Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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domingo, 10 de abril de 2011

Preliminar de "Camas de hierba" (Ediciones Vitruvio, 2011), mi primer poemario

PRELIMINAR

En su ensayo La llama doble, Octavio Paz escribió en buena analogía: La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal. Es decir, tanto la poesía como el erotismo desvirtúan, para nuestro deleite, sus fines naturales. Así, el erotismo humaniza la sexualidad, poniendo entre paréntesis la reproducción en aras de la ceremonia, de la representación (un ejemplo: la copulación frente a frente, en la que los dos amantes se miran a los ojos, no es practicada por ningún otro mamífero más que por el hombre). Y el poeta, por su parte, se vale, para alcanzar la belleza, de la metáfora y del ritmo –que es, junto a la emoción, la única regla del género–, con lo que, al no mostrar todo el contenido, el lenguaje –exaltado, o, mejor dicho, erotizado– se desvía de la comunicación. Por tanto, si bien es cierto que la poesía y el erotismo nacen de los sentidos, no terminan en ellos: sus actores se ven obligados a dar vuelo a la imaginación, llenando infinitud de vacíos o insinuaciones y dando, en última instancia, un sentido más puro a las palabras de la tribu, como quería Mallarmé. ¡Poemas y ritos!

Camas de hierba es, naturalmente, un título simbólico, con lo que sus dispersos significados tienen, a lo menos, las dos direcciones planteadas por Paz. Por una parte, este título alude a los muslos de una bella muchacha: tengo para mí que recostar la cabeza en esas frescas y suaves camas es una de las ocupaciones más altas que puede alcanzar un hombre. También la poesía –la erotización del lenguaje– es un refugio nocturno y una suspensión del quehacer cotidiano: de ahí que en el libro la búsqueda de este género se confunda, las más de las veces, con la búsqueda exaltada de la mujer. En cuanto a la hierba, ésta apunta tanto al finísimo vello de los muslos como a mi infancia regada por el río Eo, que sirve de frontera administrativa (no lingüística o cultural, como demostró Dámaso Alonso) entre las comunidades de Galicia y Asturias. Hablo, en cualquier caso, de una huida del terrorismo cotidiano –no de una huida de la vida–, de una tentativa de salvación, de un viaje hacia lo misterioso, lo sutil, lo vibrante y lo ignorado. Ese es el único hilo conductor del poemario.

Para emprender el viaje, uno ha jugado con las palabras que más ama (aquellas que sirven para crear shorts, amaneceres agosteños y veredas lucenses) y con otras menos luminosas, tomadas de sus propias vivencias –de la calle y de las aulas–, a fin de crear un cuerpo equilibrado: dulce, que no dulzón. Sí, ojalá haya logrado dibujar una nívea muchacha que danza y, al tiempo, protesta (a través de la ironía y de la reticencia: sin gritar y sin perder el ritmo) cuando sus ignorantes compañeras actúan, en busca de la actual tierra prometida –la fama–, al dictado de los poderosos. Alberti escribió: ¡Oh piernas como dos celestes ríos! La anhelada claridad y la corriente amenazante…

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Los poemas que siguen fueron escritos entre mayo de 2008 y abril de 2010.

H. A.
San Tirso de Abres, enero de 2011

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