Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 25 de noviembre de 2008

¡Homérico!



Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 25/11/08)
La gama de su voz, poderosamente dramática (y… ¡uf!, tengo que pensar el segundo calificativo: si lo encuentro, os lo digo al final) en la interpretación, pasa del rugido al susurro, del gemido al rezo, del mutis al llanto perturbador, con pasmosa naturalidad… Cualquiera de los mortales que en alguna ocasión haya escrito algo sobre la música de Van Morrison (Belfast, Irlanda, 1943) no tiene perdón. Desorientamos al lector (yo el primero, así que no me voy a extender demasiado), porque, extasiados, siempre se nos escapa alguna palabra en nuestro intento de ordenar una expresión que regurgita infinitud de sentimientos y sensaciones.

En efecto, la belleza de su ópera prima, Astral weeks –que acaba de cumplir cuarenta años (quién lo diría, pues no ha envejecido, sino que parece rejuvenecerse), motivo por el cual el León de Belfast ofreció los días 7 y 8 de este mes en Los Ángeles dos conciertos conmemorativos, que incluirá en un álbum recordatorio– es totalmente inclasificable. Muchos críticos han escrito al respecto algo así como: Las ensoñaciones folk de Morrison son interpretadas soberanamente por un quinteto de jazz. Vamos a ver, los créditos de Astral weeks confirman esa afirmación, pero, ¿qué pasa con la bravura soul de su maestro Ray Charles, con la poesía romántica (me da lástima que este adjetivo haya degenerado tanto con el paso del tiempo) de Yeats o con el singular travestismo de “Madame George”? Y es que la prodigiosa garganta de Van, the Man es capaz de aglutinar a la humanidad entera en menos de 50 minutos.

Harto de tantos manuales que aplastan, a menudo, el sentimiento (hoy sabemos que Astral weeks se grabó en apenas 24 horas y que el León de Belfast nunca dijo a sus músicos, según cuenta Richard Davis –el superdotado bajista del quinteto–, qué quería que hicieran: de ahí que optasen por derramar, en la línea del cantante, sus sentimientos a borbotones), el curso pasado di a conocer a una de mis (poquísimas) compañeras melómanas –o curiosas en cualquier sentido vital, más allá del Tuenti, el botellón y Los 40 Principales: ya no pido tanto– la época grandiosa de Van Morrison. Hablo de Them (el grupo salvaje de ryhthm and blues que lideró el irlandés a mediados de los 60), de la celebración de la vida que es Moondance (1970), del homenaje a los soulmen del otro lado del charco (Saint Dominic’s Preview, 1972), del estallido incontrolable de It’s too late to stop now (uno de los mejores álbumes en directo de la música contemporánea, admirable fusión –y confusión– de géneros, 1974) y, por supuesto, de Astral weeks (1968). “Tiene una voz un tanto aguda, aunque su registro es sobrenatural, como si la rabia y el amor se diesen la mano…”, musitó mi compañera. Se diría que estaba aventurándose “en el torbellino (…) para nacer otra vez”. Esa es la clave que nos da “Astral weeks”, la canción que abre el disco homónimo de un veinteañero, más que enamorado, místico. ¿Se le puede pedir algo más al arte?

Perdonad, en fin, esta pérdida de tiempo. O condenadme, qué más da: el intentar comprender a personajes homéricos como Van Morrison, que hacen de lo complicado algo sencillo cuando expresan –lejos de cualquier frontera cultural– nuestros sentimientos más profundos, nos salva (a veces) de caer en la desidia de este país tan aficionado a los estereotipos.

(…sexy: que tomen nota las demás chicas. Yo, una vez más, he vuelto a nacer).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pronto volveremos a escuchar a Them donde tú y yo sabemos, rememorando aquella nuestra particular escena “lynchiana”, primo y amigo. O tal vez escuchemos la próxima vez alguna canción de este LP que tan bien has reseñado, un disco que cualquiera que lo haya interiorizado sabe que te transforma por dentro como pocos, como le ocurrió al propio Van tras salir de tamaño esfuerzo: el de abrirse las venas y dejar que los sentimientos manaran a borbotones, desangrándose vivo.

Me apetece dejar aquí esas palabras que cierran el disco, y que siempre me acaban partiendo por la mitad:

Slim Slow Slider

“Saw you early this morning/With your brand new boy and your Cadillac/You’re gone for something/And I know you won’t be back/I know you’re dying, baby/And I know you know it, too/Everytime I see you/I just don’t know what to do”

Otro abrazo y nos vemos en breve.

Anónimo dijo...

Sexy, sin duda el mejor calificativo que he escuchado para definir esa voz, profunda y a la vez susurrante…Que te puede hacer estar en varios lugares tan sólo con una canción, diría más, tan sólo con una frase…
Una vez más está genial el artículo (no me esperaba menos viniendo de ti), cada día tengo más claro que esto es lo tuyo…
Neniño gracias por hacernos ver que hay vida más allá del Tuenti, del botellón y de los 40Principales…Y es verdad, tampoco pedimos tanto…Siempre nos quedarán esos sentimientos de los que hablas, que nos salvan de los estereotipos, de los modelos que no dejan de ser simples modelos, de la superficialidad de la realidad…