En el jeroglífico había un ave, pero no se podía saber si volaba o estaba clavada por un eje de luz en el cielo vacío. Durante centenares de años leí inútilmente la escritura. Hacia el fin de mis días, cuando ya nadie podía creer que nada hubiese sido descifrado, comprendí que el ave a su vez me leía sin saber si en el roto jeroglífico la figura volaba o estaba clavada por un eje de luz en el cielo vacío.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE, “De la luminosa opacidad de los signos”, Treinta y siete fragmentos, 1971
Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo
Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 9 de noviembre de 2010
Valente
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