Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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domingo, 29 de julio de 2007

Vertientes de la mirada


EUGÉNIO DE ANDRADE

Historia del sur


Anocheció, me acuerdo, era un perro pequeño y blanco, en una ciudad del sur, con limoneros también y el escalofrío de la sombra al fondo de los patios. Un perro, hace muchos años, le veía acercarse de lejos, ciertamente tenía un destino, magro destino de can, ya se sabe, pero a pesar de todo destino. En la noche desierta, con un hueso en la boca, iba a su vida, quizás una perra le esperase en uno de aquellos callejos que desaguaban en las tinieblas del puerto, pero él también me vio, no era difícil, en la calle desierta sólo yo esperaba, y casi alborozado se acercó, se paro frente a mí, soltó el hueso, se alzó en las patas traseras y sus ojos decían que a partir de entonces, hueso, perra, destino, todo aquello era yo. Me incliné para hacerle una fiesta, le dije también de mi ternura, de aquella herida breve que acababa de abrirse, pero mi destino era todavía más precario, apenas llegado no tardaría en partir, sólo el tiempo de respirar la cal de la sombra. Di unos pasos, sabía que iba siguiéndome, me paré, se paró, volví a caminar, volvió a seguirme, de nuevo le acaricié, allí estaban aquellos ojos húmedos, eran por así decirlo los ojos de mi madre, le hablé otra vez, le pedí perdón por no poder llevarle, por no poder quedarme, viajar con amigos no era andar con el hatillo al hombro, debía comprender. No, no comprendía, ni siquiera podía entender aquella clase de razones, la tierra era lo que había de más desierto, del amor no quedaba más que un hilillo de sangre, menos todavía, la baba de limaza en la hierba, y de repente sonó una bocina, nos vimos rodeados de gente, el desierto crecía, él continuaba delante de mí, aquellos ojos a los que subían las aguas más hondas, ¿cómo olvidarlos? Los amigos estaban allí, se dieron cuenta, los inteligentes, de aquel embeleso, dieron también razones, el perrillo tenía dueño, se veía bien que no era realengo, aunque careciese de raza, si yo quería no me faltarían perros, en todas partes había miles de ellos mucho más bonitos, y luego las fronteras, tanto trabajo para un can vulgarísimo, como ves no entienden, ninguno de ellos ha visto en tus ojos la raíz del rocío, entraron en el coche, le hice otra fiesta, desde la ventanilla trasera le veía en el sitio que el automóvil había dejado, olfateaba el suelo inquieto, después levantó la cabeza desorientado, no entendía cómo un soplo me había llevado, imposible amor, hijo mío, pasaré el resto de mi vida arrullándote, la gente continuaba dispersándose, las últimas luces del cine se apagaban, la calle se oscureció, no tardaría en quedarse desierta.

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- Texto de EUGÉNIO DE ANDRADE extraído de Vertientes de la mirada y otros poemas en prosa (1987).

- Imagen: W. KANDINSKY, Vista de Murnau con ferrocarril y castillo, 1909.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Héctor, soy Pablo el del mensaje del foro de la UCM. No he podido ojear tu blog, porque le estoy mangando el internete a mis tíos y no es plan, pero me lo meto en el google reader.

Por cierto, ¿este curso estudias 2º o 3º?

Héctor Acebo dijo...

Salve, Pablo: voy a comenzar 3º de Periodismo. Ya me contarás... Un saludo.