EL AMIGO DE LAS CHICAS
De pequeño pensé en hacerme poeta
–o, en su defecto, gay– para elogiar
la ternura y los meandros de las chicas.
Para descalzarlas, para darles un beso
en la mejilla y para decirles (una a una,
entre susurros):
Que descanses. Llámame
por la noche, si te destapas: no vayas a coger frío…
Pero ellas (no sé por qué) en seguida
me vieron como a un amigo…
Y más tarde,
cuando crecimos, comprobé (para mi daño)
que a la mayoría, más que ver lo que les gustaba,
les gustaba lo que veían, fuese lo que fuese.
Como el poeta ahí no tenía cabida,
acabé escribiendo poemas en el otro sentido:
Para decirles lo que les diría
y nunca pude –ni podré– decirles.
Héctor Acebo, Camas de hierba, Ed. Vitruvio, Madrid, 2011
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