Venciste, mujer, con no dejarte vencer.
He aquí un verso de Calderón de la Barca que me recuerda a Aida, mi madre, una auténtica luchadora y una portadora de sentimientos.
En mi ópera prima, Camas de hierba, le dedico el poema que sigue:
UN AMOR DE FANTASÍA
Tantas veces recé para convertirme
en una niña, que ahora luzco
–como ella– lunares, sortijas
y un fular azul celeste
encima de la camisa.
A veces, nos acostábamos juntos,
y lo que más me gustaba era pedirle
(cuando la madrugada arreciaba)
un vaso de leche con cacao.
Bien calentito.
No éramos novios: Yo tenía
–de puntillas– 10 años;
y ella tal vez 30, recostada.
Aida se llamaba
aquel amor de fantasía.
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