información.

domingo, 24 de junio de 2012

El fútbol

Que no nos adormezcan con cantos de sirena: ningún triunfo deportivo traerá consigo la salvación de un país regido por incompetentes políticos que arrinconan la educación y la cultura. Valoremos el fútbol como lo que es: un deporte. Sólo eso. Dicho lo cual, nos alegramos de la hazaña de Iniesta (¡qué clase, qué delicadeza!) y compañía.

jueves, 21 de junio de 2012

Una ceremonia poética

El próximo martes, a las 18 horas, se celebrará, en la Facultad de Ciencias de la Información (UCM), la ceremonia de graduación del Máster oficial “Investigación en Periodismo: Discurso y Comunicación”. Ese día tendré el privilegio de ofrecer, en calidad de poeta-alumno, un pequeño recital. Precisamente hoy he estado seleccionando —con mimo— algunos de mis poemas más representativos: “La residencia”, “A una hermosa quinceañera”, “Un amor de fantasía”... ¡Albricias!: Será la primera vez que lea en público textos posteriores al proceso creativo de Camas de hierba (2008-2010), mi ópera prima. Lo mejor de todo es que estaré rodeado de seres admirados y apreciados: profesores y alumnos. Será una jornada especial. Ojalá mis novísimas criaturas —mis muchachas— vuelen, ojalá la ternura y la sensualidad se den la mano... Ojalá, en fin, pueda rendir homenaje a mis maestros. ¡Cuántas sensaciones les debo a Pound, a Yeats, a Pessoa, a Neruda, a Blas de Otero...! “Piñas / en azúcar, almibaradas niñas / ñoñas, / yemitas tiernas, / botón de primavera, botoncito / jugando a ser ojal entre las piernas”, escribió el poeta vasco en Ancia

miércoles, 20 de junio de 2012

Un verso adolescente

Últimamente revolotea por mi cabeza un verso que escribí con 17 años: «Me pediste la piedad de un beso». Tal vez comience una creación de ese modo...

martes, 19 de junio de 2012

Una niña de cristal y membrillo

"Senderos hay en Esmelle que no pueden, por el boscaje, seguir los de a caballo, pero por el claro los caballeros hacen volar los palafrenes. Subiendo a las altas torres de Narahío, se contempla la sombra de la selva y el espejo de la laguna, y los montes del Arneiro, azules, negros, y más allá los Ancares, con la corona de la nieve, y al poniente, en los claros mediodías, las torres compostelanas, y aquel último despeje luminoso del cielo, ¿no es el aire marino? Tantas veces me he contado a mí mismo las estancias de Esmelle, que ya me parece existan la selva y el castillo, y sea yo aquel rapacete que con la gorra en la mano llama a la grande y ferrada puerta para ser recibido por paje y portacolas de la señora infanta: una niña de cristal y membrillo, blanca y la sonrisa dulce y los asombrados ojos negros."
Don Álvaro Cunqueiro

lunes, 18 de junio de 2012

En el Oeste


Hemos visto, en el Cine Verdi, una obra cumbre del séptimo arte: The Searchers (Centauros del desierto), de John Ford. Es la tercera vez que degusto este western protagonizado por John Wayne. ¡Pura épica!

domingo, 17 de junio de 2012

Cosmética de estreno

Huid de la ciudad. Echaros al monte.
O dedicad una noche entera
a explorar la orilla de un arroyo.
¡Pero huid, no perdáis más el tiempo:
hay sospechas de que ese tono
rosa chicle de vuestros labios
lo conseguisteis mascando chicle!


"Tres desnudos en el bosque", de Otto Mueller.

(La Huella Digital, 17/06/2012)

viernes, 15 de junio de 2012

Coruscante

coruscante. 1. adj. poét. Que brilla. "Luceros coruscantes".
Siempre caigo rendido ante la sonoridad de este calificativo. Huelga decir que me encanta emplearlo.

martes, 12 de junio de 2012

Cuando escribo

Cuando escribo, me digo a mí mismo: No huyas de los tópicos: reasúmelos, renuévalos, adáptalos a las circunstancias... Intenta poner la hermosa tradición al servicio de la modernidad. Inténtalo al menos. Y recuerda siempre lo que dijo tu admirado cineasta Jean-Luc Godard: “Lo importante no es de dónde sacas las cosas, sino a dónde las llevas.”


La actriz Anna Karina, que fuera musa y esposa de Godard en los 60.

domingo, 10 de junio de 2012

Un murmullo de ninfa: Conversación con Rodrigo (y II)

Rodrigo García Blanca, ex integrante de Solera y de CRAG (dos de los grupos más míticos de nuestra música popular), es un excelso letrista y un músico con una vasta formación. Ésta es la segunda —y última— parte de una dilatada conversación que Héctor Acebo (jefe de Opinión de LA HUELLA DIGITAL) mantuvo recientemente con el compositor sevillano.


He aquí la segunda parte de la conversación que servidor mantuvo hace escasas semanas con Rodrigo García Blanca (Sevilla, 1947). Rodrigo —fundador de los míticos grupos de pop Solera y CRAG— ha ido labrando, desde mediados de los setenta, una carrera solista corta pero rica y coherente. En sus cuatro discos publicados hasta la fecha (el último es de 2006), este Rodrigo se presenta como un autor alejado de las modas, de los clichés, de las convenciones… Para algunos, es un trovador; para otros, un artista pop. Abstengámonos, por favor, de etiquetar a alguien que trabaja con el mismo esmero el texto que la melodía, a alguien que concibe el amor como una espiral sin límites…

La música del solista sevillano, bella en su velada sugerencia, debe ser paladeada: no consumida. Otro tanto podríamos decir de sus excelsas composiciones para Solera y CRAG, algunas muy conocidas (“Sólo pienso en ti”, “Señora azul”, “Linda prima”), pero lo cierto es que en su obra solista se acentúa el cariz intimista, la voluptuosidad, la vocación descriptiva… De ahí que sus canciones —alabadas por la crítica especializada— no hayan llegado al común oyente de música pop, quien, efectivamente, no busca la cognición, sino el entretenimiento. Tengo por muy lúcida esta confesión que me hizo el propio músico: “La masa casi nunca está donde a mí me gustaría que estuviese. He trabajado toda la vida en líneas que no son prácticas (si nos atenemos a lo que se entiende por practicidad) y, ciertamente, no he querido seguir otro rumbo, con lo cual también soy el responsable de mi carácter minoritario. A lo mejor no he servido para hacer ‘¡Macarena!’ y volverme millonario. Entre que no sirvo y no me gusta hacer una cosa así, jamás me he puesto a ello. Si mil personas se enteran de mis encajitos, ya me parece una barbaridad. Tan acostumbrado estoy al reconocimiento como a la oscuridad.”

Rodrigo puede presumir de su condición de glorioso héroe subterráneo, parafraseando al crítico Luis Lapuente. Y es que el artista sevillano cuenta, desde los tiempos de Solera y CRAG, con unos seguidores selectos y fieles. Son los llamados rodriguistas. Hablamos de un público minoritario, sí, pero, ¿desde cuándo la extrema sutileza es apreciada por la masa?


“Quiero que seas mi dama” fue el sencillo extraído del primer disco de Rodrigo.

—En 1975, apareció tu primera incursión como solista, Canciones de amor y sátira (CBS). Este disco, en comparanza con las óperas primas de Solera (1973) y CRAG (1974), es más narrativo.
—Claro, al estar solo, ya no existía la tensión de hacer voces, que es un capricho muy exigente. En ese disco, hay letras extensas, muy protagonistas… Letras de cantautor. Y estas canciones hubieran tenido más difícil encaje en el grupo. Mi repertorio, en fin, ya no estaba sujeto al compromiso de ser aprobado ni de ser tratado en equipo.

—Creo que uno de los temas de ese álbum, “El gato”, define muy bien tu estilo como solista. Es ésta una pieza sumamente descriptiva, en donde, sin embargo, la música no cumple una mera función de acompañamiento. Así, la guitarra cimbreante acentúa los andares del felino protagonista.
—Sí, en “El gato” la guitarra da como una respuesta a los versos.

—Conviene matizar que no eres un cantautor al uso. Lo digo precisamente porque en tu obra las soluciones líricas siempre crecen en paralelo con las musicales.

—Lo cierto es que muchos de los cantautores al uso no sabían más que rasgar la guitarra, con lo que no tenían otro remedio que cultivar la sobriedad.


—En 1980, Movieplay publicó el que para mí es tu disco más redondo como solista. —El repertorio de ese álbum creo que está mejor logrado que el de Canciones de amor y sátira. En parte, porque yo había crecido un poco más y estaba menos amargo. Algún tramo de mi primer disco expelía una crudeza recalcitrante y furiosa. Recuerda aquella diatriba feroz titulada “Vete tranquila, niña”. En mi siguiente álbum, hay broma e ironía, pero no tensión colérica. De hecho, era una época en la que yo estaba viviendo más a gusto que un cochino en un charco. Casi todas las canciones —compuestas con mucha distensión— rezuman erotismo y ternura.

—A partir de ese LP, tu voz se vuelve más frágil, más reposada, menos dylaniana… Nunca volverás a alargar tanto las vocales como en tu ópera prima.
—En los discos sucesivos yo vivía de un modo más sosegado, y eso quizás me condujo a cantar de otro modo. El propio tiempo lima.

—El disco de 1980 es un homenaje al poliédrico universo femenino. No en vano, se le conoce, a falta de título, como “el de las mujeres”.

—Desde luego que es un homenaje al universo femenino. Pero hay una canción que habla sobre un chico homosexual (Alberto del Rosario) y que, sin embargo, se titula “Charo”. Lo cual indujo a pensar, a la gente que no se fija mucho en los detalles, que el álbum estaba dedicado completamente a las mujeres. De esas canciones yo recuerdo con especial satisfacción “Laura” y “Déjame deshacerte la cama”. Hay en el álbum un tema nostálgico, “La abuelita Berta”, que se adapta cómodamente a tu punto gallego. En la atmósfera de ese cuento inventado, aparece la condición ultramarina de finales del siglo XIX y principios del XX. Berta podría ser un personaje de Valle-Inclán.

—“La abuelita Berta” es una pieza entrañable y melancólica, sí. En el álbum, incluso la guitarra aparece metaforizada en una sinuosa mujer. El tema al que me refiero, “En el sofá”, es de una altura lírica extraordinaria: “Se van a dormir mis dedos / al nocturno de tu centro”.
—Hice “En el sofá” con esa intención de doble lectura. Las estrofas que preceden a la solución, a la explicación, nos incitan a pensar en una chica, dadas las formas femeninas de la protagonista. Luego llega el efecto sorpresa, premeditado, y uno descubre que los elogios van dirigidos a una guitarra. Pero hasta el primer estribillo eso no se venir. Te diré que la guitarra, para quien compone con ella (yo lo hice durante muchos años), puede ser muy complaciente.

“Laura”, una de las más bellas canciones de Rodrigo.

—¿El tema más exitoso de tu homónimo disco quizás fue “Laura”?
—“Laura” fue el single, pero en ese disco no hubo nada exitoso. El trabajo pasó, desafortunadamente, con más pena que gloria. Las pocas críticas, en general, fueron positivas, pero yo en los medios despertaba menos curiosidad o menos morbo que los iniciales CRAG. Encima, el apoyo de Movieplay fue muy tímido.


—“Laura” es un ejemplo de sutileza aderezada con sonoros versos. En dicha canción, no pasan desapercibidas las aliteraciones: “Voluptuosa venus verdadera”, “Sutil, salada y sibilina seda”…
—Son ganas de jugar.

—Pero esa figura retórica no funciona como un mero alarde o un ejercicio de estilo. Tengo para mí que la silabeante dicción consigue realzar la sensualidad de la joven protagonista.
—Hombre, uno disfruta de los sonidos de esas palabras, pero éstas dicen lo que tienen que decir. A veces, los vocablos te salen sin esfuerzo, y piensas: “Venga, ¿por qué no voy a rizar el rizo?”.

—A propósito de la dicción, me encantaría que hablásemos de tu curioso y arcaico modo de pronunciar la v como un fonema labiodental (no bilabial). Eres el único vocalista español que aún sigue esta recomendación académica de los siglos XVIII, XIX y principios del XX.
—Yo tengo bastantes hablas metidas dentro. El lógico e inevitable acento andaluz se me fue diluyendo, porque viví cinco años en Bogotá, y allí se me pegó mucho la manera de hablar de los colombianos. Y luego, durante los veinte años que viví en Madrid, fui adquiriendo mucho del sonido más castellano. Ahora, que llevo veinte años viviendo en Cádiz, he recuperado el acento andaluz. Y a la hora de hablar, dependiendo de con quien estoy, me va saliendo, inconscientemente, un habla u otra. Cuando canto, yo no diferencio la b y la v de forma premeditada. Siempre, eso sí, intento pronunciar claro. Soy consciente de que, a veces, uno, escuchando una canción, no logra adivinar la palabra que ha dicho el cantante, porque éste no redondea bien la dicción. Y precisamente intento pronunciar de la manera más neta posible para que el oyente no tenga que recurrir forzosamente a la letra. No me gustaría que una palabra quedase turbia y confusa en el sonido. Cantando, siempre he intentado renunciar al seseo, que es un rasgo muy andaluz. Quizás diga una burrada, pero el seseo me parece un síntoma de pereza mental. Yo creo que el castellano debe hablarse de la mejor forma posible, como la lengua que es, en todas partes. Las derivaciones y las adaptaciones cómodas demuestran que, desde Canarias hasta Argentina, se ha tirado por la facilidad. Conozco a mucha gente que bendice y que disculpa este tipo de comodidades. Incluso los más locos preconizan que el castellano de Sudamérica supera al de Valladolid o al de Palencia. Es como si alguien opinara que en Argelia se habla mejor el francés que en Francia. ¡Qué delirante! El idioma es maravilloso; no hay que hacerlo fácil, ni cómodo, ni ramplón.

—En tus tres primeros discos, lograste hilvanar una serie de realidades y de idealizaciones que, al menos en mi magín, conforman un determinado prototipo de mujer. Una fémina inocente pero sensual, sibilina y voluble, frágil y altiva… Así, en “Ana” hablas de “la niña y mujer”. Y en “Fiona”, exclamas: “¡Qué acierto conocerte el matiz de amazona / y el gesto de Diana, de niña maga, Fiona!”. Algo parecido sucede en “Laura”, donde transmutas a la mujer en un jinete pero también en una porcelana.
—¿No son así de ambivalentes las mujeres en general? Esas facetas tan opuestas nos dejan a veces perplejos. Y nos preguntamos: ¿cómo una mujer puede ser, simultáneamente, tierna y guerrera?



—A mi modo de ver, en esas canciones dibujas el prototipo de la muchacha, que admite, por su cambiante condición biológica y psicológica, jugosos contrastes.
—No estoy tan de acuerdo contigo en esa apreciación, aunque en los ejemplos citados hay material para pensar así… Me estoy dando cuenta de que en algunas canciones me sale una manera de expresar muy andaluza: allá nos decimos “niño” y “niña” entre adultos. Lo cierto es que mis personajes Ana, Fiona o Laura destilan juventud. Ten en cuenta que las canciones citadas están compuestas cuando yo aún era joven, y por aquel entonces, en general, no podían ser muy mayores las mujeres (reales o inventadas) que me inspiraban… Aun así, en algunos de mis antiguos temas también aparecían señoras que me doblaban la edad. En su reverso, la “Niña Luisa” sólo tiene 13 años. Este tema partió de una chica muy bonita que vi en un parque de Cádiz. Morenita, el pelo largo, llevaba puesto un jersey… Ese chispazo me volvió un poco loco y construí el cuento.


—Es envidiable la carga fonosimbólica que presentan los nombres de tus protagonistas femeninas. Ese arte nominal está al servicio de la percepción, de la creación del personaje, al que otorgas vida en apenas tres minutos.—Puede que sea así. Pero no escojo de manera premeditada los nombres. Lo qué tú sugieres, es más bien una consecuencia de la cosecha del oyente. Algo parecido sucede cuando leemos: si bien los personajes vienen más o menos descritos, cada lector a menudo construye imágenes asociadas con alguna persona que ha visto o ha soñado… Pero, a lo mejor, el escritor tenía en mente —incluso de forma dispersa— un prototipo distinto. El receptor es dueño de participar en el mensaje, dando al mismo su propia interpretación.

—De acuerdo, pero coincidirás con este oyente (y con este lector) en que Laura y Josefina son, como sus propios personajes, dos nombres muy distintos. Tras haber escuchado por vez primera ambas canciones, uno tuvo la sensación de que la juventud se personifica en Laura y de que doña Josefina destila abolengo e inocencia.
—Sí, claro, los nombres, como las propias historias, son muy distintos. Laura es un nombre muy pictórico; no en vano, la canción describe a una mujer hermosísima. Diría que este tema es como la descripción de un cuadro de Tiziano. Por cierto, la protagonista de la canción existe, pero yo no la conozco personalmente; el sueño que tengo con respecto a esa persona es completamente fantástico. ¡La mujer estaba para morirse! [Risas]. Doña Josefina es una persona bastante mayor que, de repente, rejuvenece gracias a la picardía de un chaval. Lo que se describe en “Doña Josefina” (un tema medio de broma) es la coyuntura, la vivencia de una señora en un determinado momento de su vida…

El melenudo Rodrigo sigue conservando una de las miradas más pícaras del pop español. Este músico, aparentemente, es solemne y, al tiempo, llano, pero cuando le dices una frase graciosa, sus clarísimos ojos parecen entornarse de tanto que brillan.


—En tu siguiente disco, Solera reservada (Fonomusic, 1987), hay maravillosas canciones como “Cuarto menguante”. Sin embargo, el álbum, grabado con poco presupuesto, quizás se resiente de un sonido al que le falta algo más de calor… Verbigracia: “Amor primero” es un hermoso tema que, de haber tenido unos arreglos orquestales de cuerda, resultaría mucho más envolvente…—En ese disco, se notan los sonidos que entonces estaban de moda y que ahora mucha gente podrá calificar de modestos, de añejos… Tuvimos un presupuesto corto, es cierto, pero lo supimos emplear muy bien. El álbum se grabó en 120 horas de estudio: una cifra récord. Hubo buenos músicos participantes, y yo imprimí el sello de la casa a las guitarras y a los teclados… José Antonio Álvarez Alija, por su parte, consiguió un sonido brillante y claro. Además, en Solera reservada hay varias canciones que me parecen de primera división: “Cuarto menguante”, “Fiona”, “Sortilegio de muerte”, “Amor primero”… Reivindico, una vez más, la importancia del repertorio en cada álbum. Por cierto, el jocoso tema que da título al disco, es de la misma bodega que “De piel trigueña” [del álbum de CRAG Queridos compañeros, Polygram, 1985] o “Canción seria de la primera cita” [del único trabajo homónimo del trío Rodrigo, Adolfo y Guzmán, J.J. Record’s, 1994].

“El jefe” da título al último álbum de Rodrigo.

—En 2006, autoeditaste el que hasta ahora es tu último trabajo: El jefe (sin ánimo de señalar). Me sorprende que el peso del disco recaiga sobre los teclados. ¿Te viste obligado a tomar esa decisión formal debido al escaso presupuesto?—El presupuesto faltaba, desde luego, así que, en vez de embarcar a amigos músicos en mi proyecto —tocar gratis puede incordiar—, preferí resolver con teclados la mayor parte del disco. Pero para entender tal decisión también hay que tener en cuenta lo siguiente: a mediados de los 80, yo empecé a componer mucho más con el piano que con la guitarra. Y a la hora de vestir las canciones, el teclado tiene un carácter de inmediatez casi indiscutible.

—Llama la atención que en El jefe (sin ánimo de señalar) adquiera tan poca relevancia la guitarra, ese instrumento al que le declaraste tu amor incondicional en la citada canción “En el sofá”…
—La guitarra casi ya no la puedo tocar, porque tengo artritis o artrosis (o lo que sea) en los dedos. Esa enfermedad, en los últimos años, me ha ido alejando del instrumento. Y es que cuando empiezas a tocar con dificultad, te desanimas. El abandono de la guitarra condiciona, evidentemente, el enfoque de mi interpretación. Asumo que en el disco faltan unas cuantas guitarras. Estaría encantado de poder seguir tocando la guitarra con la misma tranquilidad y con los mismos resultados de hace unos cuantos años…

“De piel trigueña”, un lúdico tema de CRAG.

Todo músico virtuoso sabe hacer de un instrumento el perfecto apéndice de su personalidad. Rodrigo es multiinstrumentista, pero se le reconoce especialmente por su guitarra, esa con la que se ganó la vida —como músico de sesión y estudio— durante muchos años. Igual que su mirada, la guitarra eléctrica de Rodrigo siempre ha sido bulliciosa y pícara. Pizpireta. En algunas de sus canciones más desenfadadas, como “Volverás” o “De piel trigueña”, el sevillano se valió de dicho instrumento para soltar esquirlas de socarronería. Y en los momentos rockeros, este jinete de la melodía logró convertir a la guitarra en una yegua indomable; no hay más que pensar en “Doña Josefina” o en “Rondar de madrugada”, donde las cuerdas enfatizan hasta límites insospechados la excitación del estribillo: “Y se apagan los faroles con los luceros del alba. / ¡Qué frío he cogido, niña, por rondar de madrugada!”. El lúdico sello de la casa se deja notar incluso en las canciones menores que el ex CRAG compuso, tocó y produjo para su otrora amada Karina, como “Canta conmigo”. Mención aparte merece la sabrosa versión kariniana de “Un niño”; la traviesa guitarra es culpable, en gran medida, de que el conocido villancico adquiera tintes de canción protesta.

¿Se dan cuenta?: Este tiempo mediocre le ha robado al músico su amado instrumento. Uno, al recibir la amarga noticia, se acordó, inevitablemente, de aquel emocionante estribillo del sevillano: “Romperé tu silencio, romperé, / con mi abrazo, / romperé tu silencio, romperé, / mi fiel y amante guitarra”. ¡Ay!

Karina interpreta, junto a CRAG, el villancico “Un niño”.

—¿Estás preparando en la actualidad algún álbum?
—Sí, ya tengo listo el repertorio de un nuevo disco que probablemente será doble y que significará mi despedida involuntaria pero forzosa. Las canciones también estarán tratadas con escasos medios económicos. Ese repertorio es veterano, pero, a mi juicio, conserva la vigencia, dada su personalidad y su eficacia. En el nuevo álbum, volverá a cobrar relevancia el teclado. De todas formas, aun contando con las limitaciones de las que hemos hablado, intentaré que el álbum quede digno, como creo que quedó digno El jefe.

—¿También tienes pensado autoeditar el nuevo trabajo?
—No es que tenga pensado autoeditarlo: es que no tengo más remedio. ¡Y aún así voy a perder dinero! [Risas].


—Imagino que en los últimos años te habrás sentido muy maltratado por la industria… —Hombre, maltratado es una palabra muy dramática, pero se puede emplear. Desde Solera reservada [1987], con la excepción de la última incursión del grupo [Rodrigo, Adolfo y Guzmán, 1994], yo no conseguí publicar nada, salvo el álbum que me pagué en 2006. Durante varios años, presenté, en distintos sitios, proyectos que me rechazaron con cortesía, con desdén e, incluso, con grosería. Esas gentes manifestaron una evidente falta de sensibilidad, pues mis proyectos —creo que puedo decirlo— desprendían delicadeza e, incluso, romanticismo. (Ten en cuenta que en las discográficas una panda de ceporros se ha hecho con el control de las decisiones: ¡menudo relevo generacional!). Negativa tras negativa, al cabo de los años, me dije: “Hago yo un disco y me lo pago”. Pero, claro, cuando autoeditas un álbum, si no eres millonario, es considerable el dinero que te puedes gastar en la aventura. Y, evidentemente, no puedes plantearte una campaña de lanzamiento ni con minúsculas. ¡Yo mismo distribuyo El jefe! En fin, el disco que tengo entre manos, va a tener un resultado igual de catastrófico que su predecesor: se venderá con cuentagotas. El batacazo económico me obligará a abandonar estas aventuras. Pero puedo presumir, una vez más, de tener la confianza en un repertorio bien trabado. Quiero que mis (pocos) oyentes me escuchen un poco más antes de que fallezca. Todos somos vanidosos, y, como nadie me financia, el precio que yo pago por mi vanidad es la autoedición.

Rodrigo sigue siendo fiel a su bohemio retiro en Chiclana de la Frontera (Cádiz), hermosa ciudad a donde se mudó hace más de veinte años. Allí, lejos de la algarabía, este alquimista del lenguaje ha editado sus tres libros: Verde veronés (1995), El sello de la casa (2001) y Armis et Litteris (2004). Por esas misceláneas se asoma, cómo no, el mismo pícaro galán de “Volverás”, “De piel trigueña”, “Déjame deshacerte la cama” y tantas otras canciones: “Esmeralda…’. ‘Qué…?’ ‘Qué nombre, hermoso y resplandeciente. Y lo demás, a juego.’ ‘Gracias’. (Casi un rumor, casi un murmullo de ninfa.)”

Para leer la primera parte de la conversación con Rodrigo, pinchad aquí.

(Esta conversación se publicó originalmente en La Huella Digital, 09/06/2012)

sábado, 9 de junio de 2012

El náufrago Rajoy finge normalidad

Con la que está cayendo, Rajoy no ha dado la cara, pero mañana reaparecerá para animar a la selección. Sí, reaparecerá mañana, cuando el ciudadano, evadido, temple su ira... ¡La España "de charanga y pandereta", que decía don Antonio Machado!

Un murmullo de ninfa: Conversación con Rodrigo (I)

Rodrigo García Blanca, ex integrante de Solera y de CRAG (dos de los grupos más míticos de nuestra música popular), es un excelso letrista y un músico con una vasta formación. He aquí la primera parte de una dilatada conversación que Héctor Acebo (jefe de Opinión de LA HUELLA DIGITAL) mantuvo recientemente con el compositor sevillano.



El legendario Rodrigo García Blanca (Sevilla, 1947) no responde al prototipo de músico de pop: en su vasta formación musical, se conjugan el rigor académico (estudió la carrera superior de violín) con una curiosidad voracísima. Ese carácter inquieto le llevó a explorar, desde muy joven, varios instrumentos —piano, clavicordio, guitarra, flauta— que terminaría dominando. Así, al albor de la década de los setenta, siendo todavía un veinteañero, se convierte en un solicitado guitarrista de sesión y estudio. Sin embargo, si el nombre de Rodrigo figura grabado con letras de molde en la historia de la música popular española, es gracias a su desbordante talento creativo. Bajo el paraguas de dos de nuestros grupos más míticos (Solera y CRAG, esto es, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán), el sevillano forjó, durante las décadas de los 70 y los 80, refinadísimos temas: “Sólo pienso en ti”, “Señora azul”, “María y Amaranta”, “Linda prima”, “Volverás”, “De piel trigueña”… En todas estas canciones, Rodrigo demuestra que es un autor integral, un escultor de sugestivas palabras —murmullos de ninfa— perfectamente imbricadas en la melodía. Bebiendo en las inagotables fuentes de Quevedo o Borges, el ex CRAG desarrolló —bien madrugador— esa envidiable precisión lingüística. A continuación podrán leer la primera parte de la conversación que servidor mantuvo hace escasos días con el maestro andaluz. El segundo capítulo —que se publicará mañana— lo dedicaremos a su jugosa etapa como solista.

“Señora azul”,  es, junto a "Sólo pienso en ti", la canción bandera de CRAG.

—Finalizaste los estudios superiores de violín con sólo 16 años. Además, por aquel entonces ya tocabas la guitarra y el piano. ¿Cuándo te das cuenta de que tu sensibilidad musical es, básicamente, folk pop?
—En el Conservatorio de Sevilla, lo que estudiábamos, evidentemente, era música clásica. Con 8 o 9 años, me empezó a gustar la música como aficionado; a esa edad yo me emocionaba escuchando a Louis Amstrong o a los cantantes melódicos italianos, que entonces tenían grandes éxitos. Y con 11 o 12 años ya me tiraban Ray Charles y los grupos instrumentales ingleses. Es evidente: yo estaba derivando —con convicción y con absoluto entusiasmo— por ese camino, si bien es cierto que la música clásica siempre me ha seguido gustando. Conforme vas creciendo, te entran ganas de contar las primeras tonterías, y seguramente estás muy impregnado de lo que en ese momento escuchas. En efecto, para componer canciones que pretenden decir —mejor o peor— determinadas cosas, hay estilos que dan más sitio que otros. Y lo que iba a ser entonces la canción de los cantautores americanos, señalaba un camino bastante cómodo para entrar en él. Yo valoraba el hecho de que, con poca instrumentación, aquellos compositores se podían permitir el lujo de plantear letras que, a veces, eran incluso poemas.

—¿Qué características presentaban tus primeras composiciones?
—El primer tema que compuse era instrumental, a la manera de lo que hacían Los Bravos, Los Relámpagos, los Shadows… Y luego, viviendo en Colombia —donde estuve cinco años—, empecé a componer canciones con letra. Por aquel entonces, yo escuchaba mucho a los Beatles, pero mi grupo preferido ya eran los Byrds, quienes trataban a Dylan, en sus versiones, inmejorablemente. Estos grupos, junto a Simon & Garfunkel, eran los que más escuchaba y los que más me pudieron influir, musicalmente, en unas primeras etapas. Literariamente, no me influyeron, porque no entendía bien sus letras, y si me ponía a traducir algo, sólo podía pillar cosas sueltas… Pero en ese aspecto yo tenía otras influencias: todo lo que me había leído en los cursos de Literatura del Bachillerato.

—En calidad de escritor de canciones, tienes la virtud de encontrar el calificativo preciso. Me imagino que siempre habrás sido un gran lector de poesía, el género literario que más apuesta por la depuración lingüística.
—Más que mucha poesía, he leído mucha literatura. Sigo leyendo a Fray Luis de León, al Arcipestre de Hita, a Garcilaso de la Vega… Y a Quevedo, al igual que a Cervantes, lo leí mucho cuando tenía unos veinte años. De modo que, cuando empecé a escribir un poquito más en firme, no sabía a lo que sonaba, pero sí sabía dónde había estado bebiendo. Con el paso de los años, he leído a los clásicos iberoamericanos más próximos: Borges, García Márquez, Cortázar, Benedetti… También he bebido mucho de Quiñones —que me parece excepcional— o de Francisco Umbral. Aparte de mi capacidad, de mi práctica, de mi rodaje…, supongo que todas esas lecturas me han calado, me han ido sedimentando el coco [risas].

—En Bogotá, formaste un grupo que llegaría a ser una celebridad nacional: The Speakers. ¿Fue aquélla una etapa de aprendizaje o de perfeccionamiento musical?
—¡No, de perfección no, por Dios, que éramos muy jóvenes! Claro que no nos faltaba atrevimiento. Yo tenía formación musical, pero los otros integrantes del grupo tocaban de oído. Con lo cual, lo que se podía esperar era muy limitado. Encima, allí, en aquella época, había un considerable atraso respecto a otros países que ya habían llegado a un punto de madurez (o de primera madurez) en la música del pop y el rock. Así que hicimos lo que pudimos a trancas y barrancas, como digo, con más valentía que conocimiento. Esta experiencia, eso sí, me sirvió para entrar en contacto con los estudios de grabación.

—En algunas de las piezas que escribiste para The Speakers, como “Por la mañana”, ya se manifiestan tus constantes líricas, como el gusto por el erotismo: “Todos los días miro / de mi balcón / el color de tu nueva / combinación. / Y nunca ha habido / un color que no te haya / favorecido”.
—Es posible, sí, porque la cabra siempre tira al monte.

Rodrigo interpreta “Por la mañana” con The Speakers.


—De regreso a España, en 1969, no te faltó trabajo: colaboraste, entre otros, con Juan Pardo, con Los Pekenikes o con José y Manuel, los hermanos Martín. Y en 1973 formaste, junto a Guzmán y a los citados hermanos, uno de los grupos míticos de nuestro pop: Solera. ¿Quién impulsó el proyecto?
—Guzmán y yo. Él tocaba el bajo en la grabación de Génesis [Hispavox, 1971], un disco de los hermanos Martín donde yo también participaba como guitarrista. Por aquel entonces, estaba haciendo la mili, y estos hermanos consiguieron que Trabuchelli, el director de Hispavox, le pidiera permiso al comandante de mi cuartel para que yo pudiera intervenir en ese álbum; me concedieron el permiso, conocí a Trabuchelli, y en la discográfica comenzaron a enterarse de quién era yo, de cómo tocaba… Lo de Guzmán fue como un deslumbramiento recíproco: a mí me pareció que él era un tío formidable para la música, y Guzmán pensó lo mismo de mí. Después de la grabación, comenzamos a hacer proyectos por carta, y cuando yo terminé la mili, me quedé en Madrid, de manera que estábamos muy en contacto. Tras haber hecho unas cuantas pruebas, decidimos que parecía interesante proponerles a los hermanos Martín la posibilidad de formar parte de nuestro proyecto. Aceptaron y grabamos Solera [Hispavox, 1973] con ellos.

—Me maravilla el combo creativo Guzmán-Rodrigo. Por aquellas calendas, tú ya ajustabas excepcionalmente los textos a la música, y él siempre ha tenido un sentido innato de la melodía.
—Con Guzmán uno trabajaba muy cómodo; yo le hice varias letras a la medida, y quedaron unas canciones muy redondas. También trabajé a gusto con los hermanos Martín, unos estupendos compositores (sobre todo de música).

“Noche tras noche”, composición de Guzmán y Rodrigo, abre el LP de Solera.

—¿Por qué el grupo se desintegró tan rápidamente?
—Una vez publicado el álbum de Solera, hubo algunos desajustes en el rodaje, especialmente en lo relativo a la dinámica de los ensayos. Esos desajustes nos sumieron en una crisis, y el grupo se disolvió rápidamente. Tras haber grabado el disco, estuvimos unos meses juntos, ensayamos… y no recuerdo si llegamos a tocar en público alguna vez. Creo que tocamos en un colegio… En la televisión, hicimos alguna cosa. Y, desde luego, respaldados por Hispavox, promocionamos el álbum en la radio. A Trabuchelli le dijimos que había habido jaleos entre nosotros, que Guzmán y yo queríamos refundar el proyecto o partir de cero con otro equipo. Fue ahí cuando, tras haber hablado con Juan Cánovas y con Adolfo, hicimos CRAG.

—El nombre del grupo, Solera, lleva el sello de Rodrigo.
—Absolutamente. Yo lo propuse, y fue aceptado sin ningún tipo de inconveniente. Me parecía un nombre muy español y eufónico. No estaba pisado por nadie y simbolizaba nuestras ambiciones: queríamos hacer cosas cuidadas no con soberbia, sino con entusiasmo. Y con toda la madurez de la que éramos capaces, dada nuestra juventud (teníamos 23 o 24 años). El vocablo Solera, además, era perfectamente comerciable y funcionaba en cualquier afiche. Lo que ocurrió es que, democráticamente, lo registramos a nombre de todos, y, cuando partimos el grupo, Guzmán y yo no podíamos tirar de él desde nuestro lado. Si yo hubiera tenido la picardía o la cautela de registrarlo a mi nombre, ya que era el inventor (entre comillas), una vez roto el grupo, podría haber continuado con Solera el tiempo que me diera la gana.

—En el único disco del grupo, participas en la escritura de varias canciones: a saber, “Una singular debilidad”, “Juan”, “Noche tras noche” y “El discípulo de Merlín”. Sin embargo, sólo cantas en las dos piezas compuestas íntegramente por ti: “Linda prima” y “Volverás”.
—No canto en más temas, ¿verdad? Te cuento: yo, en principio, no quería cantar —mi voz no me convencía—, sino componer y tocar. Solamente. Pero luego, cuando Trabuchelli y compañía escucharon mis piezas, llegaron a la conclusión de que, gracias a mi manera de cantar, las composiciones adquirían un plus de personalidad… Creyeron, en fin, que mi interpretación mejoraba la canción.

“Linda prima”, uno de los temas más emblemáticos de Solera.

—Lo cierto es que no me imagino a Guzmán o a los hermanos Martín, tres voces limpias, acentuando la socarronería que exuda el texto de tu bellísima canción “Volverás”: “De memoria, y con matices, yo a ti te puedo tocar: / me sé muy bien tus bemoles, tu rallentando final… / No te enojes, no me burlo, y si lo hago alguna vez, / por encima de la burla sé que tendrás mi querer.”
—Hombre, hay una evidencia: el autor es el responsable y conoce la última intención de lo que ha escrito y de lo que canta, con lo que está más cerca de imprimir autenticidad a la composición. Supongo que eso, con reflexión o sin ella, es lo que Trabuchelli y compañía apreciaron. Y reconozco que el hecho de que yo interpretara “Linda prima” terminó de redondear la canción; si la hubiera cantado una voz más dulce y más limpia, seguramente se hubiera perdido parte de la aspereza, de la acidez…

—Solera estaba llamado a ser un grupo de mucho éxito. Algunas de las canciones incluidas en vuestro único LP, como “Noche tras noche”, “Calles del viejo París” o la citada “Linda prima”, aún hoy resultan contagiosas… Sin embargo, no lograsteis llegar al gran público.
—La acogida del grupo fue, por parte de la crítica, extraordinariamente buena; yo conservo reportajes y reseñas muy favorables. Teníamos todos los mimbres para haber triunfado, pero, aparte de la ruptura interna del grupo, no debemos obviar lo siguiente: Hispavox, si bien nos grabó con convicción, a la hora de distribuir el dinero que había que invertir en promoción, prefirió gastarse cantidades superiores en cosas más netamente comerciales. Evidentemente, nosotros estábamos lejos de lo que se llamaba en aquella época música comercial. Pero Solera, con un apoyo suficiente, no sólo habría modificado el concepto de música comercial, sino que lo habría ennoblecido. Las nuestras eran unas canciones elaboradas y finas que, sin embargo, no caían en el misticismo. Pero las compañías de discos apostaban sin titubeos por Fórmula V o por Los Diablos, grupos que hacían temas escandalosamente fáciles, rudimentarios, absurdos y repetitivos. Teniendo en cuenta que la música de Solera no llegaba tan fácilmente a la masa, hubiera sido necesaria una mayor inversión por parte de la compañía. Si nuestra canción “Calles del viejo París” se hubiera radiado tanto como “Un rayo de sol” [de Los Diablos], es imposible que no hubiésemos barrido.

“Calles del viejo París”, uno de los temas más conocidos de Solera.


—Un año más tarde fundaste, junto a Cánovas, a Adolfo y a Guzmán, otro de los grupos más influyentes de nuestra música popular: CRAG. No ha habido ninguna otra banda en España que igualase vuestras armonías vocales. Guzmán poseía un registro agudo, Cánovas —tan arenoso— estaba emparentado con los intérpretes negros, las cuerdas de Adolfo eran dúctiles y tu forma de cantar recordaba a la de Dylan. Estoy convencido de que ningún director de casting hubiera conseguido aglutinar voces tan distintas pero tan complementarias. Y tan personales, claro.
—Guzmán y yo, para sustituir a los hermanos Martín, reclutamos a Adolfo y a Cánovas. Guzmán y yo teníamos canciones de sobra para grabar el disco, pero estos dos tíos aportaron su bagaje y su experiencia, y, evidentemente, influyeron en el resultado colectivo. Había mucho potencial, porque todo el mundo era capaz de interpretar, como solista, determinadas cosas. Y también había mucho entusiasmo profesional y personal en la formación. Cuando estuvimos buscando gente para Solera, ya habíamos contactado con Cánovas y con Adolfo, pero en aquel tiempo ambos estaban ocupados con proyectos diferentes y no se prestaban a ser los dos integrantes que faltaban para conformar nuestro grupo. Los volvimos a llamar, y en ese otro intento sí les vino bien integrarse con nosotros en la segunda formación. Luego descubrimos que Juanito [Cánovas] tenía un puñado de composiciones interesantes; él me encargó que hiciera las letras de “Carrusel” y de “El vividor”. Adolfo sólo aportó la música de “Don Samuel Jazmín”; cuando él entró, la grabación ya estaba empezada. Trabuchelli, que también produjo el disco [Señora azul, Hispavox, 1974], estaba encantado con la nueva formación y nos dio, digamos, una segunda oportunidad. Sin embargo, se repitió prácticamente el mismo desenlace que con Solera: la crítica nos decía sonrojantes maravillas, pero esos elogios, en cierto modo, fueron desperdiciados, porque la compañía no se gastaba los cuartos necesarios en nuestro proyecto.

“María y Amaranta”, de Rodrigo, se incluyó en el primer disco de CRAG.

—Me resulta paradójico el hecho de que no ofrecieseis conciertos con el nombre de CRAG. Y es que tras la publicación de Señora azul, realizasteis una gira acompañando a Karina, una artista en las antípodas de vuestro proyecto. Lo digo aun sabiendo que tú, en aquellos años, compusiste para la cantante jienense (cómo olvidar la preciosa canción “Lady Elizabeth”).
—Durante varios meses, después de la grabación de Señora azul, para defendernos, acompañamos, efectivamente, a Maribel [Karina]. Pero ahí no teníamos que decidir el repertorio musical. El caso es que en aquellos meses, paralelamente, surgieron las primeras discrepancias entre nosotros, así que no esperamos a ver si Hispavox se decidía a invertir lo necesario… y tampoco dimos lugar a la publicación de un segundo disco. Meses después ya estábamos cada uno por un lado.

Rodrigo compuso “Lady Elizabeth” para Karina.


—Y de no haber habido desavenencias internas, una vez concluida la gira con Karina, ¿es posible que hubierais llegado a actuar bajo el paraguas de CRAG?
—Puede ser que hubiéramos llegado a eso… Sumando el efecto de Señora azul con el efecto previsible de un hipotético segundo álbum, el nombre de CRAG, a lo mejor, hubiera cogido más impulso… Si aguantas dos o tres discos y los haces bien, es posible que suplas la falta de apoyo con la perseverancia. Pero a nosotros nos faltó esa perseverancia, y no logramos definir más el poder de convocatoria. De todas formas, si nuestra ópera prima hubiera triunfado rápido, probablemente, antes de que llegasen las discusiones, ya estaríamos girando… Lo que tampoco garantizaba, claro, que, metidos en una gira, se hubieran evitado las desavenencias.

—El nombre del grupo, tan largo, recuerda al de Crosby, Stills, Nash and Young.
—La gente empezó a ver esa coincidencia en la denominación, pero casi nadie se ha enterado de por qué llegamos al compromiso de llamarnos así. Nuestro nombre, en el fondo, responde a lo poco que nos entendíamos. El caso es que, como ya he dicho, Solera no estaba disponible, y los nombres colectivos que cada uno sugirió no fueron aprobados ni por mayoría simple. Con lo cual, después de largas y extenuantes deliberaciones, se llegó a ese absurdo de nombrar al grupo con una mezcla —lo más sonora posible— de apellidos y de nombres de pila de los integrantes. Fue un compromiso de salida, una solución forzada, una cosa absolutamente mal resuelta… Al público le costaba reconocernos, porque no había dios que se aprendiera un nombre tan largo: Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Con los años, hubo quien, para abreviar, empezó a llamarnos por las iniciales: CRAG. Un nombre colectivo hubiera sido más sensato, más eficaz, más llevadero y más práctico.


—“Sólo pienso en ti” es no sólo la obra maestra del LP Señora azul, sino tu tema más versionado. Manolo Galván, Amistades Peligrosas, Miguel Bosé o Enrique Urquijo se atrevieron, con mayor o menor acierto, a revisar esa pieza tan pictórica. ¿Cuál de las versiones te satisfizo más?
—La versión de Enrique Urquijo, porque es la más diáfana y la que mejor conserva el espíritu de la canción. Además, es la versión que está interpretada con más personalidad, con más estilo vocal… Urquijo, que era un gran conocedor del llamado folk rock, tuvo el privilegio de contar con la segunda voz de Jackson Browne en la grabación de ese tema. Las otras versiones, con ser —supongo— presentables, decentes, dignas…, están hechas por gente alejada de mi estilo, con lo cual, adaptaron la canción a sus estéticas.

Enrique Urquijo y Los Problemas versionaron “Sólo pienso en ti”, de Rodrigo.


—Con CRAG, sólo editasteis tres discos y, debido a las comentadas desavenencias internas, entre el primero y el segundo mediaron diez años. Tengo para mí que vuestros últimos trabajos, Queridos compañeros (Polygram, 1984) y 1985 (Polygram, 1985), están un tanto contaminados por los excesos de la época. Así, tu voz, en la canción “Es sencillo quererte”, parece anegada por los teclados. En su reverso, las piezas más prístinas y corales de esa etapa, como “De piel trigueña”, son las que mejor han envejecido y las que no traicionan la atemporalidad (el principal sello del grupo).
—Es que hay un cambio en la instrumentación y en la tecnología… y, si me apuras, en las modas. Alguno podrá decir, casi treinta años después, que en Queridos compañeros se han quedado rancios los sonidos de la época y la instrumentación. A mi modo de ver, no están mirando derechos el asunto. En el siguiente disco, el de 1985, sí que hay una fractura del estilo y del repertorio. Porque a esas alturas ya hacemos los discos con calculadora, a cuotas. Quiero decir que el repertorio ya no se elegía por votación, por una opinión que condujera a un mejor resultado colectivo… El desacuerdo era tan extremo que, para que no hubiera escozores, se repartió el repertorio de este modo: tres canciones para mí, tres para Cánovas y otras tres para Adolfo. Y Guzmán —que tenía un compromiso con el grupo Cadillac— sólo pudo aportar un tema, a título de colaborador histórico. Con lo cual, ese escrúpulo paranoico por la independencia a lo que llevó es a un zurcido de retales, a un disco en donde no somos un grupo. El álbum se resiente mucho porque es muy desigual en nivel de composición, en estilos musicales e, incluso, en el sonido (la producción no se hizo compartida). En cambio, Queridos compañeros sí creo que es absolutamente coherente con Señora azul. Es obvio que en 1984 nos encontramos en otro momento, que hemos recibido otras influencias que nos han impregnado, pero estamos construyendo un grupo. Sí, estamos considerando que lo que hace falta es un buen álbum y no el lucimiento presuntuoso de cada individuo. Las instrumentaciones son siempre contingentes, se prestan a muchas alternativas: tú puedes acompañar una canción de diversas maneras, y varias de esas maneras son válidas. La elección, pues, lleva implícita una dosis de arbitrariedad, de capricho y del ánimo del momento. Aunque en ocasiones hay canciones débiles que reflotan gracias a unos buenos arreglos, cuando tienes un repertorio decente, para mí la instrumentación siempre es algo accesorio. Lo que me interesa, y lo que defiendo por encima de todo, es la validez del repertorio. Y yo creo que el repertorio de Queridos compañeros es impecable. No es que todas las canciones sean buenísimas por igual, pero el nivel medio es excelente. Ahí están “De piel trigueña”, “Mi cama de bambú”, “Una gitana como tú”…


CRAG interpretan “Mi cama de bambú” en un programa de TVE.

Para leer la segunda parte de la conversación con Rodrigo, pincha aquí

(Esta conversación se publicó originalmente en La Huella Digital, 08/06/2012)

viernes, 8 de junio de 2012

“El amigo de las chicas” y otros poemas



Esa tierra con luz es cielo mío.
Blas de Otero

EL AMIGO DE LAS CHICAS

De pequeño pensé en hacerme poeta
—o, en su defecto, gay— para elogiar
la ternura y los meandros de las chicas.
Para descalzarlas, para darles un beso
en la mejilla y para decirles (una a una,
entre susurros):
Que descanses. Llámame
por la noche, si te destapas: no vayas a coger frío…

Pero ellas (no sé por qué) en seguida
me vieron como a un amigo…
Y más tarde,
cuando crecimos, comprobé (para mi daño)
que a la mayoría, más que ver lo que les gustaba,
les gustaba lo que veían, fuese lo que fuese.
Como el poeta ahí no tenía cabida,
acabé escribiendo poemas en el otro sentido:
Para decirles lo que les diría
y nunca pude —ni podré— decirles.

******************

UN AMOR DE FANTASÍA

A mi madre

Tantas veces recé para convertirme
en una niña, que ahora luzco
—como ella— lunares, sortijas
y un fular azul celeste

encima de la camisa.

A veces, nos acostábamos juntos,
y lo que más me gustaba era pedirle
(cuando la madrugada arreciaba)
un vaso de leche con cacao.

Bien calentito.

No éramos novios: Yo tenía
—de puntillas— 10 años;
y ella tal vez 30, recostada.
Aida se llamaba

aquel amor de fantasía.

******************

UNA DANZA DESCONOCIDA

Se ha encendido la alcoba:
entra sin hacer ruido.
Afuera deja sus escotes
y responsabilidades. Alba,
la estudiante de Traducción en Vigo,
mujer de sexo difícil,
la que se refugia en la ducha
(¿o en sí misma?) para no caer
en nuestra ignominia,
al salir, en vez de secarse los pies,
comienza
a bailar —descalza— una danza
hasta entonces inédita
que no alcanzo a silbar,
por mucho que la interiorice,
nunca.

******************

DESAFÍO

Se quejan los críticos cítricos
porque abuso del grado superlativo.
Ellos dicen que aquel cuerpo era pequeño,
pues no saben que en la cama crecía.
No, ninguno de ellos sería capaz de llevar
—como mi abuelo— los mismos calzoncillos
de lunes a domingo.
Siempre dicen
que he de buscar, cuando termine la carrera,
una mujer que me cuide y me comprenda:
¡qué atrevimiento! Pero tan sólo
yo sé que en aquel trasero nace el Eo…
Que pasa por A Pontenova, que se detiene
en Santiso y que desemboca
en el Mar de Sus Senos, formando
la ría de Ribadeo.
Se quejan los críticos cítricos
porque abuso del grado superlativo.
Pretenden que regrese a la Edad Media:
¿sería justo decir que aquellos muslos
solamente eran claros?
Cuando las lombrices
devoren sus nalgas,
acaso entienda ese empeño.
Mientras tanto…

¡ay, mientras…

TANTO!



Los cuatro textos, extraídos de "Camas de hierba" (mi ópera prima), aparecieron en "Alétheia MuiP Revista digital". Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid. 31 de mayo de 2012.

La residencia: un poema primaveral

Mi poema primaveral "La residencia", que formará parte de mi próximo libro (aún en preparación), se ha publicado hoy en La Huella Digital. Para leer la poesía, pinchad aquí.

Creo que en este poema se reflejan aquellas palabras que el maestro Claudio Rodríguez Fer escribió acerca de mi poética: "El locus amoenus de rural tiempo largo y armonía erótica, remitente al pueblo de los orígenes y a la casa del abuelo, de donde parecen provenir la ternura, la añoranza y la nostalgia, y por donde transcurre el curso del río Eo, en el poema 'Desafío', eróticamente materializado en cuerpo de mujer."


Mondoñedo, en la fantástica Terra de Miranda.

jueves, 7 de junio de 2012

Una pequeña antología de mi obra

Uno se acaba de topar con una pequeña antología virtual de su obra poética; para leerla, pinchad aquí. El editor (Fernando Sabido Sánchez, a quien no tengo el gusto de conocer) ha seleccionado varios textos de Camas de hierba, mi ópera prima, pero también ha reproducido algunos novísimos poemas ("Cosmética de estreno", "A una hermosa quinceañera", "Blanco en lo blanco", "Imperfecciones") que probablemente formen parte de mi futuro poemario, aún en preparación.

viernes, 1 de junio de 2012

«Francesca»: Un poema del maestro Pound

«Saliste de la noche / con flores en las manos. / Vas a salir ahora del barullo del mundo, / de la babel de lenguas que te nombra. // Yo que te vi rodeada de hechos primordiales, / monté en cólera cuando te mencionaron / en burdos callejones. / ¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente, / que el mundo en hoja seca se trocara, / o en un vilano al viento, / para que yo pudiera encontrarte de nuevo, /
sola!» (Ezra Pound)