Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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lunes, 9 de febrero de 2009

Una cama alucinante

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 09/02/09)

Por mucho que le duela al omnipresente Bush, la civilización moderna no se vino a pique con la desaparición de la banca financiera de Wall Street, sino cuando los periódicos dejaron de confeccionar un suplemento dedicado a los niños (y de esto hace ya unos cuantos años). ¿Qué habrá pasado para que El País, por ejemplo, dedique ahora solamente tres páginas al tebeo los domingos, cuando en mi época aquel mítico suplemento que era «El Pequeño País» nos mantenía en vela hasta altas horas de la madrugada? «Los tiempos han cambiado», me dicen, y se quedan tan anchos. Ah, claro. Cosas del tiempo, que lo cura todo (a saber: los cuernos, las tetas planas, la timidez…). Pero si la sensibilidad se pierde, amigo, me interesa bien poco tanto avance tecnológico…

Rafael Azcona (el guionista más mordaz que dio este país) dijo en una entrevista que no se molestaba en idear esos efectos cómicos rápidos e inesperados que nosotros, críticos o espectadores, llamamos gags: lo que él contaba en sus filmes era la vida misma. Exactamente. A veces, cuando Mortadelo atisba un atajo, la flecha de Ibáñez nos obliga a continuar la historieta en la parte de abajo, no en la viñeta lateral. Los niños, que son los mejores lectores (sus mentes contienen imágenes en forma de alucinaciones, como descubrieran los psicoanalistas Jung y Rascovsky), también saben que esos saltos del tebeo proceden de la realidad. Y entonces, cuando sus padres los castigan por leer en horas intempestivas (nótese el subrayado: sin las imágenes, las palabras y el canto de la coruja para mí la Noche sería anacrónica), casi nunca protestan. ¿Para qué van a perder el tiempo respondiendo en una extraña lengua que los adultos, tan ocupados en envidias y negocios, probablemente hayan olvidado?

Todo esto ya lo dije al albor de enero en la Casa de Cultura de mi pueblo (San Tirso de Abres, Asturias) con motivo de la presentación de Domingo y os animales (ed. Nobel, 2007), un cuento infantil de Belén Rico Prieto (escritora y maestra natural de Vegadeo, donde yo estudié el bachiller y parte de la ESO). En este libro se reproduce un dibujo de Domingo (el chiquillo que inspiró el cuento de Rico Prieto) que aún hoy me sigue impactando. Se trata de una jirafa que aparentemente no tiene piernas. Y no es que Domingo se las haya amputado: ¡es que el animal está acostado: y por eso no se le ven, como hubiera dicho el propio niño! He ahí una bellísima alucinación: la facultad de imaginar con facilidad las cosas «que desean y no tienen», Anatole France dixit.

«Toda vida es sagrada»: eso suena muy bien, pero no se esfuerce, señor Bush: jamás podrá esconder debajo de la cama los cuerpos que se ha llevado por delante durante estos ocho años eternos. Dispense, yo me voy a soñar (que no a dormir: el matiz de un sinónimo puede salvar a las criaturas alucinantes de un paranoico yanqui como usted) en compañía de mi querido Spirou. ¿Quién se apunta?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me apunto,
porque la cama es el mejor lugar para todo,
para soñar y no dormir
y para la inversa...
Pero Bush siempre fue más de colchón que de cama...él nunca habría dibujado una jirafa sin piernas, directamente se las habría amputado de un par de tiros...

Héctor Acebo dijo...

Exactamente. 1) La cama es el mejor lugar para escribir (como decía Valle) y, por ende, para soñar (en cualquiera de los sentidos).
2) El señor Bush (como su colega Aznar) intentan esconder ahora los cuerpos debajo de la cama, y confunden la alucinación del niño con la paronoia capitalista.
En fin, ¡bienvenida a esta cama ALUCINANTE!