Cabe señalar, no obstante, que esa extraña flor, acaso del mal, se riega con sulfato de conserva. Y es que, después de haber sido camuflados con trajes de Armani durante su estancia en el mar (símbolo, para los románticos, de libertad), la realidad (o mejor dicho, el realismo) vence a la ingenuidad. Y es ahí donde se impone aquello que León de Aranoa define como la "ley de la tierra".
"La ley del mar está muy bien, pero interfiere con las leyes del mercado". Esta frase, esculpida, por algún comercial del barco simbólico, resume a la perfección aquella que conocemos como apariencia: esto es, la filosofía (por llamarla de algún modo) que, desgraciadamente, triunfa a día de hoy.
De nada sirve hablarle a Khaled (el inmigrante protagonista de Aranoa) de tasas, leyes o impuestos: ¡él no ha viajado a otro país que no sea aquel que se conoce, según los lumbreras de este continente, como Guerra Civil!
En el s. XIX, Galdós expuso en su obra capital una idea que permanecerá de aquí a la eternidad: si regaláis migas de pan a Benina, no es más que por Misericordia. Al albor del s. XXI, León de Aranoa nos recuerda lo poco que hemos avanzado en términos jurídicos.
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- Texto: H. A. B.
- Imagen: BERNARDO PÉREZ (El País).
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