Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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sábado, 27 de febrero de 2010

En busca de la atmósfera perdida

En Shutter Island (filme que bucea en los insondables pozos de la locura), Martin Scorsese incita al público, en la recta final, a reconstruir los datos, las ideas, las acciones, los diálogos… A sacar, en suma, conclusiones: solamente de esta forma sabremos si el cine nos engaña o no. Pues no hay revelaciones en el nudo (yo no sentí que la visión cambiase en un determinado momento, no me vi obligado a buscar respuestas a las indagaciones del autor): sólo, como digo, supuestas soluciones en el desenlace. Es por eso que Scorsese está más cerca, en su decidida intención de mantener en vilo al espectador (lo cual consigue), de un coetáneo suyo, Brian de Palma (recordemos su Doble cuerpo, 1984, cuyo desenlace también pone patas arriba todas las ideas que el público había concebido desde el principio), que del maestro Hitchcock (quien, salvo en obras concretas –Psicosis, 1960; Frenesí, 1973…–, va sembrando el terreno con pruebas más o menos ciertas).

A propósito de las (inevitables) influencias, Scorsese ha confesado su admiración por los soberanos filmes de cine negro, gótico y misterioso que produjo la RKO en los años 40 y 50. Tourneur, artesano extraordinario de esa serie B, producía terror sin mostrar nada, sólo con la sugestión: en La mujer pantera (1942), la mujer transfigurada no llega a verse nunca. ¡Aquella manera de jugar con la imaginación del público resultaba tan estética como efectiva!

Scorsese, sin embargo, pese a los medios grandiosos (o quizás por eso) con los que trabaja en Shutter Island –filme gótico–, no consigue crear una atmósfera, sólo inquieta al público en contadas ocasiones (cuando recurre a los movimientos tensos, a los sonidos extraños, tan tournenianos). A ello contribuye la puesta en escena –artificiosa– y la música, que no califica, no crea estados de ansiedad o de expectación, no acentúa la acción, resultando altisonante en secuencias primordiales, como aquella que presenta al turbador hospital psiquiátrico.

El lenguaje empleado por Scorsese en Shutter Island carece, en fin, de sutileza, de sugerencia; no preserva el aroma de género, y opta por el subrayado (como en la decepcionante Cabo del miedo, 1991). Su voluntad de autoría es mínima. Apenas hay profundización, a través de la imagen, en las situaciones. Lo único trascendente que veo en Shutter Island es, precisamente, el argumento: resulta estar más allá de los límites de cualquier conocimiento posible.

Podría destacar, en efecto, la capacidad de entretener –pese a que algunos flashbacks oníricos resultan un tanto fatigosos–, de enredar al personal durante más de dos horas. Incluso en el desenlace, al atar cabos, me doy cuenta de que más o menos todo concuerda… Pero eso resulta anecdótico en un creador (no en un realizador televisivo) que antaño, partiendo de muy pocos elementos, impresionaba y escarbaba en las mentes más complejas, forjando caleidoscopios de sensaciones, obras absolutamente inmarchitables (Taxi driver, 1976; Toro salvaje, 1980)…


Tráiler de Shutter Island.


La mujer pantera de Tourneur.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 27/02/2010)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder primo. Tengo que decirte que estás escribiendo de cine a un nivel realmente alto. Sí señor, me saco el sombrero.

Abrazo, y que sepas que se te lee con muchísimo interés y atención.

Héctor Acebo dijo...

Mil gracias de nuevo. Así da gusto. Viniendo de quien viene la felicitación, me lo tomo como un halago. Cómo me presta esto de ser leído sin prisas.

Romi dijo...

y buena crítica. Me apetece ver la película “The Road”. Si bien es verdad que muchas películas se atreven a hablar del fin de la humanidad, cada una la aborda de manera diferente, despertando sensaciones distintas y creando un Universo específico. Lo que la mayoría recrean es “la muerte del hombre a manos del hombre” y eso es lo más espeluznante pero tal vez la más cruel de las realidades.