Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 14 de febrero de 2012

Antonio Lucas entrevista a Martínez Sarrión

El pasado 5 de febrero, en El Mundo, Antonio Lucas entrevistó a mi querido Martínez Sarrión, que acaba de publicar dos libros: el poemario Farol de Saturno (Tusquets) y el dietario Escaramuzas (Alfaguara). Reproducimos a continuación la lúcida entrevista:

«ASOMBRA CUÁNTA LITERATURA DECORATIVA SE GENERA»

Llamas al timbre y alguien que no ves abre la puerta mientras Antonio Martínez Sarrión aparece de frente con la mano tendida y la voz de caverna dispuesta a la parla. Hay algo de falsa magia elemental en este gesto de las puertas que se abren sin presencia exacta. Una prestidigitación inesperada que deriva en aceptar lo sobrenatural como parte primera de toda entrevista. Al fondo, un saloncito trepado de libros y el ventanal orientado al Retiro (como una Meca laica y arborescente), donde Martínez Sarrión ofrece asiento y se atusa el pelo hacia delante. Examinado a ojo, se trata de un pelo difícil, cortado a línea sobre el frontón carnoso de la testa, de ligero rumor patricio. El anfitrión gasta pupilas azules. Órbitas casi fuera del rostro, donde se acumulan arrugas barrocas que le dan a la cabeza un rumor de lírica destruida. Cuando mira con fijeza tiene algo de saxofonista negro en pleno trance o de muchacho malo y tierno.

Es un poeta de la vieja escudería novísima que decidió después jugar a solas en el proceloso camino de las letras. Ensayó tres volúmenes de memorias que están entre los más sugerentes de aquella generación. Tradujo a Baudelaire y esa lectura se considera hoy una de las mejores en lengua española. También a Rimbaud. Acaba de publicar en Hiperión una versión de Poemas saturnianos y Fiestas galantes de Verlaine. Y anda enredado con nuevas interpretaciones de Mallarmé. En su dietario combina la pólvora y la lucidez de quien ya no tiene edad para callarse. El último volumen, Escaramuza, es un recuento de vida vivida intensamente y lecturas leídas con pasión feroz, daños y olvidos, recuerdos y citas.

Es probable que Martínez Sarrión, de pronto, se ponga a reír. O lance una soflama directa a la aorta del capitalismo. O a esos ricos color sobrasada que ha dado de sí el abuso indiscriminado del dinero. Uno nunca sabe.

Ha cumplido 73 años y la voz se le ha vuelto aún más de oso. Es una mezcla de escritor moderno, estepario, desafiante, clásico, mordaz, lúdico... Un náufrago de la Mancha del boniato, la sardina de bota y el piojo verde. Se acercó a París cuando el 68 y cambió a Marifé de Triana por John Coltrane. Lo parieron en casa. En aquel Albacete de 1937.

-Los de mi infancia manchega fueron años duros, de tibetización de la oscura provincia. Hasta los 15 o 16 años no me di cuenta de que no tenía mucho que ver con el ambiente eclesial de mi pueblo ni con la mentalidad derechil de mis padres. La primera gran revelación de mi vida llegó gracias a un profesor valenciano. El día en que murió Ortega y Gasset nos leyó un fragmento de La rebelión de las masas y fue un impacto. Descubrí una forma de pensar y sentir el mundo que me hizo dudar de todo lo que hasta entonces me habían enseñado en lo político, religioso, moral, social... Comencé la larga operación de quitarme de encima la roña nacionalcatólica. Y aún a ratos creo seguir en ello.

-¿Qué importancia le das a tu infancia?
-Rilke dijo que el paraíso perdido es la infancia. Y me parece exacto. Incluso cuando se trata de infancias duras... La mía no lo fue. Mis padres eran funcionarios modestos. Vivimos sin angustias, aunque con ascetismo. De entonces me quedó la idea de que todo lo importante ocurre hasta los 10 años; es el tiempo en que se dan las epifanías que te marcan.

-La literatura.
-Tengo conciencia de ser algo llanero solitario. Nunca he intrigado en cenáculos ni he incordiado para recibir reconocimientos o premios. Voy a lo mío. Leo y escribo. Mis raíces se dividen entre el entusiasmo por la vanguardia y el carácter peleón (sobre todo en política). Y mantengo un gusto irrenunciable por lo clásico... Me asombra la cantidad de literatura decorativa que se genera.

-¿Por ejemplo?
-Desde hace mucho tiempo, las editoriales de tonelaje comercial han optado por la literatura fácil, por lo cómodo. La cosa viene de atrás, de cuando algunos autores comenzaron una cruzada contra la literatura experimental que representaban Benet, Juan Goytisolo, Julián Ríos y algún otro. Entonces decretaron manu militari que todo aquello debía de acabar en beneficio de una escritura de legibilidad absoluta.

-¿Quiénes fueron los autores de esa cruzada?
-El que entonces llamaban El joven Marías (Javier), Savater, Dragó...

-Y el resultado fue...
-Una narrativa facilona, primer peldaño de la literatura de usar y tirar que abunda hoy. Algunas editoriales grandes mantienen en sus catálogos alguna perla suelta como estrategia, quizá para aliviar sus malas conciencias, pero es igual que los bancos con sus fundaciones culturales. La mejor literatura de hoy la ofrecen las pequeñas editoriales.

-La más desobediente...
-Así es. Aquella que para muchos es una «literatura de la sospecha». La única válida en el tiempo.

Martínez Sarrión se quita y se pone las gafas. Se alivia con abluciones de agua mansa. Recuerda los días de militancia novísima, cuando los polluelos líricos se tiraban el rollo con su modernidad incalculable y, cuando les hablabas de ciertos autores españoles, mantenían la respiración como en los pasos de aduana. «Fue muy impactante lo que surgió alrededor de la antología de Castellet. Aunque hubo mucha quincallería de juventud. Eso sí, nos divertimos mucho y todos éramos amigos». Algún fleco de diversión puede quedar aún por ahí. Lo de la amistad entre los del grupo ya es más difícil. Martínez Sarrión mezclaba en sus poemas estelas de jazz, películas viejas, títulos muy cultos, Marilyn Monroe, Bob Dylan, pulgones de época, Cavafis, Palm Beach...

-¿La edad te ha hecho más escéptico?
-No lo sé... Lo cierto es que no tengo ninguna fe en el advenimiento de un hombre nuevo. Aunque sí mantengo cierta esperanza en que un día lleguemos a algo más vivible. Lo que hay que desmontar es el capitalismo. Por nocivo. Cada vez somos más los que nos opongamos a ese desastre comprobado.

-Ya pasó el 15-M, parece...
-Estuvo bien, sí, pero fue insuficiente... Lo que no quiero es que se confunda mi desencanto con nihilismo. El nihilismo acaba siempre en el fascismo. Todos los fanáticos son en último término nihilistas... Respecto a esta gran mentira en que vivimos, a la que llaman crisis, la trampa es difícil de resolver. Algunos de los que nos han conducido al desastre, los responsables de Lehmans Brothers y otras instituciones, todos delincuentes probados, han ocupado con Obama cargos de enorme relevancia en la política económica de EEUU. No se puede con ellos.

-Y la cultura, mientras, en paradero desconocido.
-La cultura seria, querrás decir. Porque el ocio cultural cada vez es mayor. La televisión es su mejor aliado. Ya no hay diferencia entre publicidad, noticia y ficción... Además, todo se vuelca en el deporte. La gente se agarra al fútbol como a la heroína. Estamos en el momento de alienación máximo de una sociedad que ha pasado de ser lugar de consumo a lugar de subsistencia.

-¿Para qué sirve la poesía?
-Seguramente para nada. Pero cuando leo ese intento de acercamiento a su sentido que trazó Borges creo que es el centro de todo: Ver en la muerte el sueño, en el ocaso/ un triste oro, tal es la poesía,/ que es inmortal y pobre».

Para ser invierno, llega hasta el salón un sol chorreante que aún no se ha transformado en frío. Martínez Sarrión tiene esa actualidad de los hombres sin tiempo, de los que han sido excluidos de las modas, de las nomenclaturas, del canon, de los cajones de premios pendientes del ministerio. Y está moderadamente feliz. Con el Retiro a la espalda, esa Meca de ardillas, corredores, brujas del naipe, bujarras y castañas malas.

Por Antonio Lucas (El Mundo, 05/02/2011)

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