Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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lunes, 15 de marzo de 2010

¿Malos y rebeldes?

“Por aquel tiempo –escribe el poeta y memorialista Martínez Sarrión, refiriéndose a los primeros 70, en Jazz y días de lluvia–, había intimidado mucho con Eduardo Chamorro, el cual (…) fue nombrado crítico literario de Triunfo, a la salida de Eduardo G. Rico. Tal tribuna era una de las dos o tres más visibles y atendidas por la progresía, que entonces se confundía sin más con la gente culta e inquieta, una minoría extensísima”.

Estas palabras del sagaz y combativo Sarrión demuestran que en una época pasada, la del yugo y las flechas, la mayor parte de los jóvenes universitarios tenían intereses ciertamente parecidos. Miguel Hernández, el Ché, Blas de Otero, Dylan, Carlos Saura o Serrat eran algunos de aquellos iconos. Hablamos de una contracultura, de una cultura que se oponía a a la terrorífica moral establecida, a la “España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía, / devota de Frascuelo y de María, / de espíritu burlón y alma inquieta”, Antonio Machado dixit. Aquella “minoría extensísima” unía a los católicos demócratas con los comunistas. El fin no era otro que la libertad. Por eso, al enumerar los referentes –políticos o culturales–, nos vienen a la memoria ideas progresistas, palabras, canciones, imágenes… ¡Toda una ínsula!

Hoy, en una época democrática, resulta harto difícil que una revista de actualidad como Triunfo pueda englobar a gentes tan dispares: no hay un objetivo común. La prueba está en que tal publicación terminó cerrando sus puertas en los primeros 80, una vez consolidada la libertad. Ahora la cultura, más que un escudo, es un pasatiempo. Los gustos son heterogéneos, proliferan infinitud de publicaciones especializadas… Y, para ahorrar esfuerzos, los medios de comunicación generalistas estereotipan los mensajes referidos a la juventud. “Vagos”, “rebeldes”, “acomodaticios”, “imprudentes”, “pasotas”, “drogadictos”, “delincuentes”…, son algunos de los calificativos que nos asignan. Qué poco se habla (los estupendos reportajes de “Vida y artes”, de El País, son una excepción) de nuestros progresos académicos o profesionales.

Toda estigmatización fomenta, indudablemente, la alarma social (Antena 3 abre no pocas veces sus telediarios con sucesos o desgracias), el rechazo, la sobreprotección (la temática joven suele dirigirse a los padres: qué paradoja). Algunos jóvenes tratamos, hastiados, de buscar –en la tele, en la prensa y en la vida– un espacio que casi nadie nos ofrece. ¿Cómo no vamos a ser rebeldes? ¿Qué hay de malo en desconfiar de los dogmas en tiempo tan átono como esta época post-Muro? Otro día seguiré cribando, en esta suerte de revista-ínsula, los calificativos…


En La prima Angélica (1973), Saura refleja la terrorífica educación nacional-católica.


Serrat canta a Antonio Machado en 1969.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 15/3/2010)

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