Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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martes, 20 de marzo de 2007

Homenaje a Quevedo y a las revistas literarias


"Seamos fieles a la época. No nos dejemos devorar por el dragón de la eternidad y exclamemos con Quevedo: solamente lo fugitivo permanece y dura." (Guillermo de Torre). Esta cita, que descubrí gracias a la lectura de unos apuntes -Prensa literaria y escrita (1995-2005)- escritos por mi profesor de Literatura, Félix Rebollo, me hizo recordar un bello soneto de don Francisco de Quevedo, que reproduzco a continuación:


Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas,
y tumba de sí propio el Aventino.

Yace, donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo las medallas,
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades, que blasón latino.

Sólo el Tíber quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.

¡Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.

(FRANCISCO DE QUEVEDO)


Después de haber recordado estos versos, escribí en el foro de la asignatura unas líneas en homenaje a las revistas literarias, que os transcribo a continuación:


El profesor F. Rebollo, a través de una cita de Guillermo de Torre, nos recuerda dos versos de uno de los sonetos más logrados de Quevedo: “huyó lo que era firme, y solamente / lo fugitivo permanece y dura.” Esto quiere decir que gracias a la existencia de las revistas literarias, conocemos las diversas generaciones –de hecho, la mayor parte comienzan a gestarse en las páginas deestas revistas–, y, por ende, el conocimiento de la época permanece bautizado, sin temor a que las ráfagas del poder apaguen la llama de la voz y la palabra. (“Los libros arden mal”, escribió Manuel Rivas). Teniendo en cuenta que la mayoría de textos, aunque sean actuales, remiten a otros, si leemos las revistas literarias, estaremos a disposición de imitar a los maestros: así pues, la generación de los Novísimos –encabezada por P. Gimferrer–nos obliga a conocer, por exigencias del guión, a Ezra Pound, a T. S. Eliot, a Charles Baudelaire o a S. Mallarmé. No creo que sea preciso poner más ejemplos… Rafael Osuna lo expresó mejor: “la historia de nuestras revistases la historia de nuestra sociedad”. La revista literaria ha sido, es y será un tratamiento inmediato del
pensamiento –ya no sólo literario, hablamos de todas las esferas culturales– que
impere en un determinado momento: esto es algo actual, por eso hablamos
de “fugacidad”. Para que lo fugitivo permanezca, y se cumplan así los versos quevedescos, necesitaremos esa respuesta inmediata por parte de las revistas. De esta manera, tendremos a nuestra disposición –cuando digo “nuestra”, incluyo, claro está, a todas las generaciones venideras– una guía precisa que nos sirva para desglosar las ideas más importantes del momento. Demos gracias, en expresión de César Vallejo, a los “hacedores de palabras”: mientras existan las revistas literarias*
no morirá el pensamiento.
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* Incluyo aquí, aunque se trate de suplementos de diarios, a Babelia ya ABCD Las letras, por su
rigor informativo-.

HÉCTOR ACEBO BELLO

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