Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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viernes, 13 de febrero de 2009

La Guarida del Lobo


Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 13/02/09)

¡Matar a Hitler: salvar al pueblo alemán (y al mundo) de un prolongado genocidio! Si el atentado llevado a cabo por el coronel Stauffenberg (un nazi arrepentido encarnado por Tom Cruise en Valkiria, 2008, de Bryan Singer) en 1944 contra el dictador por antonomasia hubiese fructificado, estaríamos hablando de un cambio inevitable en el curso de la Historia (¿el fin anticipado de la Segunda Guerra Mundial?) que no debe obviar la gran pantalla, generosa divulgadora de conocimientos. Claro que, según afirma Carlos Boyero (crítico de cine y televisión de El País), el suspense de Valkiria (éste es el nombre, por cierto, del complot) es «absurdo», porque «Hitler sobrevivió». No comparto esa teoría. Es más: no consigo imaginar qué sería de mi educación sentimental sin haber degustado decenas de películas maravillosas basadas en hechos reales (¡tantos westerns salvíficos!) cuyo final ya sabía de antemano. Unas películas en donde importa la representación tanto como el propio acontecimiento. Y a mí me parece que el gran acierto de Singer se encuentra precisamente en el empleo de ese clásico montaje nervioso (vivo reflejo del estado de ánimo que vivía el mundo durante la Segunda Guerra Mundial) que permite sostener con decencia, durante 120 minutos, una verdad histórica que es de dominio público.

Y tal vez por eso Singer obvia un análisis concienzudo del momento, dando por hecho que el espectador es consciente de las vejaciones que padecieron los judíos o de la lucha antinazi que promovieron algunos obreros. De todas formas, hay bastante fidelidad histórica en la recreación del atentado fallido: la asfixiante sala de reuniones del búnker de Hitler (llamada la Guarida del Lobo, nunca mejor dicho), el punto de mala suerte (y el agobio) en la preparación chapucera del explosivo (un Stauffenberg mutilado es interrumpido en la praxis por los enemigos de su propio barco: de ahí que finalmente sólo pudiese emplear la mitad del explosivo)… Lástima que el director estadounidense haya intentado lavar cualquier mancha histórica (ejemplo: la muerte real, omitida en el filme, de cuatro personas en el atentado fallido contra Hitler) que ensucie la efigie del héroe (¿o la del todopoderoso actor y productor Cruise?)…

¿Cuál es el principal fallo de Valkiria? Que resulta, cuando intentamos adentrarnos en la historia, un tanto plana. Y es que Singer explora muy poco (poquísimo, diría yo) la psicología de los héroes. Así, en el caso de Stauffenberg (todo el filme gira en torno a él) las escenas familiares (que en estos casos siempre son un aliado a la hora de conocer tanto los motivos del protagonista como las causas que lo mueven a actuar) chirrían, parecen metidas con calzador, casi por obligación… ¿También dará por hecho el director que la gente del común está al tanto de las contradicciones del coronel manco? Como yo me he documentado un poquito, les contaré que Stauffenberg se formó en el Estado Mayor… ¡y fue tutelado por Stefan George, un poeta homosexual que emigró, avergonzado, a Suiza tras comprobar como los nazis apelaban, para justificar tantas barbaridades, al mundo clásico que él idealizaba en sus poemas!

Resulta imposible ocultar con algún eslogan hollywoodense («El pueblo sabrá que anteponemos nuestros principios al beneficio personal», repite uno de los colegas de Stauffenberg en Valkiria) tantas lagunas. De todas formas, escenas tan acongojantes como la final, con un moribundo Tom Cruise tendido en el suelo (el rostro níveo en medio de tanta penumbra, la boca abierta, tras haber gritado «¡Viva la sagrada Alemania!»…), hablan por sí mismas… Y eso, estimado Boyero, a mí me produce mucho calor o mucho frío (según se mire: ¿de qué color es la impotencia?). Sin la necesidad de separar (ahora) la técnica del sentimiento. Como tiene que ser.

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