Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 29 de noviembre de 2011

Neruda y la adolescencia

Después de haber leído a Neruda en la adolescencia, nunca he vuelto a mirar a las chicas deseadas de la misma manera. La lectura de aquella poesía amatoria y erótica fue, para un muchacho soñador de 13 ó 14 años, una absoluta epifanía veraniega, una tabla de salvación... De repente, me vi envuelto por un torbellino de sentimientos:

"Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra."

¡Ah, qué placer para los sentidos de un adolescente tierno pero insumiso!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Trapiello y Cunqueiro

Trapiello no se cansa de reivindicar a Cunqueiro, y me parece estupendo. Así comienza el escritor leonés el artículo que ha publicado hoy en el "Magazine" de La Vanguardia:
"David Attenborough es un naturalista célebre de cuyo talento hay sobradas muestras en YouTube. La increíble grabación del pájaro lira es suya. Búsquenla. Parece sacada de un relato fantástico de Cunqueiro. Imita el pájaro lira a la perfección no sólo el canto de otros pájaros, lo cual bastaría para ser maravilloso, sino toda clase de sonidos humanos o mecánicos, sin que haya ruido que se resista a sus dotes imitadoras. Lo hace con tal maestría, además, que parece en verdad el pájaro que lleva consigo El Vagabundo para ganarse la vida por las ferias de pueblo. En el vídeo de Attenborough imita el clic del obturador de su cámara fotográfica, el aullido de unas ambulancias y, como en una tragedia cuyo final siempre está demasiado cerca, el devastador y estrepitoso bramido de las motosierras que están talando, a unos metros, los árboles del bosque donde ha vivido, anunciando así que también a él lo expulsan del paraíso."

Como una canción de los Byrds

Yo, con mi barba de tres o cuatro días; ella, pulcra como una canción de los Byrds.

martes, 22 de noviembre de 2011

Maniobras Orquestales en la Oscuridad



Maniobras Orquestales en la Oscuridad (Orchestral Manoeuvres In The Dark). Tengo para mí que el sugerente nombre de este grupo alcanza su clímax en la canción del vídeo, "Maid Of Orleans".

lunes, 21 de noviembre de 2011

Rajoy, hoy y ayer

No me gustaría insistir, pero, ¿recuerdan que Rajoy —el presidente electo— es el mismo señor que utilizó el atentado más sangriento de nuestra historia reciente para desacreditar la victoria ajena? ¿Recuerdan el truculento relato que llegaron a componer él y sus secuaces? Hagamos memoria, vayamos a la génesis de ese escalofriante relato: ¿Recuerdan que el propio Rajoy formó parte de un Gobierno que convirtió a España en objeto del terrorismo internacional?


La caricatura, publicada en el diario El País, es de Sciammarella.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Rajoy, el maestro de la ambigüedad

—Señor Rajoy, ¿tiene decidido el nombre de su ministro de Economía? ¿Será ministro o ministra?
—Bueno... Eso depende...
—¿Depende de qué? No me haga eso.
—Bueno, es que...
—¿Pero lo tiene decidido?
—Sí, sí.
—¿Y es ministro o ministra?
—Oiga, pero, claro...
—¿Y el de Exteriores?
—Ese también es muy importante.

En este momento de la entrevista concedida recientemente a la Cadena Ser, Rajoy abraza el patetismo más hilarante. A uno le sigue costando creer, ¡ay!, que este "maestro de la ambigüedad" —parafraseando al diario británico The Guardian— inspire confianza a la mayoría de los españoles.

Las musas de 'Camas de hierba'

La red social literaria Libros.com me invitó recientemente a escribir unas líneas sobre mi ópera prima, Camas de hierba. Reproduzco a continuación el artículo:

LAS MUSAS DE CAMAS DE HIERBA

Me preguntan varios lectores si en realidad existen Alba, Olya, Elena o María —así se llaman las jovencísimas protagonistas de Camas de hierba (Ediciones Vitruvio, 2011), mi primer poemario—. No me incomoda esa curiosidad: yo también intento penetrar en los universos, a veces tan fantásticos, de mis literatos preferidos.

A esos ávidos lectores les confieso que algunos de mis personajes, como Olya o Elena, son absolutamente ficticios. Y que otras protagonistas, como la coruscante Alba, si bien están inspiradas en muchachas de la vida real, germinan gracias a la manipulación del lenguaje. De no mediar ese proceso de matiz y claroscuro, el sentimiento podría derivar en el efectismo, en la cursilería y en el desbordamiento. Ahí tienen la explicación de por qué a veces el (pretendido) erotismo se interna en la vulgar pornografía.

Efectivamente, el retrato adquiere su esplendor en la narrativa. La poesía es, según el maestro Octavio Paz, “la otra coherencia, no hecha de razones, sino de ritmos”. En este género tan sugestivo, el lenguaje serpea, se exalta, se erotiza y vuelve sobre sus pasos: jamás sigue la línea recta de la comunicación. Rodeado de ese halo de misticismo, el vate, cuando adopta a una persona como modelo, la fragmenta, la canta, pero no la describe con total fidelidad. Maravillosamente enferma de sinestesia, la lírica trabaja con todos los sentidos, a los cuales confunde y mezcla. Así, esta Alba —que en la realidad es una muchacha abstraída, arrubiada y esbelta de caderas— copula con la música, con las metáforas, con las frases, con los silencios…, del poema.

En puridad, si bien la musa puede convivir con el poeta en la realidad, una vez forma parte de la creación, adquiere otra existencia. A esa totalidad poética se refirió recientemente Pere Gimferrer en una entrevista (revista Mercurio, enero de 2011, nº. 127): “El poema sólo triunfará como tal poema si la persona individual se convierte en una realidad absoluta en las palabras: si no, tan sólo sería un poema anecdótico, y no tendría más valor que el privado”. Robert Desnos, por su parte, escribió un fulgoroso verso que también le iría como anillo al dedo, en su calidad de musa, a la joven Alba: “Tanto he soñado contigo, que pierdes tu realidad”.

Uno pretende, en cierto modo, que sus musas se asemejen a las mejores actrices: a aquellas sensitivas mujeres que, sin descuidar la composición de sus personajes (fantásticos, dramáticos, humorísticos…), inspiran constantemente al creador. En Camas de hierba, uno, para expresar su hastío, su melancolía infinita, sus salvíficas ensoñaciones, sus soledades, sus relaciones con el sexo opuesto…, se apoyó en la belleza hipnótica de la mirada de Alba. ¡Ay, si hubierais divisado aquella mirada entre desvaída y penetrante! Cuando conversábamos, esta muchacha a veces parecía ausente, pero, en un repente, sus ojos —grandes, fijos, profundos— me exploraban, me increpaban, del mismo modo que un niño, en su deseo de regresar al hogar, adopta el silencio como una reacción, como una súplica… Esas son las sensaciones que uno trató de condensar en su poema "Desdoblamientos", incluido en Camas de hierba:

DESDOBLAMIENTOS

Te sientes completamente ajena al agraciado
en el supuesto momento cumbre del goce.
Firmes los pechos, las piernas largas.
Duele mirar el blanco interminable de tus ojos.
Como si acercases el oído a la ventana,
percibes a la vez el deseo casi violento
del chico que te encima
y el huidizo gemido del viento de fuera.
Te comprendo. A mí me pasa algo parecido
cuando lo hago con una ramera.
La (in)diferencia, eso sí, es notoria:
Tú —arrubiada, alada, sinuosa…— jamás pagas.
Y no te desdoblas para transfigurar el otro cuerpo,
sino para limpiar tus infinitos atributos.


En fin, ¡ojalá volvieran tiempos idos! Volviendo al proceso creativo de Camas de hierba, yo pretendía que mi universo evocador alcanzase su clímax en el elogio de unos níveos y curvos muslos (“son como dos camas de finísimas hierbas”) enfundados en la estrechez de los shorts vaqueros. Los muslos de una muchacha inquieta, en contraste con cierta sociedad gangrenada que hace bandera de su ruindad, de su doble moral, de su envidia, de su chismorreo, de su espíritu provinciano (varios de mis poemas están ambientados en el occidente asturiano y en el noroeste lucense). Para fraguar con fruición las danzas, los desdoblamientos, los juegos, las miradas, las apariciones, los purificadores ritos, las suspensiones del quehacer cotidiano, las travesuras…, yo necesitaba tener presente en mi magín una chica sensible, refinada, deslumbrante, misteriosa y elástica. El ensimismamiento y la voluptuosidad de Alba fueron determinantes, sin duda, para que uno no cejase en su empeño. Debió de ser en una de esas excitantes representaciones, en una de esas elevaciones de hipérbaton, cuando la huidiza chica perdió definitivamente su realidad… O cuando uno levantó las vedas de la memoria, consiguiendo cambiar su percepción de las gentes, su relación con los rincones más cotidianos… ¡Tentativas de salvación! ¡Melancolías de la mocedad! ¡Huidas del terrorismo cotidiano! ¡Miradas y susurros al borde de la piscina! ¡Esbeltas caderas!

El siguiente poema, “Novia de nadie”, acaso condense el ludismo desmitificador, por distante e irónico, que uno heredó de Pound, de Cummings o de Martínez Sarrión (quien presentó oficialmente Camas de hierba, en Madrid, el pasado mes de mayo: siempre le estaré agradecido):

NOVIA DE NADIE

¡Pero cómo voy a perder
yo el tiempo escribiendo
para camelarte!
Mi intención única
es que, al verte pasar,
algunos de tus profesores
exclamen
(a medio camino
entre la excitación
y la pavura):
“¡Ahí va Alba,
la novia de nadie!”.


(Libros.com, 17/11/2011)


miércoles, 16 de noviembre de 2011

martes, 15 de noviembre de 2011

En la muerte de la actriz María Jesús Valdés

Se ha ido una actriz de enorme fuste: María Jesús Valdés, "la tejedora de sueños".

Descubrí a esta encantadora y bellísima intérprete en una conocida serie televisiva de mi infancia. Pese a que su personaje era secundario, todas sus apariciones eran un placer para los sentidos. Dueña de un magnetismo envidiable y de una dulzura contagiosa, la señora María Jesús, como todas las grandes actrices forjadas en el teatro, se movía con gracia y naturalidad. En el escenario, en la calle o en el plató.

¡Hasta siempre, maestra!

lunes, 14 de noviembre de 2011

Maquillaje

¿Por qué te maquillas tanto, amiga? ¿Por qué escondes tu juventud? Tu mirada traspasa la pantalla. No necesitas ningún aderezo para hacerte notar.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El plan no autentificado del PP

"El PP no tiene un plan oculto. Más bien sería un plan no autentificado, con su líder empeñado en no soltar prenda. Llamarlo oculto es despreciar la capacidad de observación de los votantes. No es un partido alejado del mando que ahora se hace con las riendas de Gobierno, como puede pasar con Amaiur. Las decisiones tomadas en sus comunidades autónomas son más elocuentes que cualquier ambiguo programa electoral."

David Trueba (El País, 10/11/2011)

51.- "Laura" (Rodrigo)



"Laura de labios de color de guinda.
Laura: sabor de joven fruta fresca.
Laura del mar y soñadora ninfa
que siempre está para el amor dispuesta.

Voluptuosa venus verdadera
que con sus manos incendió mi vida.
Sutil, salada y sibilina seda,
de madrugada en mi canción dormida.

Alba selecta, luz de la mañana,
olor de tierra que el rocío moja.
Laura jinete, Laura porcelana,
divina Laura, verde, Laura hoja.

Laura, dorada hacia el mediodía,
se vuelve roja y rosa con la tarde.
Mi amor está en su pecho todavía
cuando la noche llega hasta su cauce."

(Rodrigo García Blanca)

sábado, 5 de noviembre de 2011

Claudio Rodríguez Fer hace y deshace mis "Camas de hierba"

HACIENDO Y DESHACIENDO CAMAS DE HIERBA

Por Claudio Rodríguez Fer (poeta, Premio Nacional de la Crítica y Profesor Titular de la Universidad de Santiago de Compostela)


Héctor Acebo apela en su “Preliminar” de Camas de hierba a La llama doble de Octavio Paz para afirmar que el erotismo es poética corporal y que la poesía es erótica verbal, parámetros en los que precisamente se mueve el libro que presentamos desde su hermoso y sugestivo título, constituido por una metáfora alusiva al mismo tiempo a la realidad natural del espacio de los orígenes, a la realidad material del cuerpo del deseo y a la realidad poética del mundo de lo sutil. Se trata, pues, de una erótica y de una poética del conocimiento vital y verbal, esta última como la que postuló y teorizó nuestro comúnmente admirado José Ángel Valente.

Estilísticamente, Héctor Acebo alterna en Camas de hierba el lenguaje preciso de la tradición culta y el lenguaje desenvuelto de la calle, de la diversión y de las aulas, siempre con un resultado equilibrado entre lo sublime y lo vulgar, que se confunden en una realidad integral. Y temáticamente, se vale del canto de exaltación y celebración del placer y de la belleza, próximo a la oda y al madrigal, pero también de la crítica y deconstrucción de la alienación y del despecho, próxima a la sátira y al epigrama.

En efecto, a pesar de que se trata de un libro absolutamente actual e incluso muy expresivo del momento presente, Camas de hierba entronca plenamente con la tradición clásica del madrigal y, sobre todo, del epigrama, ese poema breve que generalmente consiste en un apunte ingenioso y festivo de temática satírica, erótica o incluso erótico-satírica, como ocurre en este libro. Tal es el caso, también, en la literatura griega, de los epigramas de la Antología Palatina compuestos por autores como Calímaco o Asclepíades de Samos, así como de sus sucesores en la literatura latina Catulo, Marcial y Propercio, a los que tanto se parece Héctor Acebo: de hecho, el cancionero dedicado a Alba en la parte central del libro semeja toda una actualización semiótica de los poemas a Lesbia.


El humanista Julio César Escalígero estableció, ya en el Renacimiento, las dos principales condiciones del epigrama: “brevitas et argucia”, o sea, brevedad y agudeza, y ambas continuaron vigentes tanto en el Barroco, como revela Gracián en su Agudeza y artes de ingenio, como en el Neoclasicismo, cuando renació didáctico el epigrama clásico.

Mas el género no decayó en la Edad Contemporánea, aunque a veces se transformara en las réplicas de Oscar Wilde, en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, en los membretes de Oliverio Girondo o en los epigramas erótico-políticos de Ernesto Cardenal. E incluso llegó a la poesía española actual con un tono elegíaco en Jaime Gil de Biedma, sarcástico en Ángel González y José Agustín Goytisolo, integral en José Ángel Valente, lúdico y sardónico en Antonio Martínez Sarrión, decadente en Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca, y felizmente epicúreo y hedonista, pero emergente, en Ana Rossetti y, ahora mismo, en versión masculina, en Héctor Acebo. Quizás por esto prima en su libro una personalidad propia que, aun conectando un poco con todas las autorías dichas, recuerda mucho más aun al canadiense Irving Layton, el maestro de Leonard Cohen, judío nacido en Rumania a quien seguramente todavía no ha leído.


Porque Camas de hierba acomete los sentidos y los sentimientos siempre sin grandilocuencia y con desenfado, con ironía pero con ternura, con desgarro pero con lúdica y con profundidad pero con frescura, como puede verse a través de los tres tópicos clásicos que parecen regir las tres partes que lo componen sucesivamente: locus amoenus, carpe diem y ubi sunt?

El locus amoenus de rural tiempo largo y armonía erótica, remitente al pueblo de los orígenes y a la casa del abuelo, de donde parecen provenir la ternura, la añoranza y la nostalgia, y por donde transcurre el curso del río Eo, en el poema “Desafío”, eróticamente materializado en cuerpo de mujer.



El carpe diem de urbano tiempo ocasional y acidez mordaz, remitente a las canciones de tres minutos propias del mundo apresurado en el que vivimos, como el soul negro de Sam Cooke y el soul blanco de Van Morrison, “La novia de nadie” de la que también habla Leonard Cohen, la indumentaria de cubrir y descubrir (se habla de cueros, vaqueros, tangas, braguitas y bikinis), la cibernética de comunicar e incomunicar (se apela al teléfono móvil, al Messenger y al virtual sujeto internauta), la alienación mediática de la televisión y del bronceado (se remite al programa Gran Hermano y a “ese dorado próximo al excremento”) y otras transgresiones más o menos escatológicas (se alude a la prostitución, a la lluvia dorada, etc.).



El ubi sunt? de los esplendores perdidos, como el misterio mágico en “Señal en la niebla”, Cunqueiro en “Literatura y periodismo, hoy”; Pound en “Pensar en imágenes”; Neruda intertextualizado en “Educación secundaria” como antes Otero en “Era delicada y rubia”; Valle-Inclán citado en “Un consejo”; Pessoa parafraseado en “Los universitarios”; la lengua gallega reconsiderada en "Edición bilingüe"...

En fin, mucho tengo en común, en gustos literarios y musicales y en actitudes personales y poéticas, con Héctor Acebo. De hecho, al igual que él, frente al prestigio de la muerte y de la desesperación que suele prender en los poetas jóvenes, yo me rebelé contra esa tradición tanática cantando a la vida y al erotismo con amor y con humor en mis primeros libros, que no casualmente se titulaban Poemas de amor sen morte (Poemas de amor sin muerte) y Tigres de ternura, así que no puedo menos que felicitar a Acebo por comenzar cantando también con amor y con humor, no exentos, claro, de conciencia crítica contra los poderes establecidos y de conciencia existencial de los límites impuestos por el espacio y el tiempo.

Por eso, tengo que concluir afirmando que de Camas de hierba me ha gustado todo y, dicho con total sinceridad y sin ningún asomo de condescendencia, no podría señalar ninguna deficiencia en este poemario de acuerdo con la libre y abierta poética que lo sustenta. Como prueba confesional de esta sintonía, quiero terminar leyendo un poema inédito mío alusivo a mi vida adolescente, porque en él confluyen además de alguna manera las tres entidades que aquí nos convocan en torno a esta obra de Héctor Acebo:

—el Club Cultural Valle-Inclán, porque en aquellos años adolescentes forjé mi cinefilia acudiendo sin falta a sus sesiones cineclubísticas;

—la Galería Sargadelos, porque aquí presenté en la madurez muchas veces mis libros y la revista Unión libre justamente en relación con el amor y con el cine;

—y el diario El Progreso, porque en él colaboré ya a los dieciséis años con un artículo precisamente sobre cine y literatura y también porque su gran formato de entonces resultaba muy útil a la hora de acostarse en pareja en una casa abandonada que había cerca del antiguo Colegio Universitario de Lugo y del río Miño, pues aquellas grandes hojas de periódico nos servían de auténticas camas de papel impreso sobre el suelo de cemento de aquel chalé a medio hacer.



Voy a tener, pues, el honor de hacer de telonero de Héctor Acebo, leyendo el poema-blues titulado “La casa del sol naciente” en alusión a la homónima canción popular norteamericana, aunque en esta ocasión podría llamarse más bien “Camas de hojas de periódico”.

LA CASA DEL SOL NACIENTE

Al lado del río
había una casa
a medio hacer.
En ella morábamos nosotros
cuando también estábamos
a medio hacer.

Íbamos en autostop,
nos entregábamos al amor
sin controlar el tiempo
y cuando se nos hacía tarde
esperábamos abrazados
a que saliera el sol.

Nuestras madres
se preocupaban
por la noche,
nuestros padres
se preocupaban
por el día.

El tocadiscos portátil
cantaba con Joan Baez
a la casa del sol naciente sin cesar,
mientras nosotros éramos felices
como animales en celo arruinando
nuestros expedientes académicos.

Las luciérnagas
aún ponían luz
al frufrú de los bluejeans
convertidos en bluesjeans
cuando bajábamos
cogidos de las manos por la colina.

Solamente las casas abandonadas
y sus deshabitantes
conocían en tal mundo desolado
el sol que alumbraba radiante
aquella pura alba libre
de nuestro amor naciente,
huerto que nunca conoció ocaso.


Texto leído, en gallego, en la Galería de Sargadelos de Lugo el 27 de septiembre de 2011.

***

FACENDO E DESFACENDO "CAMAS DE HIERBA"

Por Claudio Rodríguez Fer

Héctor Acebo apela no seu “Preliminar” de Camas de hierba a La llama doble de Octavio Paz para afirmar que o erotismo é poética corporal e que a poesía é erótica verbal, parámetros nos que precisamente se move o libro que presentamos dende o seu fermoso e suxestivo título, constituído por unha metáfora alusiva ao mesmo tempo á realidade natural do espazo das orixes, á realidade material do corpo do desexo e á realidade poética do mundo do sutil. Trátase, pois, dunha erótica e dunha poética do coñecemento vital e verbal, esta como a que postulou e teorizou o noso comunmente admirado José Ángel Valente.

Estilisticamente, Héctor Acebo alterna en Camas de hierba a linguaxe precisa da tradición culta e a linguaxe desenvolta da rúa, da troula e das aulas, sempre cun resultado equilibrado entre o sublime e o vulgar, que se confunden nunha realidade integral. E tematicamente, válese do canto de exaltación e celebración do pracer e da beleza, próximo á oda e ao madrigal, pero tamén da crítica e deconstrución da alienación e do despeito, próxima á sátira e ao epigrama.

En efecto, aínda que se trate dun libro absolutamente actual e mesmo moi expresivo do momento presente, Camas de hierba entronca plenamente coa tradición clásica do madrigal e, sobre todo, do epigrama, ese poema breve que xeralmente consiste nun apuntamento enxeñoso e festivo de temática satírica, erótica ou mesmo erótico-satírica, como ocorre neste libro. Tal é o caso tamén, na literatura grega, dos epigramas da Antoloxía Palatina compostos por autores como Calímaco ou Asclepíades de Samos, así como dos seus sucesores na literatura latina Catulo, Marcial e Propercio, aos que tanto se parece Héctor Acebo: de feito, o cancioneiro dedicado a Alba na parte central do libro semella toda unha actualización semiótica dos poemas a Lesbia de Catulo.

O humanista Xulio César Escalíxero estableceu, xa no Renacemento, as dúas principais condicións do epigrama: “brevitas et argutia”, ou sexa, brevidade e agudeza, e ambas continuaron vixentes tanto no Barroco, como revela Gracián na súa Agudeza y arte de ingenio, como no Neoclasicismo, cando renaceu didáctico o epigrama clásico.

Mais o xénero non decaeu na Idade Contemporánea, aínda que ás veces se transformase nas réplicas de Oscar Wilde, nas greguerías de Ramón Gómez de la Serna, nos membretes de Oliverio Girondo ou nos epigramas erótico-políticos de Ernesto Cardenal. E mesmo chegou á poesía española actual cun ton elexíaco en Jaime Gil de Biedma, sarcástico en Ángel González e José Agustín Goytisolo, integral en José Ángel Valente, lúdico e sardónico en Antonio Martínez Sarrión, decadente en Luis Antonio de Villena e Luis Alberto de Cuenca, e felizmente epicúreo e hedonista, pero emerxente, en Ana Rossetti e, agora mesmo, en versión masculina, en Héctor Acebo. Quizais por isto prima no seu libro unha personalidade propia que, aínda conectando un pouco con todas as autorías devanditas, lembra moito máis aínda ao canadense Irving Layton, o mestre de Leonard Cohen, xudeu nacido en Romanía a quen seguramente aínda non leu.

Porque Camas de hierba acomete os sentidos e os sentimentos sempre sen grandilocuencia e con desenfado, con ironía pero con tenrura, con desgarro pero con lúdica e con profundidade pero con frescura, como pode verse a través dos tres tópicos clásicos que parecen rexer as tres partes que o compoñen sucesivamente: locus amoenus, carpe diem e ubi sunt?.

O locus amoenus de rural tempo longo e harmonía erótica, remitente ao pobo das orixes e á casa do avó, de onde parecen provir a tenrura, a morriña e a nostalxia, e por onde transcorre o curso do río Eo, no poema “Desafío”, eroticamente materializado en corpo de muller.

O carpe diem de urbano tempo ocasional e acidez mordaz, remitente ás cancións de tres minutos propias do mundo apresurado no que vivimos, como o soul negro de Sam Cooke e o soul branco de Van Morrison, “La novia de nadie” da que tamén fala Leonard Cohen, a indumentaria de cubrir e descubrir (fálase de coiros, vaqueiros, tangas, braguitas e bikinis), a cibernética de comunicar e incomunicar (apélase ao teléfono móbil, ao Messenger e ao virtual suxeito internauta), a alienación mediática da televisión e do bronceado (remítese ao programa Gran Hermano e a “ese dorado próximo al excremento”) e outras transgresións máis ou menos escatolóxicas (alúdese á prostitución, á chuvia dourada, etc.).

O ubi sunt? dos esplendores perdidos, como o misterio máxico en “Señal en la niebla”, Cunqueiro en “Literatura y periodismo, hoy”; Pound en “Pensar en imágenes”; Neruda intertextualizado en “Educación secundaria” como antes Otero en “Era delicada y rubia”; Valle-Inclán citado en “Un consejo”; Pessoa parafraseado en “Los universitarios”; a lingua galega reconsiderada en “Edición bilingüe”...

En fin, moito teño en común, en gustos literarios e musicais e en actitudes persoais e poéticas, con Héctor Acebo. De feito, igual que el, fronte ao prestixio da morte e da desesperación que adoita prender nos poetas mozos, eu rebeleime contra esa tradición tanática cantando á vida e ao erotismo con amor e con humor nos meus primeiros libros, que non casualmente se titulaban Poemas de amor sen morte e Tigres de ternura, así que non podo menos que felicitar ao autor por comezar cantando tamén con amor e con humor, xaora non exentos de conciencia crítica contra os poderes establecidos e de conciencia existencial dos límites impostos polo espazo e o tempo.

Por iso, teño que concluír que de Camas de hierba gustoume todo e, dito con total sinceridade e sen ningún asomo de condescendencia, non podería sinalar ningunha deficiencia neste poemario de acordo coa libre e aberta poética que o sustenta. Como proba confesional desta sintonía, quero terminar lendo un poema inédito meu alusivo a miña vida adolescente, porque nel conflúen ademais dalgún xeito as tres entidades que aquí nos convocan en torno a esta obra de Héctor Acebo:

—o Club Cultural Valle-Inclán, porque naqueles anos adolescentes forxei a miña cinefilia acudindo sen falta ás súas sesións cineclubísticas;

—a Galería Sargadelos, porque aquí presentei na madurez moitas veces os meus libros e a revista Unión libre xustamente en relación co amor e co cinema;

—e ao xornal El Progreso porque nel colaborei xa aos dezaseis anos cun artigo precisamente sobre cine e literatura e tamén porque o seu gran formato de entón resultaba moi útil á hora de deitarse en parella nunha casa abandonada que había preto do antigo Colexio Universitario de Lugo e do río Miño, pois aquelas grandes follas de periódico servíannos de auténticas camas de papel impreso sobre o chan de cemento daquel chalé a medio facer.

Vou ter, pois, a honra de facer de teloneiro de Héctor Acebo, lendo o poema-blues titulado “A casa do sol nacente” en alusión á homónima canción popular norteamericana, aínda que nesta ocasión podería chamarse máis ben “Camas de follas de periódico”.

A CASA DO SOL NACENTE

Á beira do río
había unha casa
a medio facer.
Nela morabamos nós
cando tamén estabamos
a medio facer.

Iamos en autostop,
entregabámonos ao amor
sen controlar o tempo
e cando se nos facía tarde
esperabamos abrazados
a que saíse o sol.

As nosas nais
preocupábanse
pola noite,
os nosos pais
preocupábanse
polo día.

O tocadiscos portátil
cantaba con Joan Baez
á casa do sol nacente sen cesar,
mentres nós eramos felices
como animais en cío arruinando
os nosos expedientes académicos.

Os vagalumes
aínda poñían luz
ao frufrú dos bluejeans
convertidos en bluesjeans
cando baixabamos
collidos das mans pola cuíña.

Soamente as casas abandonadas
e os seus deshabitantes
coñecían en tal mundo desolado
o sol que alumeaba radiante
aquela pura alba libre
do noso amor nacente,
orto que nunca coñeceu ocaso.


(Galería de Sargadelos de Lugo, 27 de setembro de 2011)

viernes, 4 de noviembre de 2011

jueves, 3 de noviembre de 2011

Más lirismo



A los amantes del lirismo: Escuchen la canción que comienza en el minuto 15:45 del vídeo que adjunto. Es un ejemplo de vuelo lírico, de arrebato pasional... En esos momentos de gozo extremo, los quehaceres cotidianos se suspenden y la voz se acelera, se hace más libre.

"A boca tena pechada / para vendimias de sal." ("La boca la tiene cerrada / para vendimias de sal.")

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Nuestra derecha 'civilizada'

González Pons (PP): “No hay ningún español tan idiota que quiera al PSOE” (El País, 23/10/2011). Ésta es nuestra derecha civilizada. La educación brilla por su ausencia.

martes, 1 de noviembre de 2011

La intimidad

"Ya no tienes intimidad. Mejor, tu intimidad es objetiva, es el trabajo (pruebas, cartas, capítulos, sesiones) que haces. Eso es pavoroso. Ya no tienes dudas, temores, estupores existenciales. Te vas desaguando. ¿Dónde están las angustias, los gritos, los amores de los 18-30 años? Todos tus materiales fueron acumulados entonces. ¿Y después? ¿Qué haremos?"
Cesare Pavese