En la jornada poética que se celebró hace unos días en nuestra facultad (Ciencias de la Información -UCM-), participaron los profesores Antonio Arroyo y María del Pilar Palomo y los poetas J. L. Morante y Luis Alberto de Cuenca. Los protagonistas llegaron a la conclusión de que los cinco mejores “Novísimos” eran los siguientes: Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena y el propio Luis Alberto de Cuenca. No estoy de acuerdo con esta afirmación, ya que, en primer lugar, creo que los miembros más destacados de esta generación son, por méritos propios, P. Gimferrer y Leopoldo María Panero. Me parece injusto que la obra de este gran poeta, a veces excelente, esté subordinada a su atribulada vida. Teniendo en cuenta que lo mismo pasó, y sigue pasando, con Manuel Machado en cuanto a su ideología, recomendaría a los que mandan que, a la hora de evaluar, se limitasen a separar los dos “yoes”: esto es, por un lado, el artista, y, por otro, la persona. Pero, en esta sociedad, si te diferencias de lo común, siempre tienden a rechazarte. Es por eso que se odie tanto a las personas soñadoras que, como Panero, viven por y para la literatura. Y es que, seamos realistas, no interesa la idea de Unamuno: "dad pensamiento": esto es, las ideas que cuestionen el poder...
En segundo lugar, me gustaría señalar que Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena no pertenecen directamente, según J. M. Castellet (el antólogo de Nueve novísimos poetas españoles), a la generación de los "Novísimos".
Dejando a un lado la polémica, me gustaría recordar un artículo interesante de L. M. Panero ("
Entender la literatura", lo colgué hace algún tiempo en este blog) que habla sobre la literatura de vanguardia. Al final del texto, el autor escribe: “La literatura es la ciencia de la realidad devenida insoportable”. Esto quiere decir que necesitamos la literatura para soñar, para escapar, aunque sólo sea durante unos minutos, del monstruo de la realidad. Por eso decimos que lo "inexplicable" no es el verso (lo que hace el poeta es escarbar en las miserias o grandezas -que son menos- del ser humano), sino la propia realidad. He aquí la explicación de que, por ejemplo, Ignacio Agustí utilice un lenguaje de vanguardia en
Mariona Rebull. La realidad sí que es insoportable, por tanto la salvación está en la literatura, sí, en esa poción mágica que nos permite viajar a otros mundos e imaginar una vida mejor, sin temor a que nos tachen, como se hace con Panero, de “locos”:
"Al amanecer, cuando las mujeres comían fresas crudas, alguien llamó a mi puerta
fingiendo ser y llamarse Leopoldo María Panero. Sin embargo, su falta de entereza al representar el papel, sus abundantes silencios, sus equivocaciones al recordar frases célebres, su embarazo cuando le obligué a recitar a Pound, y finalmente lo poco gracioso de sus gracias, me convencieron de que se trataba de un impostor. Inmediatamente, hice venir a los soldados: al amanecer del día siguiente, cuando los hombres comían pescado congelado, y en presencia de todo el regimiento, le fueron arrancados sus galones, su cremallera, y arrojado a la basura su lápiz de labios, para ser fusilado poco después. Así termino el hombre que se fingía Leopoldo María Panero."
(LEOPOLDO MARÍA PANERO, “La llegada del impostor fingiéndose Leopoldo María Panero”, de Tres historias de la vida real, 1981)
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Imagen: KIRCHNER, Marcela (1910)
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