Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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lunes, 17 de diciembre de 2007

La brújula es de latón, no de oro


(A propósito de La brújula dorada)

La brújula que posee Lyra (Dakota Blue Richards) incendia a aquellos que pretenden extirpar el alma (un “dimon” metamórfico con forma de animal) de los niños. Y es que la verdad es otorgada a aquellos seres capaces de organizar a un ejército, con rey oso incluido, a fin de luchar por el bien común. No sé si se tratará de un argumento anticlerical, como sostienen algunos ultraconservadores norteamericanos, pero lo cierto es que, a juzgar por las impresiones del bando que las inicia, todas las guerras son salvadoras. ¿Acaso Franco no entraba bajo palio en las catedrales?

La feroz pelea entre dos enormes osos polares podría servir como metáfora del film de Chris Weitz: los artificios intentan ocultar una pésima adaptación de La materia oscura de Phillip Pullman. En efecto, resulta cuanto menos paradójico que una obra pensada por y para los niños se sitúe en un lugar del tiempo indeterminado por donde desfilan, en muy pocos minutos, cantidad de nombres y conceptos (aleliómetro, tribu de los Giptianos, “dimons”…) con los que se extravía hasta el adulto más navideño. Tanto en el Polo Norte como en el dichoso Magisterio.

Por otra parte, la banda sonora resulta empalagosa y, en consonancia con las imágenes (que revelan unas poses retocadas con Photoshop), da la impresión de que todo ya está inventando. Hasta ahí todo bien (o no del todo mal)... Pero en La brújula dorada, por qué no decirlo, todo ha empeorado. Se echa en falta, pues, la frescura de otros inventos consumistas recientes (pienso en Las crónicas de Narnia) que, aunque puedan parecer inútiles estuches dorados, resultan dignos para ver (y soñar) con nuestros hijos.

Llegados a este punto, da la impresión de que se han querido condensar muchas páginas en poco metraje. De ahí ese oportunista final anticlimax que intenta mantener abierta la tensión (por llamarla de algún modo) de una historia cuyo envoltorio está recubierto de latón, no de oro. Dudo mucho que los niños atormentados (entre los que me incluyo) estén dispuestos a continuar la saga…

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