Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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miércoles, 18 de diciembre de 2019

ANNA KARINA: DULCE REBELDÍA

LA RECIENTE muerte de la actriz Anna Karina —emblema del celuloide francés— me sorprendió durante el viaje de Bolivia a España. Su pérdida, a los 79 años, se produjo sólo once días después del 89 aniversario de su expareja y descubridor artístico, el magistral director Jean-Luc Godard. Si la memoria no me falla, él es hoy el único superviviente de la Nouvelle Vague, movimiento experimental que, en las postrimerías de los 50, constituyó el pórtico de entrada al cine moderno, teniendo como claros precursores a Bresson y a Bergman. Por supuesto, Karina —mucho más que una musa— fue decisiva en ese punto de inflexión expresivo; la actriz franco-danesa, junto a otras colegas como Jean Seberg, Jeanne Moreau o Bernadette Lafont, inventó un modo de actuar que rompía definitivamente con el engolamiento, y a través del cual los detalles íntimos se cargaban de lirismo. En esa manera de actuar, la espontaneidad —visible en algunos diálogos improvisados— casaba perfectamente con la frase precisa —los guiones de la Nouvelle Vague contenían abundantes intertextualizaciones— y el descaro se reconciliaba con la elegancia. Me parece muy representativo el rupturista baile de ‘Banda aparte’ (Godard, 1964), en donde el trío protagonista bailaba el ‘Madison’ y hacía chasquidos con gran sentido del ritmo, incluso cuando la música se cortaba y una voz en off describía los pensamientos de esos personajes. Ahí estaba el magnetismo de Karina iluminándolo todo… Y cómo olvidar aquella escena de otro filme godardiano, ‘Alphaville’ (1965), en donde la chica encarnada por la franco-danesa, con un cigarrillo en la mano, le preguntaba al maduro agente secreto interpretado por Eddie Constantine: “¿Tiene fuego?”. Y él le respondía: “He viajado 9.000 kilómetros para dárselo”. El doble sentido de ese diálogo elevaba la temperatura sin necesidad de derramar una gota de sudor. 
Anna Karina, en El soldadito, largometraje de Jean-Luc Godard.

Durante el rodaje de ‘Alma desnuda’, la webserie sociojuvenil que dirijo junto a Sergio Céspedes y que produce Univalle (el boliviano centro de superiores en el cual trabajo), hemos tenido muy presentes a Anna Karina y a Jean Seberg, sobre todo para otorgarle matices a nuestro personaje ‘Mila’. Esta chica sensible, rebelde y carismática —a la que da vida Alexandra Rocha— no oculta su lesbianismo en medio de un entorno radicalmente machista y homofóbico. Pues bien, al poner sobre la mesa los mencionados referentes interpretativos, Céspedes y yo no sólo buscábamos el punto de equilibrio entre el temperamento y la sobriedad, entre la sofisticación y la frescura; también queríamos aprovechar la fisicidad para proyectar las ideas y los sentimientos, y, en ese sentido, la Nouvelle Vague (que entronca con el cine mudo) es una fuente de posibilidades. Algunos planos de Alexandra Rocha fumando al aire libre conectan claramente con la lírica presentación de Karina en el largometraje godardiano ‘El soldadito’ (1960). Recuerdo cuando le envié, vía WhatsApp, un fotograma de esa secuencia a la intérprete boliviana, y le encantó la referencia: “¿¡Cuándo hacemos algo así con Mila!?”.
Alexandra Rocha, en nuestra webserie Alma desnuda, que se encuentra en fase de postproducción. Foto: Univalle Films.



Entre 1961 y 1967, Karina vivió con Godard una historia de amor apasionada pero tormentosa, y, paralelamente, protagonizó siete de los filmes del ‘enfant terrible’ de la Nouvelle Vague. «Era capaz de decir que se iba a por tabaco y no aparecía en tres semanas», confesó la intérprete en una entrevista. No obstante, aunque criticase el comportamiento errático de su exmarido, la actriz hacía un balance positivo de aquel matrimonio: «Fue una historia muy bonita, pero era agotadora para una chica tan joven». 


Después de muchos años sin hablarse, Godard y Karina volvieron a coincidir en un programa televisivo francés, ‘Lunettes noires pour nuits blanches’ (‘Gafas oscuras para noches blancas’), en 1987. Ninguno de los dos sabía que iba a ver al otro. El presentador, Thierry Ardisson, les preguntó: “¿Se puede volver a amar después de un amor tan intenso?”. La actriz respondió: “De manera diferente”; y el cineasta: “Mucho más”. Rota por la emoción, Karina abandonó repentinamente el plató, tras haber confesado: “Me voy a llorar a casa”. Ni siquiera el gesto de la mano de su exmarido consiguió reconfortarla… Ese doloroso momento televisivo concentra dos de las señas de identidad de Karina como mujer: la intensidad y la ausencia de rencor. Acaso su belleza física (ojos galácticos, piel de nácar, piernas infinitas…) era un reflejo de su alma pura. 

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