Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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viernes, 10 de junio de 2011

Mi ópera prima, 'Camas de hierba', en los medios de comunicación (V)

Los amigos de la web Esedosuno me han entrevistado a propósito de la presentación oficial de mi primer libro, que tuvo lugar –como muchos de vosotros sabéis– el pasado 20 de mayo en la librería madrileña Fuentetaja. Podéis leer la entrevista, publicada hoy, pinchando aquí. De todas formas, uno, siguiendo la tradición, también reflejará a continuación el texto íntegro, que lleva por título "Publicar poesía en tiempo de crisis":

PUBLICAR POESÍA EN TIEMPO DE CRISIS

La librería Fuentetaja de Madrid fue testigo, el pasado 20 de mayo, de la presentación de la ópera prima del joven poeta Héctor Acebo (11 de septiembre de 1987, San Tirso de Abres, Asturias), Camas de hierba, escrito entre 2008 y 2010. Apadrinado por el poeta albaceteño Antonio Martínez Sarrión, quien también estuvo presente en el acto, Acebo se desenvolvió en elogios a su mentor y hacia todos aquellos que le acompañaron en lo que él mismo definió como “bautizo poético”. Pero no sólo quedó ahí. Y es que el joven asturiano, en un derroche de su sensibilidad, inició su discurso con un saludo a la lejanía. La que no permitió a sus padres asistir al evento.

Antes de recitar algunos de los versos que componen su obra, el autor de Camas de hierba, licenciado en Periodismo, pasó a desgranar la columna vertebral de su obra. Una columna formada, en gran parte, en la figura del propio Sarrión y en “la idealización de la infancia, el surrealismo o la cultura cinematográfica”, rasgos de la “primera poesía” del poeta albaceteño y que, como confesó el propio Acebo, “conformaban, en buena medida, mi cosmos”.

Los rasgos fundamentales de su lírica y de su ideología –también hubo tiempo para las referencias al movimiento 15-M– fueron la antesala del momento cumbre de la presentación, cuando el joven mostró, con la sensibilidad y la pasión que le caracterizan, parte de su obra recitando algunos versos. Versos que son los primeros, pero que no serán los últimos, y que inician la carrera de un prometedor poeta.

(Su poemario, Camas de hierba, se puede adquirir en la propia librería Fuentetaja o el Corte Inglés en Madrid; las librerías Cervantes y Ojanguren de Oviedo o a través de la página web www.internetlibros.com).

Esedosuno ha podido hablar con Héctor tras la publicación de su libro.

¿Quién es Héctor Acebo?
Héctor Acebo es un joven literato que ha tenido la suerte de escribir su ópera prima bajo la tutela del reputado vate Antonio Martínez Sarrión. Este Acebo aspira a dar “un sentido más puro a las palabras de la tribu” –parafraseando a Mallarmé– y a proponer una obstinada resistencia al discurso único. Esta última premisa adquiere su sentido más pleno hoy, cuando los famosos neoconservadores nos quieren sumisos, dóciles y desmemoriados.

El viernes presentaste tu primer libro, Camas de hierba. ¿Cómo lo definirías?
Diría que Camas de hierba es una huida del terrorismo cotidiano –no una huida de la vida–, una tentativa de salvación, un viaje hacia lo misterioso, lo sutil, lo vibrante y lo ignorado. En su libro, uno utiliza el erotismo para adentrarse en belleza y en el conocimiento. Y es que el cuerpo, para el joven poeta, siempre será un terreno desconocido y excitante. Si la poesía, según el maestro Pessoa, “es asombro”, resulta prácticamente inevitable cantar el gozo de una piel como pradera libre.

En tu poemario, lleno de erotismo visto desde el punto de vista de idealización de la amada, hay desencanto y desengaños. ¿Eres de los que piensas que, ‘a mayor palo’, mejor composición artística?
No necesariamente se cumple esa regla. Todo depende de la intensidad del poeta, que puede convertir una simple mirada en el más fulgoroso de los instantes… o un diálogo íntimo en una colección de vulgaridades. Para bien y para mal. La clave está, claro es, en la exactitud del decir, en el garbo, en el ritmo, en la elipsis, en el contraste, en la tensión, en la sugestión… Además, en mi poemario, algunos de mis personajes son ficticios. Parafraseando a Pere Gimferrer, “la persona que desempeña el papel de musa existe en la vida individual de cada uno, pero una vez empieza el poema esta persona adquiere otra existencia. El poema sólo triunfará como tal poema si la persona individual se convierte en una realidad absoluta en las palabras, si no tan sólo sería un poema anecdótico, y no tendría más valor que el privado”. En cualquier caso, me encantan los contrastes. Si sumamos los desencantos personales a la búsqueda de la tensión literaria, es prácticamente inevitable que en mi poemario las chicas más bellas y excitantes lastimen a ciertos chicos sensibles, como ya dije en la presentación de mi libro. (Risas). Las fuentes, en fin, vienen de la realidad, de la literatura, de la música y del cine.

¿Cuándo y cómo comenzaste a escribir?
Ya dije en otro lugar que uno empezó a desconfiar del lenguaje estándar (estupendamente reflejado en los manuales de instrucciones y en el discurso de algunos docentes) a partir de los cuatro años: el colegio fue el principal culpable de que comenzase a desarrollar paralelamente mi faceta poética, primero componiendo canciones satíricas y luego –ya en la adolescencia– poemas líricos. Quería soñar, huir de un artefacto aséptico y fútil, ofrecer una respuesta alternativa, explorar (sin saber muy bien cómo hacerlo) expresivos caminos que me permitieran contemplar las piedras y pensar, al tiempo, en las estrellas… En la adolescencia, evidentemente, el despertar del deseo fue determinante para que uno perseverase en la lectura de muchos clásicos de la lírica. Y es que uno quería contemplar con propiedad a la muchacha amada. ¿Cómo no me iba a apoyar, pues, en la mirada de Neruda? La idealización, más que un riesgo, era un objetivo.

Héctor, ¿te consideras más periodista que escritor, más poeta que prosista o es imposible separar estas facetas?
Pese a que soy un escritor que se mueve en diferentes géneros (incluido el periodismo), fundamentalmente me considero poeta. La lírica es no sólo el germen de cualquiera de mis creaciones, sino de toda la literatura. Pues este género conquista una de las más elevadas hazañas que caben dentro de un libro: detener los instantes especialmente fulgorosos. En la medida de lo posible, intento llevar las salvíficas cualidades de la poesía a la crítica cinematográfica, al relato o a la semblanza.

En una situación de crisis general, el mundo de las letras no lo es menos, parece. ¿Qué opinión te merece el estado actual de los medios de comunicación?
Estamos ante una situación realmente crítica. Por un parte, muchos medios, al seguir las consignas de las altas esferas, se van distanciando cada vez más de la gente del común: sí, algunos comunicadores viven encerrados en su torre de marfil. Por otra parte, es significativo el hecho de que, en este contexto crítico (y me refiero tanto a la economía como a la moral), la TDT haya amparado a tantos programas ultraderechistas que fomentan la crispación. Me enerva ver cómo esos tertulianos radicales gritan y se insultan constantemente. ¡Es el “todo vale”, es la falta de educación y de respeto! ¡Veneno puro! ¿Hace falta recordar que el periodismo riguroso debe apostar por el análisis y por la interpretación, no por la vocinglería? Por último, también hay que valorar que al periodismo estatal, además de la crisis publicitaria, le afecta el conflicto derivado de la relación con Internet: los beneficios aportados por los lectores digitales suelen ir a parar a Telefónica, a Google y a los distribuidores, no a los propios emisores de la información. Esta situación tiene que normalizarse: si los contenidos no se empiezan a cobrar –como ya está haciendo El Mundo con “Orbit”–, tengo para mí que los medios vivirán una fortísima crisis.

Para terminar, recomiéndanos un libro de poemas (además del tuyo, por supuesto) y como cinéfilo y melómano, dos obras que supongan para ti auténticos clásicos.
El poemario que os recomiendo es Ancia, de Blas de Otero, máxime teniendo en cuenta que mi libro se abre con unos versos extraídos de la obra maestra del autor vasco: “Esa tierra con luz es cielo mío. / Alba de Dios, estremecidamente / subirá por mi sangre. Y un relente / de llama, me dará tu escalofrío”. Leer, a media voz, un poema de De Otero sólo es comparable a contemplar a la mujer amada saliendo del sueño. ¿Una joya cinematográfica? Fresas salvajes (del maestro sueco Ingmar Bergman), un incomparable viaje a los abismos del hombre. Musicalmente, escogería Portrait Of A Legend, un jugoso recopilatorio del malogrado soulman Sam Cooke, acaso la mejor voz de todos los tiempos. Tan delicado como arañante…





Texto: Álvaro Díaz y Diego Gómez.
Foto: Diana Moreno.
Esedosuno, 10/06/2010.

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